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Summertime

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Viernes 1:35 pm, el sol bien arriba recortando las sombras al mínimo, más cruel y más blanco que nunca, quemando las peladas de los señores que llegan un poco tarde a comer a casa…

Pienso en esta siesta mientras camino hacia un lugar más amable y fresco, que a veces el mundo se empeña en hacernos caer, pienso en que a veces no dan ganas de creer, que con calores así dan ganas de terminar el año un mes y medio antes, de rendirse.

Soy una persona sencilla, llena de clichés que a veces se instalan en mis costumbres para servirme de amuleto: Siempre que tengo que caminar durante la siesta con calores así, vienen a mi cabeza las mismas cosas, mezcladas con lo diario… recuerdo algunos cuadros de Hopper: un pintor que estaba obsesionado con esas habitaciones de hotel solitarias y sin cuadros, habitaciones con ventanas sin cortinas que miran hacia trigales, prolijos, vacios y amarillos.

Otras veces bajo el sol de mediodía viene Raymond Carver y las historias de los perdedores en el patio trasero del sueño americano: siempre que leo sus historias y sus personajes me los imagino transpirados, como si fuera el verano a la siesta lo que nos hace rendirnos y no las miserias que cargamos.
Pero a veces si tengo suerte viene simplemente el tema Summertime:

Alejandro

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cuando todo lo demás se transformó en neblina o liebre del fracaso, tu hierro y tu deseo, la historia o las estrellas; acaso entonces, aparezca la poesía, su rostro de oro corroído y su amor y su endecha...entonces puede abrir su boca, soltar silencio con una mano definitiva de dolor, ofrenda o sinsentido y también... podría estar allí, la niña de vivir, los encallados... acaso la poesía sea nomás esos papeles que arden contra el viento, debajo del agua, en medio de la tierra y puede tu mano sentir su aire al fin abriendo el instante y el desierto…

El poeta Alejandro Schmidt nació en 1955 en Villa María, editó una treintena de libros en poco más de dos décadas -algo bastante inusual en los poetas-, numerosas plaquetas, antologías y revistas de poesía como la renombrada “alguien llama”, además de su trabajo como editor en la editorial Radamanto, director de colección en editorial Recovecos y difusor de literaturas que circulan por fuera de los circuitos oficiales.
Prolífico. Polémico. Místico. Ermitaño y magnético, Schmidt se ha vuelto un referente en la literatura cordobesa y nacional aún cuando en muchas oportunidades esté desplazado, a veces por su propia voluntad, de los centros de poder de la cultura.
Su manera es distinta de la que impera en el mundo editorial: generalmente alguien publica un poema sólo cuando cree que está listo, o por lo menos cuando cree que, aunque no está listo, ya no puede arreglarlo más…
Alejandro Schmidt en cambio piensa que un poema, como una persona, “debe asumir el riesgo, la desprolijidad, el exceso.”
en esa búsqueda incansable de lo humano afirma que prefiere “los recortes, lo que se desecha, borrones, tachaduras, no el objeto acabado, la conclusión, el punto final, sino los pedazos vivientes, los sueños, los tumultos de la sangre... ¿no opera acaso así nuestro corazón, nuestra cabeza?” dice.

y así como en la vida uno no puede volverse hacia atrás en el tiempo para corregir lo hecho sino que modifica en el presente: un día corregido con el siguiente, una palabra dicha, con la que viene luego, así este autor decide que va a corregir sus poemas uno con otro y con otro…
cuando leo esto siento que estamos hablando de la depuración de una técnica y no de un objeto, porque no habla de los poemas sino de la poesía, esa urdimbre invisible que subyace a cada texto y los conecta entre sí… Schmidt es en cierto modo un Samurái ensayando desde los 13, buscando el poema verdadero pero que ha decidido que mientras tanto puede divertirse explorando los límites de la técnica y sus propios limites también.

en el sitio “Las Afinidades Electivas” dice “Escribo casi todos los días, ceniza, perlas, florcitas de plástico y también mi lírica de dolor y de veneno...” y agrega ”va saliendo la poesía, va saliendo de esa tripa y uno no sabe qué es, ni maneja ni controla nada, salvo alguna corrección inevitable, alguna prudencia en publicar, alguna música.”

Les voy a leer un poema del libro Llegado Así editado en el 2005 en Editorial Recovecos, el poema se llama “Vida de una mosca”

Vida de una mosca
Mas que la ceguera de homero
o el huevo que en el caos
deposita la noche

importa ahora
la vida de esa mosca que despertó tu siesta
y
lejos del periódico con que la acechaste
reposa en el techo

vibrante.

Gelman

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“Recuerdo un poema chino, anónimo, escrito hace 3500 años: Un pastor cuida el rebaño, con un frío intenso, lejos de su mujer que está en el hogar y la imagina al lado del fuego, cosiendo; el último verso dice: Él escucha el ruido de sus tijeras bajo la noche profunda. El hecho de que ese poema se haya escrito hace tantos años y todavía nos emocione, quiere decir que hay un tejido humano imposible de romper, una capacidad de belleza imposible de aniquilar. Después, cada cual con sus dolores se las arregla como puede”

Estas son las palabras de Juan Gelman, quien estuvo ayer y anteayer en Córdoba.

Para aquellos que no lo conocen Gelman es un gran poeta argentino, al punto que muchos lo consideran el mayor poeta vivo de habla hispana.

Crías nuevas

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Tengo en mis manos el último libro de la editorial Pan comido, se trata de Crías nuevas de Fernando Bellino.

En la tapa hay una gallina tranquila y dorada, en la contratapa su huevo, como protegido de quien mira.

Mucho de lo que hay en este libro se refleja en la tapa: la cría nueva que aun no ha nacido o que está a punto de hacerlo, el poema que acaba de romper el cascaron para tomar el aire sencillo de quien le diera vida, simple pero noblemente a la vez.

tanto el titulo como el nombre del autor están en minúsculas, en una letra también sencilla… ya he dicho en otras ocasiones que pocas cosas de un poeta pueden escaparse de la poesía que escribe y este caso no es la excepción, Bellino es un poeta profundo pero sin arabescos, sin mayúsculas ni grandilocuencias, sus poemas están atravesados, conmovidos diría, por lo social y lo cotidiano, algo que también es casi una marca distintiva en Pan Comido Ediciones, y que no necesita siquiera asomarse a lo panfletario o al sermón para dejarnos ver eso de social que hay en él.


Dice en el poema Oficios
¿Porqué al poner la palabra
margarita o lavanda
debo expresar otra cosa
que la serena sensación
que me producen las margaritas
lavandas y todo tipo de plantas
que cuido y multiplico?
Los poetas somos
perros del lenguaje
comiendo del hueso de la experiencia
y los planteros también.
Díganme entonces: ¿Porqué
 
Belleza, esfuerzo y verdad
son propiedad privada
si su valor de uso
es la vida que vivimos?

Un autor que se piensa a sí mismo y a su oficio, para llegar a una belleza simple, despojada de artificio, a veces también resultado del paso del tiempo:

Dice en el poema Evidencias:
Vas a volverte simple:
hablaras de tu madre muerta
y lo mismo de tu padre, tus abuelos,
de algún amor raido,
alguna esperanza o utopía.
Vas a evocar el patio y las glicinas,
la humedad que te faltó,
que hoy te sobra.
Pondrás a prueba tus recuerdos,
anotaras que amas, que has sufrido,
que sufres, que has amado y
nunca dirás:
esto o aquello no me afecta,
nunca te alejaras de tu memoria
y es por ella,
por su gracia
que al fin
vas a volverte simple.

El pasado 13 de junio se celebro el día nacional del escritor, en homenaje al nacimiento del poeta, ensayista, periodista y político, Leopoldo Lugones. Entre felicitaciones y saludos cruzados la vieja y remanida pregunta me volvió a atacar: por que escribo? Porque siento que mi lugar en el mundo está cimentado en las palabras?
pensé sobre esto rato largo y finalmente recordé esa canción de Jorge Fandermole, Canto, que en su estribillo dice: Canto, canto. Tan débil soy que cantar es mi mano alzada y fuerte. Canto. No se mas que hacer en esta tierra incendiada, sino cantar.
Para quien escribe la palabra es su mano alzada y fuerte.

Para Bellino y para todos los escritores, sembrando sus palabras en esta tierra incendiada, cantando, vaya este feliz día un poco atrasado, para celebrar sus palabras nobles y sencillas, sus verdades.

La Creciente

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Desde que empezó temporada de migrañas he querido hablar más de La Creciente.
La creciente ya no existe como editorial pero sus libros siguen circulando por córdoba y por el país.
Alejo Carbonell, Alejandra Baldovin y Luciano Lamberti, tres poetas, empezaron con un presupuesto limitado como primera inversión, los libros eran pequeños, abrochados, con tapas llamativas, que no tenían más que imagen, prescindiendo totalmente de títulos o nombre de autores en la tapa… porque?
La creciente publicaba en su mayoría a escritores nóveles es decir a aquellos que no podían acceder a editoriales consagradas, que en general no habían publicado antes, que no habían ganado concursos y que no tenían presupuestos para pagarse su propia edición…

La arena es un puñadito

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Muchos cantan sus canciones sin saber que él existió. Otros lo conocerán solo de nombre porque alguien lo menciona, otros porque algún músico que conocen lo admira o hace versiones de sus canciones. Algunos menos habrán tenido el gusto de escucharlo por algún medio aunque más no sea virtual y algunos menos todavía llegaron a saber sobre su historia y sus obras literarias.

Héctor Roberto Chavero Aramburo, nació en Pergamino, el 31 de enero de 1908, hijo de padre con sangre indígena y madre vasca.

La Puta Patria

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La Patagonia rebelde o la Patagonia trágica es el nombre que se le dio a la lucha de los trabajadores en rebelión de la provincia de Santa Cruz, entre 1920 y 1921.
Comenzó como una huelga en reclamo por las miserables e inhumanas condiciones de trabajo que obreros y peones tenían al sur del país. La huelga, sostenida ideológicamente por el movimiento sindicalista de inmigrantes anarquistas, primero tuvo un momento de acuerdo y cesó, pero luego los hacendados no cumplieron con el acuerdo y la huelga se reanudó, solo que esta vez fue salvajemente reprimida por el ejército por orden del presidente Yrigoyen.
Esta fue la Patagonia Trágica, a su término, 1.500 obreros habían sido fusilados sin piedad.

Le chocolat c’est moi

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Una leyenda dice en México que el mismo dios Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, en tiempos ancestrales dio a los hombres en sus manos las primeras semillas de cacao.
Dicen también que para los mayas el cacao era tan preciado que se convirtió en moneda de cambio, como fuera para otras civilizaciones el oro o la plata.
Dicen también que la palabra chocolate es una adaptación de la palabra xocolātl, cuyo significado literal es agua amarga.

Operación Masacre

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Pensando en la temporada de migrañas de esta especie de programa temático, y con la idea de hablar de Rodolfo Walsh rondándome me vinieron, más que certezas, montones de preguntas: ¿Qué se yo de periodismo? ¿Qué se yo de Walsh? ¿Quién soy para hablar de estos temas? ¿No era esta una columna literaria?

10 bajistas

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Cuando pensé la columna de esta semana para Temporada de migrañas quise traerles la Antología de la nueva narrativa cordobesa “10 bajistas”, con selección de Alejo Carbonell, de Editorial Eduvim es decir la Editorial Universitaria Villa María.

Edith Vera

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Los niños son, y siempre fueron, víctimas culturales de nuestras limitaciones: muchas y diversas son las situaciones en las que se evidencia cómo se subestima a los niños, cómo se subestima y se malentiende aquello de la cultura que va dirigido a ellos.

La vida que se conoce de Ceferino Lisboa

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Quiero hablarles del libro La vida que se conoce de Ceferino Lisboa.

Es un libro editado por Pan Comido Ediciones, grupo de poetas con una mirada muy interesante, con un perfil a veces social, editando independientemente, cosa que no siempre es sencillo.
La vida que se conoce es una antología personal, con poemas escritos entre 1998 y 2009 y por tanto nos muestra por lo menos un atisbo de la mirada del poeta a través de esos diez años.

Hadrones

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En temporada de migrañas venimos abriendo pequeñas ventanas hacia libros relacionados con Córdoba, ya sea hecho por cordobeses o bien hechos en Córdoba, en editoriales locales.

Hasta ahora la mayoría han sido de poemas, la poesía cordobesa que quizás antes no se había cruzado en nuestro camino. Pero hoy quiero hablarles de un libro de cuentos, de historias mejor dicho.
Quiero hablarles de Hadrones, de Diego Vigna.

Rocamora

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“Pinta tu aldea y pintarás el mundo”
la frase esconde tanto de verdad como de mentira: Es cierto que en lo particular, en lo local, en esa aldea, se esconden las mismas cosas esenciales que en otras ciudades y aldeas, esas marcas universales, cosas que tenemos en común con esos otros, aunque nuestro color, idioma, historia y forma de vestir sean distintos.
Cosas como nuestra humanidad.

Pero también es cierto que no es lo mismo estar acá que allá.
La historia, el entorno, el paisaje, todo lo que está junto a nosotros hora a hora contribuye a nuestra manera de ver el mundo, y por tanto a nuestra forma de vivirlo.

Across the universe

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Dice el poema:

en medio del rocío
soledad
no dice demasiado
que el frio no entre al santuario
invisible planeta enano
se toma
millones de años
para llegar a tu ventana


El libro de poemas Shampu en los ojos de Jorge Naparsteck es pequeño, color crema, tiene este nombre raro que nos remite a ese ardor en la cornea, ese ardor que nos hace cerrar fuerte los ojos, que nos hace llorar para limpiarnos, que nos hace mirar al agua con los ojos abiertos en busca de alivio. Ese ardor que casi nos ciega.
Pero el tamaño del libro es solo un camuflaje y su color también, en él está las frases como concentrados de palabras, cúmulos de intensidad que a veces tardan en llegarnos por completo como la luz de esas estrellas.

Envuelto en vapor
el paneta gira
sin despertar sospechas.
vidas paralelas
ya no se tocan.
el silencio baja
como lava opaca.
se ensayan rictus
que nadie va a mirar.
en la ducha
shampú en los ojos
cada uno en su órbita
la noche toda
es un cortejo de lunas.
la caricia del agua
no puede durar.


En principio suena a que el autor de este libro es filósofo, un astrónomo, un astronauta por lo menos, pero es un hombre, acá, en la tierra, en las sierras cordobesas, en Cabana.
Un hombre que levanta la vista al cielo y allá lejos, a millones de años luz, un otro que mira: un planeta, un ente desconocido, otro hombre, una luz que nos llega después de años de haber nacido.
El libro es el de un hombre en Cabana que mira, y la mirada ya no solo es hacia arriba o al horizonte, descansa en lo diario, a veces en lo milimétricamente cercano.
Entre arriba y nosotros todo: el tiempo, la tierra, el paisaje serrano, la mirada, el cuerpo, los ciclos, el shampú en los ojos que nos hace lagrimear, llorar, y que no encuentra alivio en el agua, pero quizás si en la luz.

Dice en otro poema breve de Shampú en los ojos:

los mensajes del día confirman
todo esta bien
el cuerpo elije resistir.
pronto se da cuenta de que no hay enemigo
parece que es así
con el sol
a ciento cuarenta y nueve millones de kilómetros
hay que agradecer
esta tibieza colgada en la ventana


Hermonos, a través del universo luces nos llegan desde planetas lejanos.
Cuántas son un recuerdo secreto de las que se apagaron, o se desprenden hoy de su fuente natal para viajar lejos,
para llegarle a nuestros bisnietos en una noche fría.
A través del universo cada uno de nosotros, un planeta también, un sol en sí mismo, mucho más cercanos, emitiendo luces que bien pueden tardar años en llegarnos.

Agradezcamos oyente, como dice en el poema, esa tibieza colgada en la ventana.




Para leer más de Jorge Naparstek:
http://esatibiezacolgadaenlaventana.blogspot.com/
http://poetasalvolante.blogspot.com/2007/10/jorge-naparstek.html
http://laseleccionesafectivas.blogspot.com/2006/07/jorge-naparstek.html

El viento nos amotona

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Un hombre es un monstruo raro, mitad árbol mitad pájaro: tiene alas para volar lejos del nido, crecer hacia arriba, en todas las direcciones, raíces para mantenerse firme, nutrirse de la tierra, de todo lo que estuvo en ella antes que él.

Al leer el libro “Cría”, de Laura Pratto, lo primero que es evidente es que se habla desde la hija, la mirada desde abajo que se tiene aun pasados los años cuando se habla con los creadores.
La cría le habla al padre de la sangre, de la especie, mira a su creador, absoluto y humano a la vez; escucha esas voces familiares pero ajenas como familiares y ajenas le son las historias que les cuentan.

Pero no es solo hablarle a un padre casi anciano, porque se le habla al padre de la vida pero también y sobre todo se le habla al padre del idioma, más precisamente de la lengua, esa lengua que se habla en el campo, en la pampa cordobesa, o la lengua de inmigrantes piamonteses; la palabra cerrada en la boca seca; la lengua cotidiana y sencilla, con multitud de refranes, de dichos; la lengua de los pobres, los obreros. Todas las lenguas juntas, filtradas por el tiempo, por los días, para volverse nuestra lengua.

Dice un fragmento del poema:

“Escribí como sonaba
con tal de alargarle
la vida a ese aluvión
De epítetos: esgunfiabale.
badola. balelungue. fulatún.
veschagrama. nifiacul. tumalín.
nunca me saldrán
parecidos a como allá eran
padre y madre en clave
reían en el dialecto se entendían
entre ellos ntranuiaitre a su decir
que dejaba afuera mi saber de oído”

En “Cría” vemos este devenir de la lengua a través de un diálogo tan íntimo, tan personal entre hija y padre, que la situación es casi obscena, nos ponemos la piel de la cría, una piel que no es nuestra pero que bien podría serlo porque todos somos al fin y al cabo hijos, heredando genes pero también miedos y costumbres, una cultura, un idioma.

Oyente, le recomiendo especialmente este libro de poemas de la Editorial Recovecos, pero le recomiendo más aún: esta voz que usted tiene, este idioma, esta lengua: críela, hágala crecer, tome lo heredado y déjelo en el mundo, enriquecido para su cría.

La persistencia de la memoria

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A cierta hora, un bisabuelo encuentra a su bisnieto. El bisabuelo está completamente chocho (sus pensamientos son del color del agua) y sonríe con la misma beatífica sonrisa de su bisnieto recién nacido. El bisabuelo es feliz porque ha perdido la memoria que tenía. El bisnieto es feliz porque no tiene, todavía, ninguna memoria.
He aquí, pienso, la felicidad perfecta. Yo no la quiero

Desmemoria Eduardo Galeano


La memoria es una de las potencias del alma y esta estrechamente ligada al aprendizaje. Por eso es difícil imaginarse a un pueblo que aprenda si no recuerda.
Leer el libro titulado “Videla”, del gran poeta cordobés Alejandro Schmidt, me deja una gran incomodidad: no es un libro que nos calme, no usa lugares comunes, extorsiones emocionales; no da golpes bajos, no nos deja tranquilos diciendo que estamos haciendo lo adecuado.

Es un libro incomodo.


Incómodo porque el libro está lleno de preguntas. Porque allí el autor parece querer ponerse y ponernos a prueba.
Ponerse en tensión, salirse del lugar común, preguntarse quién soy, que estaba haciendo el 25 o el 23 de marzo del 76, que estoy haciendo ahora, quienes son mis muertos, que estoy pidiendo cuando pido justicia.


Plantearse la dictadura no sólo como algo histórico y político, sino también como algo personal que atravesó la vida de todos los que habitaban y habitan este país, hayan nacido y vivido esa época o no, desaparecidos o no, presos o no, exiliados o no, perseguidos o no, señoras de sus casas o no, enterados de tanta atrocidad

o no.

Es un libro incomodo. Incómodo porque nos dice que Videla también es parte de nosotros, de lo que fuimos, de lo que somos, de lo que queremos o no ser como personas, como país. Parte de nosotros no porque coincidamos sino porque sus acciones, y las de tantos más junto a él, nos han marcado de manera indeleble.
Es parte de nosotros porque es parte de nuestra historia individual y colectiva.

En ese sentido el libro es diferente: no esta escrito desde el centro mismo de las cosas, sino desde el margen; no es un protagonista quien lo enuncia, es un extra que ha visto la escena desde un costado (aunque no desde afuera) y se pregunta ahora quién era y quién es; quiénes éramos para que pasara eso en nuestro país. Quiénes somos ahora, quienes tendremos que ser para que nunca más sucedan estas cosas.

Es incomodo ver ciertas cosas, es verdad, pero tenemos que ponerle el pecho al asunto y hablar de esto, hablar y seguir hablando desde la honestidad más serena y verdadera; hacernos cargo de que el sol no se tapa con un dedo, de que es necesario ver para actuar, de que -aunque no veamos- lo que pasa a nuestro alrededor se nos filtra por los poros, se instala en los cimientos de todo lo que hacemos.

Hablar, reconocer, pensar, hacer.

Recordar.

Y no asistir impasibles a esta escena nunca más.
Seguir el ejemplo de esas que fueron llamadas locas cuando se negaron a olvidar

Visible y cercano

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A veces, frente al papel e blanco, un escritor se plantea qué quiere de la literatura y, también, qué quiere la literatura -los lectores- de quien escribe.

No hablo de aquellos que hacen escritos por encargo o aquellos que dejan de lado el estilo propio para volcarse a géneros o estilos más populares o, mejor dicho, taquilleros.

Hablo del lugar que ocupa un escritor en la sociedad y lo que la sociedad le pide a ese autor. En otros tiempos quizás a un artista se le podía pedir exclusivamente que sus creaciones fueran bellas en su forma, en otros que cumplieran una función educadora del lector o espectador, moral si se quiere; en otros tiempos puede que se le pidiera originalidad, visión, un “estar adelantado a su época”.

En mi muy humilde opinión lo que hoy por hoy me gustaría pedirle a un escritor es honestidad.
No quiero decir con esto que no me interesa la belleza en el arte, pero encuentro a lo bello indisolublemente ligado a esa honestidad artística.

Circe Maia, una reconocida poeta uruguaya, decía en uno de sus poemas:

Trabajo en lo visible y en lo cercano
—y no lo creas fácil—.
No quisiera ir más lejos. Todo esto
que palpo y veo
junto a mí, hora a hora
es rebelde y resiste.

Para su vivo peso
demasiado livianas se me hacen las palabras.


Y verdaderamente demasiado livianas se nos hacen las palabras cuando quien escribe lo hace desde la impostura. Impostura, deshonestidad, que puede notarse tanto en las mismas palabras -como si alguien hoy por hoy nos hablara de “Tú” o de “vosotros” y no de “vos” o “ustedes”- como en el tono -en esos poemas de chicos piolas que se las saben todas- pasando por, entre otros, los temas –esas grandilocuentes meditaciones cuasi filosóficas que están en el papel para demostrarnos que ellos estudiaron mucho y saben más que nosotros-.

Yo como lectora me quedo con la honestidad, con eso visible y cercano que, como dice el poema, muchas veces se resiste a ser escrito, a ser nombrado por palabras livianas.

Cuando leo tabaco mariposa de Elena Anníbali, lo leo con fluidez, con tranquilidad, como si fuera algo que tenía que hacer. Y lo leo así porque le creo.

Le creo que es de la pampa cordobesa, de un pueblo famoso por los salames y las sembradoras.

Le creo que es mujer, que se enamoró, que aprendió a fumar, que fue niña.

Le creo ese clima cercano, le creo que habla como escribe.

La honestidad toca todo eso que construye ese palacio sumergido, la intimidad cálida y austera.
Dice en el poema tabaco mariposa, que da nombre al libro:


aprendí a fumar con rubén
enrrollando tabaco mariposa en papel
de seda

lo hacíamos de noche
sentados en un escalón de la casilla
mientras a nuestros pies
sus lánguidos perros soñaban
con la sangre dulce de las liebres
en el monte cercano

a veces todo era oscuridad, salvo
su cara
iluminada brevemente por el fuego
como un animal
por los relámpagos

el día que se fue del pueblo
me dejó su radio
y los jabones partidos
que yo usaba pasándomelos
despacio
por el cuerpo

con la última espuma disuelta en el agua
se fue, también, la memoria
y el deseo de él
una cosa fragante
y sutil
como los eucaliptos
cuando los moja la niebla



Esa belleza y esa honestidad, juntas, sutiles y fragantes como esos eucaliptos mojados por la niebla, son todo, y no es poco, lo que creo podemos pedirle a un escritor: una ventana a su más verdadero mundo, para poder entender el nuestro.