Guerra de comida

Ayer, después de un día de verano apresurado que me obligó a poner mi camisa preferida en el lavarropas debido a que el sudor y el viento con tierra la convirtieron en una mezcla entre la ropa de Tarzán y un pantano, me senté a escribir en el patio de casa. Me preparé un trago de fernet, bien fuerte, no sólo por el sabor, sino porque agarré la costumbre de prepararlo fuerte para evitar que alguien me pida un trago, porque soy un tanto egoísta, sí, y si alguien se anima a tomar de ese mismo trago, con orgullo le convido, porque es alguien del palo. Así también, fumo puchos negros, porque en este mundo, si uno tiene puchos, se convierte en el pararrayos del mangueo.


Y en este aspecto, SÓLO en este aspecto, me siento similar a los Estados Unidos. Ojo, orgulloso de serlo, ¿eh? Porque significa que, a través de esta estrategia mezquina, puedo llegar a tener poder por sobre los demás. Mua, ha, ha, hah.

Pasa que, del mismo modo que yo mezquino al resto de la humanidad estos dos tóxicos legales, los EEUU mezquinan otros tóxicos al resto de la humanidad. Bueno, los agroquímicos, la comida rápida y la Coca-Cola, más conocida como el quitaesmalte para dientes, los venden, pero no los venden baratos. Pero bueh... a los tóxicos a los que me refiero es, por ejemplo, las bombas nucleares.

La ONU, ubicada convenientemente en Nueva York, propuso el desarme nuclear en todo el mundo... obviamente, los países beneficiados fueron los que aún conservan sus armas, Rusia, Francia, China, Reino Unido y Estados Unidos. “Los hermanos sean unidos, porque ésa es la ley primera”, decía nuestro célebre payador José Hernández, pero como pocas veces en la Historia, David Cameron tuvo que anunciar que el Reino Unido no participará en el ataque a Siria después de que el Parlamento votó en contra y les jodió a los yanquis el plan maquiavélico internacional.

Pasa que, como sabrán ustedes, Siria es el diablo de moda. Acusan al presidente de haber encabezado un ataque con armas químicas, lo cual lo convierte en un inmoral, en un insensible, que no tiene códigos, que las armas químicas están prohibidas, y que todos los sirios se merecen de la cálida contención de los militares estadounidenses, tal como sucedió en Irak durante la “Crónica de la muerte anunciada de Saddam Hussein”, escrita por un tal Jorgito Bush, que pueden conseguir en cualquier librería o en cualquier archivo de prensa ficcional del mundo.

¿Sabe usted qué pasa en realidad?

Todo el mundo dice que todo este enfrentamiento bélico está orientado a intervenir militarmente el país para tener control sobre el petróleo, pero yo estoy convencido de que eso no es cierto y tengo pruebas para decirlo, no como la mediocracia generalizada. Ya saben de quién estoy hablando, ¿no?

El tema es así. La enorme diferencia entre los supuestos ataques terroristas de Al Qaeda y las supuestas armas químicas de Siria reside en la magnitud, en la localización y en el espectáculo que implicaron, pero la finalidad es más o menos la misma.

El ataque a las Torres Gemelas fue un disparador necesario porque los yanquis se estaban quedando sin guiones para sus películas. Las comedias románticas eran y siguen siendo todas iguales, Jennifer Aniston sigue haciendo el mismo personaje desde Friends, etcétera. Como se darán cuenta, también, desde el año 2001, los cineastas se la pasaron refritando superhéroes de comics de los años ‘60 como Hulk, Batman, Daredevil, los X-Men y hasta Spiderman, que tuvo que suspender por un tiempo su primera película porque “¡Oh, carajo! ¿Dónde están las torres? ¿De dónde me voy a colgar?”. Pero el ataque de las torres fue sólo para eso, para potenciar el cine yanqui; no es como en el ajedrez, que si le comés las torres al oponente, tenés una gran ventaja.

La razón oficial para invadir Irak, fueron las armas químicas, las cuales nunca fueron encontradas. Resulta que, cuando los yanquis invadieron, no encontraron nada. Ni armas químicas, ni armas de destrucción masiva... sólo un par de tipos – y hasta niños – jugando a la guerra y una excusa excelente para violar toda clase de derechos humanos.

Pero la escalada de muertos por esta guerra no fue tan masiva como el exterminio de Hiroshima y Nagasaki, lo que me hace pensar en que, si el motivo era el petróleo, ¿por qué dejaron a tanta gente viva? Digo, porque si el bien preciado está bajo tierra, poco importan los que estén en la superficie, ¿no?

Algo parecido pasa en Siria. Del “supuesto” ataque de armas químicas, ya se sabe públicamente que fue fraguado por los mismos yanquis, y además cuentan con un glorioso antecedente en 1988, cuando Saddam Hussein lanzó ataques con armas químicas contra Irán, los cuales fueron apoyados por EEUU, según se reveló en algunos documentos de la CIA que fueron desclasificados. El tema es que, estos ataques tienen como resultado una pequeñísima cantidad de muertos en comparación con otros enfrentamientos bélicos pasados.

Entonces, yo pienso... si un país fue capaz de arrojar dos bombas nucleares, ¿por qué le importa tanto la vida humana? ¿Para quedar bien ante la opinión pública? Lo dudo, eso es algo que nunca pareció importarles.

Para esto, yo tengo una teoría: en las personas del pueblo invadido hay algo irremplazable.

La Operación Paperclip, mediante la cual el gobierno estadounidense incorporó científicos alemanes después de la caída del Tercer Reich, es una prueba de ello.

Pero en la actualidad, ¿cuál es ese bien preciado que persigue el gobierno estadounidense en Siria?

Las empanadas.

Tuve la oportunidad de probar empanadas sirias y estoy convencido de que ameritan una guerra internacional.

Es más, estoy seguro de que invadieron Irak para obtener la receta secreta de las brochetas de cabrito a la parrilla.

Y estoy seguro también de que la invasión de la Alianza sobre la Alemania nazi, no fue para derrocar al nacional-socialismo, porque la Unión Soviética ya se estaba encargando de ello. Fue para obtener las recetas del chucrut, del leberwurst y de las salchichas.

Y el bloqueo a Cuba fue para obtener la receta del Ron, y en ésa les fue bien.

Y la Guerra Fría... bueno, la Guerra Fría fue completamente inútil.

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