Una bula para los internautas

Después de una semana en la que el clima demostró ser bastante bipolar, se me hizo difícil encontrar un claro en el cual sentarme a degustar un porrón helado que haga contrapunto con un día caluroso.

Sólo un acontecimiento pudo darle valor a incurrir en estados alterados de conciencia: la celebración del aniversario del natalicio de nuestro compatriota Santiago “Polilla” Pfleiderer, quien coparticipó asado y choripanes como si estuviese a punto de lanzar su candidatura para las elecciones.

Durante la celebración, en un momento, la conversación derivó en si Aerosmith es rock o pop, y la guerra empezó con los cuchillos en la mano, enfrentamientos encarnizados, y con el rostro ensangrentado, el que subscribe gritó: ¡Por favor, no metan a los choripanes en esto!

La Cruz Roja ingresó en el quincho y se llevó los choripanes y un quilo y medio de bondiola de cerdo. La bondiola desapareció, lo cual compungió a los combatientes de ambos bandos, quienes salimos a rastrear la zona para recuperarla.

Llegamos a un falso campamento de la Cruz Roja, en el que había una flaco masticando un sánguche de bondiola mientras trataba de descargar un disco de Aerosmith desde el sitio de Taringa.


¡¡Están todos los links caídos!! Gritó el punguista de la bondiola y se largó a llorar desconsoladamente.

Me siento a su lado y lo distraigo con palabras de consuelo mientras los demás compatriotas le sustraen la carne.

Y le digo: Mirá, loco, lo que pasa es que a Taringa le clavaron un juicio por facilitar la descarga ilegal de contenidos protegidos por derechos de autor, lo cual es una farsa porque acá no hay casi leyes para el uso de internet, pero las grandes editoriales y discográficas están tan interesadas en sostener su tongo, que quieren meter en prisión a toda costa a cualquiera que represente una amenaza. Es algo así como cuando los inquisidores de fines de la Edad Media perseguían a los judíos conversos porque su religión era una competencia para la religión católica. La diferencia, claro está, reside en que, en ese momento, las religiones se disputaban el poder y el capital del pueblo, mientras que ahora, las editoriales pelean por tener la supremacía en la oferta de contenidos a cambio de dinero, mientras internet los ofrece gratuitamente.

Sería algo así como si un cura pudiese garantizarte el perdón de los pecados, el ingreso libre y gratuito al Paraíso, el derecho a leer la Biblia e interpretarla como se te cante, sin pedir a cambio un diezmo y sin tener privilegios impositivos por parte del Estado.

Pero no te preocupés, flaco, mirá... acá hay un sitio en el que están todos los discos de Aerosmith y de todo el pop internacional.

¡¡Pero Aerosmith es rock!!

Bueh... desaparecé de mi vista.

El tema es así; los inquisidores de los derechos de autor dejaron de ser los autores hace mucho tiempo. Cuando Gutemberg inventó la imprenta, no salieron los cuatro evangelistas a protestar, porque ya llevaban varios metros bajo tierra y muchos años alimentando gusanos. Salieron al combate los rectores del clero para que los textos no se difundan fuera de su control, no vaya a ser que distorsionen las palabras de Jesús para legalizar el aborto.

De una manera análoga, cuando la difusión gratuita de las obras comenzó a amenazar el mercado editorial, sólo algunos que gozan de la millonada como Metallica se mostraron ante las cámaras diciendo que compren los discos originales. Mientras tanto, Paulo Coelho, a quien no traigo por su obra, porque me parece que lo que escribe es un laxante... el loco dijo que las descargas por internet de sus libros potenciaron sus ventas, ya que llegaron mucho antes a países donde sus obras no existían, de manera tal que, cuando llegaron las copias impresas, las ventas fueron bestiales.

Copado, digo, busco traductores de mis libros, pero esto me pone en una disyuntiva. Un escritor independiente, que no tiene una editorial que lo promocione en el mercado, necesita que sus libros sean comprados por una cuestión de supervivencia, porque no da que los lectores le hagamos lo mismo que le hicimos a Cervantes, que nunca pudo ni oler el éxito mundial que tuvo su Quijote.

Lo mismo les pasa a los músicos independientes que tienen que presentarse en vivo cinco veces por semana a sala llena para acercarse a un tercio del salario básico, porque sus discos los compran los amigos, y encima, los mezquinos piden descuento por amistad. Amigos eran los de antes... que ni siquiera compraban los discos.

Entonces, para los artistas independientes, la única forma de distribución es la de internet, porque las discográficas y las editoriales, para garantizarse el mejor negocio, se dedican a promocionar íconos irreductibles como Justin Bieber, que sigue en el altar aunque les escupa -literalmente- en la cara a sus fanáticos.

De pronto, se me ocurre que, para estas empresas, el problema no es que se pirateen sus contenidos, sino la diversificación de contenidos, la presencia de otras religiones posibles, otros íconos, otros artistas que puedan tener el poder como para escupirles en la cara a los fanáticos y que los fanáticos envidien al que recibió el gargajo sagrado.

El problema no es que bajen gratis los temas de Metallica, sino que haya otras bandas que sean mejores, el problema no es que usen un Widows trucho, sino que puedan usar Linux gratis, el problema no es que puedan leer la Biblia, sino que puedan casarse por civil. ¡¡Y encima pueden casarse todos!! ¡¡Pecado, pecado en todos vosotros que usáis software libre, que bajáis bandas independientes y leéis escritores fuera del canon!! ¡Pecado para todos vosotros que arderéis en el Infierno! ¡Pecados para todos y todas!

Pero les perdonaré el pecado por sólo cien pesos.

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