Stairway to heaven

Después de mucho tiempo de haberme pasado la vida encerrado entre las cuatro paredes y el trabajo, pude darme el lujo de asistir a mi viejo bar... emocionados, los mozos se peleaban por servirme la birra del retorno... sólo por verme de vuelta, porque nunca me sobró un centavo para una propina.

Pasa que yo me acostumbré a salir con lo justo, cosa que, si alguien me roba el bolso, se encuntre con la decepción de un montón de papeles escritos con una letra incomprensible (sí, es por eso que tengo una letra horrible). Es que hay mucha inseguridad, tal como lo dice el taxista... uno no puede salir a la calle con nada porque ya se convierte en objeto de deseo para los ratas y que te pueden tirar al piso, adornarte de piñas o volarte la cabeza de un tiro, pero ¡pará!

¿Qué onda?


Cuando yo tenía 15 años, mi abuelo me regaló una campera de cuero que él usaba cuando tenía esa edad y mis viejos me decían que no la usara porque me la iban a robar. ¿Qué pasó? Mi cuerpo creció y la campera ya no me sirve. Me pasé todo ese tiempo temeroso por culpa de una paranoia social y perdí una herencia que, con suerte, podrán usar mis hijos o mis sobrinos.

El problema no reside en lo que pueda pasar en la calle. Y tampoco depende de esa idiotez de pecado capital posmoderno que dicta “no ostentarás tu riqueza”. Este problema tiene su acta de nacimiento en aquellos anónimos que publican discursos sobre crímenes. No es que esté mal informar a la gente lo que sucede, porque si ése fuera el punto, eliminemos al periodismo, hagamos popó sobre el derecho a informarse y que sólo exista el pregonero del rey. Pero cuando un medio periodístico pegó tongo con determinado candidato, éste le puede decir “che, creame una demanda de seguridad, que mi campaña va a estar orientada a eso”.

Y como acá no somos tan salvajes como los yanquis, acá no salimos a la calle con un arma. Acá, afortunadamente o no, la apología de la paranoia tiene como resultado la incorporación de nuevos efectivos policiales, nuevos móviles que amanecen chocados y dados de baja a los dos meses por accidentes boludos como reventar la suspensión por pasarle por encima a un cordón a toda velocidad, ¡ah! y un par de helicópteros...

¡Pará! ¿Helicópteros? ¡Me encantaría poder tomarme en serio la existencia de los helicópteros de la policía! Pero, mirá que le pongo toda la onda, ¿eh? Imaginate esto:

[En tono de noticia] ¡Cinematográfica persecusión en calle Chacabuco! Un traficante viaja a 180 kilómetros por hora perseguido por tres móviles y un helicóptero que vuela por encima del coche sin poder hacer nada...

En serio, ¿para qué están esos helicópteros? Me gustaría pensar que con esas luces que tienen alumbren un boliche, o al menos puedan llamar a Batman. No me importa que ahora Batman sea Ben Affleck... bah, sí me importa, ya arruinó Daredevil, que por favor sea otro, por piedad.

Pero, ¿por qué hay helicópteros vigilándonos? Siento decirlo, porque nosotros lo permitimos. Hagámonos responsables. Lo permitimos con nuestros votos y lo permitimos comiéndonos el viaje de que hacían falta nuevas medidas de seguridad.

Pasa que, cuando pasó lo del caso Bloomberg, De la Sota encontró una mina de oro, consagró el CAP, transó con el Manhattan Institute, proclamó la Tolerancia cero y todo portador de rostro fue preso. Era obvio, ganó su pollo Schiaretti. Una vez instalado el miedo, con sólo promover medidas de seguridad, tenía garantizado el camino al cielo.

El asunto es que hay un verso bíblico que dice “bienaventurados los pobres, pues de ellos será el reino de los cielos”. La ironía que implica a un paraíso y a una prisión de pobres me hace pensar en dos cosas: o que la “emocionante” visita de De la Sota al Papa fue una farsa, o que el reino de los cielos está en Bouwer.

Ahora, yo soy ateo, así que me importa poco qué clase de experiencia espiritual pudo haber tenido nuestro gobernador. Pero si, después de esta visita al Papa, De la Sota no reconsidera su doctrina de captura al portador de rostro o gorra, aconsejo dejar de darle tanto rédito al Papa argentino, porque al menos le tendría que haber preguntado si se confesó en los últimos dos años, no sé, calculo que le habrá dado la posibilidad de confesarse.

A raíz de esto, me pregunto si en algún momento habrán pensado en hacer que las oraciones para el perdón de los pecados fueran proporcionales a la cantidad de pecados cometidos, pongámosle, por cada mentira corresponde un Gloria, que los más expertos lo rezan en cinco segundos, y prorrateamos una mentira por cada ciudadano que la escuchó. Por ejemplo, con sólo que haya dicho que su gobierno es progresista, que lo escucharon o leyeron, ponele, un millón de personas, se pasa, a ver... cinco millones de segundos (que son 83 mil minutos, es decir, 1388 horas). Casi 87 días durmiendo un promedio de 8 horas por día. Díganme si me equivoco, porque los números son o mío y menos si lo tengo que administrar en rezos. Y no conté las horas para comer, ponele una hora al día... 92 días y medio rezando.

Y no conté si le dedica un tiempo a su vida conyugal... ¡Un momento! ¡¡Está con otra mujer que no es de su primer matrimonio!! Bueno, como la iglesia católica no reconoce el divorcio, está viviendo en pecado, un padrenuestro por cada relación sexual extramatrimonial. Seamos generosos, digamos que tuvo unas 250 con cada esposa después de Silvia Zanichelli, quien es hija del ex gobernador radical Arturo Zanichelli, ¡pero qué casualidad! Bueno, volvamos a los pecados... 500 padrenuestros de 15 segundos... bueno, son dos horas, no le hace nada, pero tenía ganas de mencionar la anécdota. Aún así, me sorprendería que el Papa no le haya cuestionado el hecho de que se haya divorciado y me sorprende que lo dejó entrar a su residencia con su actual esposa sin que se haya mencionado en ninguna noticia.

Coooomo sea, si prorrateamos cada mentira por, ponele, doscientos mil cordobeses que las escuchó, ponele, obtendríamos un resultado imposible de rezar dentro del lapso de una vida humana, lo que significa que terminaría rezando entre la lava volcánica y los tridentes.

¡Ojo! Esto lo estoy diciendo sólo en relación a nuestro gobernador De la Sota porque hace poco fue al Vaticano, pero lo mismo se aplica por igual a todos, así que, saquen la cuenta por su figura pública preferida en sus casas, pero sean escrupulosos con la audiencia, los involucrados, etcétera. Si van a hacer un cálculo de las oraciones de alguien, no sean tan chapuceros como yo.

¡Ah! Y me olvidé de tomar en cuenta de que la persona debe arrepentirse de su pecado... bueno, ahí, más de uno va directo al horno y será nuestro pan de carne de cada día.

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