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Natacha y Borges

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Después de muchas postergaciones, Natacha cumplió su promesa de enseñarme a adivinar la suerte. La iniciación en el oficio no fue ni misteriosa, ni ritual, ni esotérica, ni nada que se parezca a lo que alguna vez había imaginado. Mi primera y última lección la recibí tomando mates en su puesto de flores del cementerio de San Jerónimo.
Para duplicar mi asombro no me habló ni de cartas de tarot, ni de borras de café, ni de líneas de las manos. Me hablo de Borges. Me dijo que Borges creía que solo existen cuatro historias, y que a partir de ellas solo podemos esperar variaciones, y que en esas variaciones se agota toda la literatura.

En la adivinación, enfatizo Natacha, es casi lo mismo pero más sencillo: Las historias son tres. El resto es un trabajo de sensibilidad poética, de matices y cadencias.

Sin asomo de duda, me tomo de las manos, me miro a los ojos y me dijo:

-Para que el cliente sepa que ves el pasado, le decís: Usted nació.
-Para que el cliente sepa que ves el futuro, le decís: Usted se va a morir.
-Para que el cliente sepa que ves el presente, le decís: El amor duele.

Natacha me soltó las manos, prendió un cigarrillo y dio por concluido el curso con un lapidario ”…Eso es todo lo que tenés que saber”.
Después de muchas horas sin dormir llegue a la siguiente conclusión: Los ciegos y las personas que lo ven todo son inescrutables.

La epifanía de Olivio Durán

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En los primeros años de su carrera el ahora prestigioso director de cine Olivio Durán, no era tenido en cuenta por casi nadie. Todas las puertas se le cerraban, y solo un pequeño cine-bar de la zona del Clínicas proyectaba sus desquiciados films.

El cine-bar estaba situado en la esquina de Santa Rosa y Chubut y era regenteado por el mítico Oso Panza (un ex recluso taciturno y amante del séptimo arte). Se sabe que tuvo un período de gloria a fines de los 80 y luego cerro para siempre.

En el cine-bar se realizaban tertulias de la más diversa índole. Son memorables todavía las lecturas del señor Kong en los “Viernes de poesía”; o los cuentos del Cronopio, los martes al mediodía, en su ciclo “Monstruos domésticos”. Y ni que hablar del Vengador Justicialista apareciendo los Sábados a la hora de las brujas con una máscara negra, capa flameante, y aliento a vodka.

Habla Siconarcópulus

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Hará unos cuantos años, en la esquina de Santa Rosa y Chubut, discutí con el escritor de Alberdi acerca de la propiedad del arte. Por supuesto él no sospechaba quién era yo, pero defendía con obstinación, el insensato, el triunfo final de la palabra anónima, y era del todo ajeno al concepto del plagio, para él sin duda menos literario que comercial.

Lo que no sospechaba, lo que no podía sospechar este hombre, es que el diálogo era profético. Unas horas después, cuando se apresuraba con su estuche de guitarra camino al Clínicas intentando eludir su destino, mis hombres lo interceptaron y le arrebataron todos sus escritos.

En ese momento, otro grupo entraba a su casa para no dejar rastro de algún papel que llevara su firma.

Sentí la victoria entre mis manos. Creí que el olvido se impondría al quemar su infame obra.

Y lamentablemente en estos días, que ya no están ni él ni sus papeles, labios anónimos repiten sus palabras hasta el cansancio.

Ese plagio me avergüenza y me destruye cada minuto que pasa.

Chubut, Natacha y después…

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En Alberdi, las historias de Silvio se dispersaron de un modo misterioso.

Primera hipótesis: En el bar de Santa Rosa y Chubut, un tipo oscuro y reservado refiere historias de músicos y delincuentes a los parroquianos de turno. Para hacer más verosímiles sus fábulas lleva consigo un estuche de guitarra y algunas veces se va sin pagar del recinto cuando el mozo se distrae.
Un día deja de ir, pero los borrachines siguen inventando historias y se las atribuyen todas a él. Sucede algo insólito: Alguien recopila las historias y las manda a distintas audiciones de radio firmando como un tal Silvio.

Segunda hipótesis: En el bar de Santa Rosa y Chubut un tipo solitario escribe sin parar unos manuscritos que no deja leer a nadie. Solo conversa lo indispensable con el mozo para pedir, pagar o preguntar la ubicación del baño. Un día se olvida de todo lo escrito sobre la mesa. No regresa nunca más.
El mozo deja los papeles sobre el mostrador, y la gente los lee cuando esta aburrida o los confunde con el diario.
Alguien los roba y los publica bajo el nombre de Silvio.

Tercera hipótesis: Natacha, la gitana, conoce en el bar de Santa Rosa y Chubut a un futuro escritor que se va a morir. El problema es que aún no ha escrito nada y le queda poco tiempo. Como ella ve todo lo que le pasa a todos, deja que se muera, escribe lo que él nunca va a escribir y lo pública con el seudónimo de Silvio.

Cuarta hipótesis: El bar de Santa Rosa y Chubut no existe.

El pasado inmediato de Natacha

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¿Y como es ver todo? ¿Se puede ver todo y traducirlo? ¿A quien le sirve?
Natacha clavo la vista en la esquina del cementerio de San Jerónimo, justo en la esquina en que alcance a ver a Silvio y me empezó a explicar.
-En principio es fácil, porque nadie sabe que le va a pasar, y empieza a trazar su destino a través de mis palabras, de lo que mis palabras dicen que va a ser su destino. ¿Se entiende? Pero con Silvio, las cosas fueron distintas. Era como recomendarle un libro a un condenado a muerte. ¿Qué libros leen los desesperados?¿Que libros le sirven?¿Como te imaginas vos la sala de lectura de un patíbulo?
-No tengo idea-dije.
-Bueno, eso también me pasó a mí. Sabía como iba a terminar todo, sabía la tragedia que se avecinaba….. Vi el incendio, vi la ira de Siconarcópolus, vi los nubarrones que oscurecían el horizonte. Pero por primera vez en mi vida, no sabia que decirle a alguien sobre su propio destino, porque en realidad, Silvio también lo sabia, es decir… lo había escrito, a su manera lo había profetizado. ¿Cómo yo iba a ser tan torpe de poner sobre el regazo de un condenado su propia novela?
-Entonces ¿Qué hiciste?- pregunte desesperado.
-Le di amor – dijo Natacha.
-¿Cómo amor?- repregunté estúpidamente.
-Le dí…..amor….Si de todas formas nos vamos a morir, nos vamos a morir contentos.

Vuelve Silvio

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Lo malo de tener una conversación frente al cementerio es el riesgo de caer invariablemente en el tema de los fantasmas. Y si esa conversación es con Natacha, hay póker de peligros: Porque una adivina, una profeta, un oráculo, ve todo al mismo tiempo. Es decir, el futuro y el pasado; lo que piensan los vivos, pero sobre todo lo que piensan los muertos…Porque los muertos, pobrecitos, no hacen otra cosa que pensar. No les queda otra.

En la calle no hay nadie, es muy temprano hasta para tomar mate y de pronto una figura oscura y fugaz dobla la esquina y se pierde como quien va para alto Alberdi. Lo veo un segundo, pero es suficiente: Va vestido de negro y con un estuche de guitarra en la mano.

-¿Lo viste? Es Silvio- le digo a Natacha con un principio de espanto.
-¿El tipo que salió del cementerio? Me contesta Natacha sin quitar la vista del mate.
-Sí, ese…ese- le digo señalando ridículamente con el dedo índice hacia la nada.

Natacha hace una pausa teatral y recita como de memoria: “Los escritores son las únicas personas que trabajan siempre, estén donde estén. Incluso cuando duermen o se mueren, algo que no ocurre con otros oficios. Los actores, se puede aducir, siempre trabajan pero no es lo mismo: el escritor escribe y tiene conciencia de escribir. Mientras que el actor, en una situación límite, solo aúlla. Los policías siempre son policías, pero tampoco es lo mismo, una cosa es ser y otra cosa es trabajar. El escritor es y trabaja en cualquier situación. El policía solo es. Lo mismo se puede aplicar al asesino profesional, al militar, al banquero. Las putas, o las adivinas tal vez, sean lo que más se acerca al oficio de la literatura…”

Natacha ceba otro mate y se ríe. Y antes que le pregunte nada, me contesta: El tipo acaba de salir caminando de un cementerio. ¿Quién puede saber con certeza si está vivo o muerto?

Habla Natacha

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Estoy en Alberdi frente al cementerio de San Jerónimo, porque vine a ver a Natacha. Cuando las cosas no andan del todo bien me dan ganas de hablar con ella.

Natacha atiende un puestito de venta de flores al frente de la Iglesia. Y no es que no le vaya bien adivinando el futuro. Lo que pasa es que es demasiado buena en lo suyo y sabe que tarde o temprano todos terminaremos llevando flores o recibiendo homenajes de ese tenor.

Creo que está de más decir que Natacha prefiere la belleza al éxito. Y lo bien que hace.

Ayer me dijo: “…Si tuviera que asaltar el banco más vigilado de Europa y si pudiera elegir libremente a mis compañeros de fechorías, sin duda escogería un grupo de cinco poetas. Cinco poetas verdaderos, apolíneos o dionisiacos, da igual, pero verdaderos, es decir con un destino de poetas y con una vida de poetas. No hay nadie en el mundo más valiente que ellos. No hay nadie en el mundo que encare el desastre con mayor dignidad y lucidez. Son, en apariencia, débiles, pero su fragilidad, sin embargo, es engañosa. También su humor y las manifestaciones caprichosas de su amor. Tras esas sombras vagas se encuentran acaso los tipos más duros del mundo y seguramente los más valientes. No por nada descienden de Orfeo, que marcaba la cadencia del remo de los Argonautas y que bajó al infierno y volvió a subir, menos vivo que antes de la hazaña, pero vivo al fin y al cabo. Si tuviera que asaltar el banco más protegido de América, en mi banda sólo habría poetas. El atraco concluiría, probablemente, de forma desastrosa, pero sería hermoso.”
Palabra de Natacha. O no, no importa. La belleza no es patrimonio de nadie.

Eso sí: a la belleza, se la distingue a simple vista porque huye escandalizada de los cobardes.

Chubut, Santa Rosa y después: Gitana robaste mi alma (Parte 2)

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“En la mitología griega, Casandra era hija de Hécuba y Príamo, reyes de Troya. Fue sacerdotisa de Apolo, con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió a los arcanos de la adivinación, rechazó el amor del dios; entonces éste, viéndose traicionado, la maldijo escupiéndole en la boca. ¿Qué implicaba esto? Ella seguiría teniendo su don, pero nadie creería jamás en sus pronósticos.

Chubut, Santa Rosa y después: Gitana robaste mi alma (Parte 1)

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Al final fui. Primero dudé, porque esa clase de cosas siempre me parecieron ridículas, fraudulentas, una incitación al pensamiento mágico y la ignorancia. En mi escala de valores representaba lo peor del ser humano, incluso más denigrante que la religión, la política o el psicoanálisis.

Chubut, Santa Rosa y después: La muerte enamorada

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Esta vez sucedió de otra manera. Estaba en mi casa hablando por teléfono, haciéndole un favor a un amigo al que le habían cortado su línea por una confusión con un pago no registrado.

Como siempre en este tipo de instancias la situación era insoportable, es decir: Largas explicaciones a empleados mal predispuestos, que te derivan a un superior o a otro empleado al que hay que contarle todo de vuelta desde el principio. Largas esperas escuchando la marcha del elefantito y un listado exhaustivo de datos irritantes sin los cuales el trámite no avanza.

Después de una hora de estas peripecias, uno se siente en el colmo del absurdo. Es que la vida es breve y el universo es infinito y misterioso; entonces es imposible evitar el sentimiento trágico de que uno se pierde tantas cosas (tantos libros que no va leer, tantos mujeres que nunca va a conocer….); y me encuentro desperdiciando una tarde con gente a la que le represento una molestia, por un problema que no me afecta, para hacerle un favor a un tipo que no me llama nunca.

Chubut, Santa Rosa y después: El día del arquero

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El miedo paraliza. Por eso es todo un trabajo, un proceso, controlar nuestros temores profundos. Desde la época cuaternaria, cuando todavía los continentes no habían alcanzado su configuración actual y los neardentals habitaban las cavernas, el hombre intento exorcizar sus terrores de diferentes maneras. En ese entonces, por ejemplo, se dibujaron en las cavernas mamut, renos y bisontes con la supersticiosa intención de favorecer la suerte del cazador.

Se buscaba establecer un poder simbólico sobre esas bestias, porque se las necesitaba como alimento; y alimentarse era el equivalente a no morir.

Por eso, desde aquellas remotas épocas, cuando algo nos atemoriza, nos aterra, cuando tenemos que enfrentarnos a lo desconocido, intentamos tomar el control de la situación de alguna manera, aunque sea simbólica: Produciendo arte, inventando mitos, erigiendo religiones, sistematizando observaciones.

Chubut, Santa Rosa y después: La gotera

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Dm Am
Ya nunca encontrare aquella esquina
E7
que contaban las misivas
Am-A7
entre copas y cafés.
Dm Am
Las calles y las lunas de este barrio
E7
pertenecen a corsarios*
Am
todo ha muerto ya lo sé.



Todo comenzó con una gotera. Se me ocurrió llamar a un plomero para poner fin a las filtraciones de humedad que me obligaban en los días de lluvia a recurrir a baldes acumuladores que resonaban con ritmos acuáticos.


Y lo que emprendí como una solución necesaria a un problema de la infraestructura de mi hogar, desembocó en algo atroz, ya que a partir de allí me vi envuelto en una serie de eventos de difícil explicación. Creo que cuento estos sucesos para no volverme loco. Porque narrándolos como hechos ficticios, todos crearan que invente una historia y yo mismo, al transcurrir los años me persuadiré que así fue.


Al fin y al cabo, la realidad, es lo que todos acordamos que sea la realidad.