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Mutantes – La ficción emancipada

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Cuenta la leyenda que las mentiras forman parte de nuestras vidas hasta el punto de colonizar nuestros pensamientos. Mentimos al creer que la palabra es igual a la cosa, y eso es violencia.
Pero un hombre que creía que la valentía estaba en hacer verdadera una mentira, descubrió que el verdadero valor reside en hacer realidad una ficción el día en que mutó.

Aristóbulo Pachevko – El creador de los sueños

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[ruido de madera que cae]

Aristóbulo – ¡Pero, la re...!

Ése que murmura insultos y maldiciones que no se pueden decir al aire, es Aristóbulo Pachevko; un hombre de cuatro décadas, cabello canoso y barba tupida. Estaba leyendo un libro sobre “la desproporción entre el ruido de los caños de escape libres y el tamaño de la de sus dueños”, pero fue interrumpido por la caída del cartel de la puerta de su local.
Sin otra alternativa, salió afuera de su gabinete con un martillo en la mano, lo levantó del suelo y lo volvió a clavar. [martillazos]
De pronto, un hombre con aspecto de gángster se paró detrás suyo...

El Código Mimo

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El lunes, como todos recordarán, hizo un calor poco digno de principios de septiembre.

Yo salí del laburo y no bien hice dos cuadras, rumbeando por esta zona de la feria del libro, arrojé dos litros de sudor al suelo. Sedientas, las palomas, se abalanzaron sobre los charcos de sudor a refrescarse, pero cuando llegaron, ya se habían evaporado.

Desesperadas por acceder al líquido vital, las palomas se arrojaron sobre las personas para succionarles el sudor, y si por mala fortuna alguien no sudaba, le dejaban un señorial sorete sobre la ropa.

Me encontré con unos amigos en la puerta del Obispo Mercadillo, Martín y Javier, y nos colgamos charlando un breve rato; mientras tanto, mi cuerpo, ya gelatinoso por el cansancio y la deshidratación, ostentaba una capa de cenizas que me permitía disimular la caspa.

Camer

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Ayer me senté en un bar ricotero a tomar cerveza con los compañeros del laburo. Era necesario porque teníamos la cabeza llena y necesitábamos separar la corteza cerebral de la realidad.

De repente, un cuerpo se me acerca para pedirme un peso para el whisky y se me pencó a hablarme de sus historias con el consumo de drogas.

Mientras yo maldecía mi superpoder para imantar gente con problemas, estaba medianamente orgulloso porque en algo me sentía semejante a un Sherlock Holmes, cuya mera existencia hacía que los crímenes más rebuscados sucedieran a su alrededor.

Una vez retirado el cuerpo en cuestión, mi vejiga me obligó a visitar el atelier del arte urinario y me encontré con el mencionado sujeto esnifando cocaína con una tarjetita Junot. Al ver esa escena, dije “pucha que hay que ser macho para tomar merca con un osito cariñoso”.

Mutantes – La aventura imponderable

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Cuenta la leyenda que detrás de las fábulas y las novelas, hay un hecho real que las motiva. No hay escritura sin respaldo en lo sensible. Cada ser humano es esclavo de sus dichos, y no hay palabra libre de los fantasmas de su esclavo.

No hay creador que no deje traslucir sus defectos en la obra creada, no hay dios capaz de crear la perfección por más omnipotente que se considere.

Y un hombre descubrió la fragilidad de su omnipotencia el día en que mutó.

Aristóbulo Pachevko – El mezquinador de la droga

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Aristóbulo – [aspira y tose] Agh, ¿por esto pagué doscientos cincuenta pesos?



Ése que está tirando un Cohiba a la basura, es Aristóbulo Pachevko, un hombre de edad media, carteludo y con poco gusto por el tabaco. Cerró la tapa del tacho de basura y agarró al azar un libro de su biblioteca, el cual se titulaba “El Capitalismo y el Complejo de Estocolmo desde una perspectiva marxista”.

Stairway to heaven

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Después de mucho tiempo de haberme pasado la vida encerrado entre las cuatro paredes y el trabajo, pude darme el lujo de asistir a mi viejo bar... emocionados, los mozos se peleaban por servirme la birra del retorno... sólo por verme de vuelta, porque nunca me sobró un centavo para una propina.

Pasa que yo me acostumbré a salir con lo justo, cosa que, si alguien me roba el bolso, se encuntre con la decepción de un montón de papeles escritos con una letra incomprensible (sí, es por eso que tengo una letra horrible). Es que hay mucha inseguridad, tal como lo dice el taxista... uno no puede salir a la calle con nada porque ya se convierte en objeto de deseo para los ratas y que te pueden tirar al piso, adornarte de piñas o volarte la cabeza de un tiro, pero ¡pará!

¿Qué onda?

¡Monos premiados! Argentores 2012

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Mutantes – El semiólogo intuitivo

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Cuenta la leyenda que la lectura de los signos es una ciencia que requiere que la concentración y el conocimiento vayan a la par. Sólo algunos pocos seres humanos son capaces de relacionar un simple signo con una multiplicidad de posibilidades que determinen una realidad en el pasado, en el presente o en el futuro. Muchos de ellos se dedicaron a la adivinación o al fraude y lucraron con ello...

Pero un hombre ha decidido salir del negocio fraudulento... el día en que mutó.

Aristóbulo Pachevko – El imán de piñas

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Aristóbulo – ¡Adalberto! ¡Se acabó el papel!



Ése que está haciendo sus necesidades, es Aristóbulo Pachevko, un señor barbudo, con algunas canas y una irremediable pasión por leer en los sanitarios. Acababa de terminar una compilación de ensayos sobre “la ficcionalización de la vida de los muertos en las palabras en sus velorios” cuando se dio cuenta de que se había acabado el papel higiénico.

Guerra de comida

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Ayer, después de un día de verano apresurado que me obligó a poner mi camisa preferida en el lavarropas debido a que el sudor y el viento con tierra la convirtieron en una mezcla entre la ropa de Tarzán y un pantano, me senté a escribir en el patio de casa. Me preparé un trago de fernet, bien fuerte, no sólo por el sabor, sino porque agarré la costumbre de prepararlo fuerte para evitar que alguien me pida un trago, porque soy un tanto egoísta, sí, y si alguien se anima a tomar de ese mismo trago, con orgullo le convido, porque es alguien del palo. Así también, fumo puchos negros, porque en este mundo, si uno tiene puchos, se convierte en el pararrayos del mangueo.

Mutantes – El cuento feérico

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Cuenta la leyenda que los niños son capaces de dar vida ante la ausencia de otro ser para interactuar. Así como, ante la necesidad, un náufrago fue capaz de hablar con una pelota u otro con un tigre imaginario, las creaciones comienzan a adoptar características propias y reaccionan a estímulos de manera diferenciada y opositiva con su creador. De esta manera, los primeros humanos le respondieron a Jehová con un pecado, pero siempre dentro de un guión que los preexistía.

Sin embargo, un peluche se escapó de esta biblia semi-controlada... el día en que mutó.

Aristóbulo Pachevko – El antipotente del bailongo

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Aristóbulo – ¿Dónde dejé mis anteojos?

Ése que no ve nada, es Aristóbulo Pachevko, un hombre de edad media, políticamente incorrecto, alquimista, y miope. Recorrió paso a paso, tropiezo a tropiezo, cada rincón de su gabinete buscando sus lentes, hasta que de pronto...

Una bula para los internautas

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Después de una semana en la que el clima demostró ser bastante bipolar, se me hizo difícil encontrar un claro en el cual sentarme a degustar un porrón helado que haga contrapunto con un día caluroso.

Sólo un acontecimiento pudo darle valor a incurrir en estados alterados de conciencia: la celebración del aniversario del natalicio de nuestro compatriota Santiago “Polilla” Pfleiderer, quien coparticipó asado y choripanes como si estuviese a punto de lanzar su candidatura para las elecciones.

Durante la celebración, en un momento, la conversación derivó en si Aerosmith es rock o pop, y la guerra empezó con los cuchillos en la mano, enfrentamientos encarnizados, y con el rostro ensangrentado, el que subscribe gritó: ¡Por favor, no metan a los choripanes en esto!

La Cruz Roja ingresó en el quincho y se llevó los choripanes y un quilo y medio de bondiola de cerdo. La bondiola desapareció, lo cual compungió a los combatientes de ambos bandos, quienes salimos a rastrear la zona para recuperarla.

Llegamos a un falso campamento de la Cruz Roja, en el que había una flaco masticando un sánguche de bondiola mientras trataba de descargar un disco de Aerosmith desde el sitio de Taringa.

Mutantes – El humor sanguíneo

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Cuenta la leyenda que el buen humor es un privilegio de los administradores del ocio. Sólo los privilegiados que pueden llevar un ministerio ameno de sus vidas son capaces de sonreírle hasta al más puro portador de un rostro compuesto por dos esferas y una grieta.

Pero un hombre descubrió los músculos que levantan las comisuras de los labios... el día en que mutó.

Aristóbulo Pachevko – El asesor de campaña

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Aristóbulo – Quiero un choripán...



Ése que sufre de hambre, es Aristóbulo Pachevko, fanático de los choripanes, de la ensalada rusa y de la alquimia. Llevaba dos horas pensando en cómo satisfacer sus antokos mientras leía un estudio sobre “La abdicación de Lady Di y la complicidad de los inspectores de tránsito”. Pero, oportunamente, un señor de aspecto serio llegó a su gabinete con un ostensible aliento a chimichurri.

Cómo rellenar un Infierno

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En un bar de Nueva Córdoba, un televisor más grande que el Peñón de Gibraltar proyectaba el partido entre Belgrano y Vélez. Me senté, como todas las semanas, a escribir entre gritos que vitoreaban al equipo pirata y me hice el boludo para que no me pongan la computadora de sombrero.

Iba con la idea de escribir alguna que otra reflexión sobre los resultados de las primarias, pero sólo se me ocurrió acompañar los cánticos celestes diciendo “y ya nos ve, y ya nos ve, es para Binner que nos mira por tevé”. Pasa que escribir sobre las elecciones está bastante trillado; los resultados aparecen hasta en los mensajes de texto que te mandan los amigos y las reflexiones son tocadas de oído hasta en la parada del bondi.

Le pedí al barman que me dé la clave del wi-fi, porque tenía ganas de boludear un rato; un poco de distensión siempre viene bien para inspirarse ante la hoja en blanco.

Aristóbulo Pachevko – El amaestrador de perros

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Adalberto – ¡Maestro! ¡El frasco se está prendiendo fuego!



Ése que grita es Adalberto Garrado, adolescente, impulsivo y aprendiz de alquimista. Estaba realizando algunos experimentos con bebidas blancas cuando la combinación de dos licores y un vodka de origen dudoso entró en erupción, interrumpiendo a Aristóbulo Pachevko, quien leía un tratado sobre “oportunidades y riesgos de conseguir pareja en un funeral”.

El ojo

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El jueves, después de que el viento me sorprendiera en camisa al salir de la casa, me pasé toda la tarde encerrado, tratando de sobrevivir a las circunstancias climáticas que me agarraron con toda la ropa sucia y sin un solo abrigo disponible que pudiera ser usado sin espantar a media ciudad. Está bien que, si voy caminando por el centro, con la mitad del servicio cloacal colapsado, es casi imposible que alguien pueda sentir la fragancia que pudiere emitir mi ropa, pero si alguien hubiese pasado cerca mío con un contador geiger, ya mismo estaría en cuarentena. No es que haya pasado por la planta nuclear de Fukushima, en cuya zona los componentes radiactivos se han filtrardo hasta llegar al mar; no hay forma de financiarme un viaje a Japón... aún así, no sé si iría precisamente a ese lugar, a menos que alguien me diga que ya empezaron a salir peces con doscientos ojos hablando en esperanto. Ahí va un puntito en contra para los que defienden la energía atómica como una alternativa a los hidrocarburos; obviamente no va a hacer mucho eco la noticia de que la radiación ha llegado a invadir el suelo y el agua porque la gente está mucho más interesada en lo que sucede acá nomás, en Rosario... a lo sumo, le pelearía protagonismo en el ámbito del turismo catástrofe, una nueva forma de turismo que se está poniendo de moda en el selecto círculo de los morbosos. Es que, de pronto un viaje que iba a costar barato porque el lugar está devastado, ahora cuesta caro porque hay un guía que explica en cinco idiomas lo que pasó y un montón de japoneses sacando fotos.

En fin, no tenía ropa porque, sin lavarropas y un frío haciendo metástasis hasta el relleno de los huesos, más conocido como caracú, resulta particularmente difícil lavar la ropa, y más aún secarla.

Pero, llegó la noche y todavía no había encontrado ninguna noticia interesante que me pudiese servir para tratar hoy. Pasa que, con esto de la veda electoral, no puedo hablar ni de la mitad de las cosas que han pasado, y eso que tenía para hacer chicle todo el programa con los spots que aparecieron... Bueno, por lo menos, ahora no nos van a invadir media hora de programa con anuncios.

Con el frío que hacía, me quise hacer un guiso o algo por el estilo, algo bien calórico para estar “gordito y sanito”, como decía mi abuela, mientras me contaba que, cuado era chica, le daban cucharas de limadura de hierro y le hacían tomar leche al pie de la vaca. El problema es que, mientras preparaba los ingredientes, me encuentro con que algún vecino me pungueó la olla.

El llanto de la estatua

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Hay días en los que uno tiene que sacrificar determinados placeres con la finalidad de cumplir con los deberes que establece nuestra sociedad. Por ejemplo, ayer tuve que resignar un par de horas con mi pareja para escribir este artículo mientras pienso en que, en esta época de frío, mi voto irá destinado a aquel buen ciudadano que declare la cucharita como una actividad de interés nacional y que los días en que la temperatura baje los 12 grados, debería decretarse asueto para consagrar esta actividad.

En fin, resignadas dos horas de cuchara, me pongo a pensar que desde el estallido de la llamada “guerra contra el terrorismo”, mientras los medios de comunicación masivos convencionales se pelean por ver quién tiene la papa, la opinión pública internauta y los nuevos gobiernos de centro-izquierda... bah, centro izquierda, ése es un título que les encantaría tener, pero pasa que la orientación cartográfica de las ideologías políticas es tan lábil e inestable que uno necesita un gps para saber dónde está parado. Digo, yo siempre me sentí de izquierda, pero cada vez que me pongo a discutir, qué se yo, sobre los convenios de minería, con un tipo del más fanático oficialismo, recibo epítetos del tipo “facho”, “milico”, agárrense el izquierdo, “menemista”, “vos seguro que votás a Macri”, y fundamentalismos del mismo orden. De hecho, salió una página que se llama “Elegílegí” en la que te dicen con qué legislador tenés más afinidad política. Es algo así como una página de citas en la que vos decís qué leyes votarías por sí o por no y te dice con qué legislador tenés el mayor porcentaje de coincidencias. Yo hice un experimento y puse en todas las opciones que “sí” y me salió un enorme listado de legisladores del Frente para la Victoria, volví a empezar, puse en todas que no y me salieron todos los candidatos del Pro. Dejo a criterio de los oyentes la interpretación de la tendencia de esta página.