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Thelma y Louis (o como construir una tragedia)

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Thelma es un ama de casa convencional. Louise trabaja como camarera en una cafetería. Juntas se ponen en marcha conduciendo un Thunderbird descapotable del año 66, en lo que debía ser una excursión de solo dos días.

Esos dos días les bastan y sobran a Thelma y Louise para descubrir lo que está latente en todas las vidas, pero se manifiesta claramente en pocas. Descubrir que el amor humano es la unión de dos seres sujetos al tiempo, al espacio y sus accidentes.

Vamos a ser más específicos, porque los accidentes del tiempo y el espacio son numerosos y complicados. A ver: El cambio, las pasiones, las familias, los esposos, el trabajo, la enfermedad, los bares, las rutas, las injusticia, otros amores, las bebidas baratas, la estupidez, las malas decisiones…..la muerte.

Mutantes – La ficción emancipada

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Cuenta la leyenda que las mentiras forman parte de nuestras vidas hasta el punto de colonizar nuestros pensamientos. Mentimos al creer que la palabra es igual a la cosa, y eso es violencia.
Pero un hombre que creía que la valentía estaba en hacer verdadera una mentira, descubrió que el verdadero valor reside en hacer realidad una ficción el día en que mutó.

Natacha y Borges

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Después de muchas postergaciones, Natacha cumplió su promesa de enseñarme a adivinar la suerte. La iniciación en el oficio no fue ni misteriosa, ni ritual, ni esotérica, ni nada que se parezca a lo que alguna vez había imaginado. Mi primera y última lección la recibí tomando mates en su puesto de flores del cementerio de San Jerónimo.
Para duplicar mi asombro no me habló ni de cartas de tarot, ni de borras de café, ni de líneas de las manos. Me hablo de Borges. Me dijo que Borges creía que solo existen cuatro historias, y que a partir de ellas solo podemos esperar variaciones, y que en esas variaciones se agota toda la literatura.

En la adivinación, enfatizo Natacha, es casi lo mismo pero más sencillo: Las historias son tres. El resto es un trabajo de sensibilidad poética, de matices y cadencias.

Sin asomo de duda, me tomo de las manos, me miro a los ojos y me dijo:

-Para que el cliente sepa que ves el pasado, le decís: Usted nació.
-Para que el cliente sepa que ves el futuro, le decís: Usted se va a morir.
-Para que el cliente sepa que ves el presente, le decís: El amor duele.

Natacha me soltó las manos, prendió un cigarrillo y dio por concluido el curso con un lapidario ”…Eso es todo lo que tenés que saber”.
Después de muchas horas sin dormir llegue a la siguiente conclusión: Los ciegos y las personas que lo ven todo son inescrutables.

Aristóbulo Pachevko – El creador de los sueños

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[ruido de madera que cae]

Aristóbulo – ¡Pero, la re...!

Ése que murmura insultos y maldiciones que no se pueden decir al aire, es Aristóbulo Pachevko; un hombre de cuatro décadas, cabello canoso y barba tupida. Estaba leyendo un libro sobre “la desproporción entre el ruido de los caños de escape libres y el tamaño de la de sus dueños”, pero fue interrumpido por la caída del cartel de la puerta de su local.
Sin otra alternativa, salió afuera de su gabinete con un martillo en la mano, lo levantó del suelo y lo volvió a clavar. [martillazos]
De pronto, un hombre con aspecto de gángster se paró detrás suyo...

El Código Mimo

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El lunes, como todos recordarán, hizo un calor poco digno de principios de septiembre.

Yo salí del laburo y no bien hice dos cuadras, rumbeando por esta zona de la feria del libro, arrojé dos litros de sudor al suelo. Sedientas, las palomas, se abalanzaron sobre los charcos de sudor a refrescarse, pero cuando llegaron, ya se habían evaporado.

Desesperadas por acceder al líquido vital, las palomas se arrojaron sobre las personas para succionarles el sudor, y si por mala fortuna alguien no sudaba, le dejaban un señorial sorete sobre la ropa.

Me encontré con unos amigos en la puerta del Obispo Mercadillo, Martín y Javier, y nos colgamos charlando un breve rato; mientras tanto, mi cuerpo, ya gelatinoso por el cansancio y la deshidratación, ostentaba una capa de cenizas que me permitía disimular la caspa.

Camer

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Ayer me senté en un bar ricotero a tomar cerveza con los compañeros del laburo. Era necesario porque teníamos la cabeza llena y necesitábamos separar la corteza cerebral de la realidad.

De repente, un cuerpo se me acerca para pedirme un peso para el whisky y se me pencó a hablarme de sus historias con el consumo de drogas.

Mientras yo maldecía mi superpoder para imantar gente con problemas, estaba medianamente orgulloso porque en algo me sentía semejante a un Sherlock Holmes, cuya mera existencia hacía que los crímenes más rebuscados sucedieran a su alrededor.

Una vez retirado el cuerpo en cuestión, mi vejiga me obligó a visitar el atelier del arte urinario y me encontré con el mencionado sujeto esnifando cocaína con una tarjetita Junot. Al ver esa escena, dije “pucha que hay que ser macho para tomar merca con un osito cariñoso”.

Misivas ocultas: El eterno ausente

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Hubo un tiempo en que una confidencia, una propuesta, una idea o una declaración amorosa era plasmada en lápiz y tinta, para luego ser pasada de mano en mano hasta que llegase a destinatario. Hoy todo eso ha cambiado: los celulares, internet y las nuevas tecnologías, hacen todo más efectivo, efímero y real.
Pero las cartas han hecho historia: Hay una carta detrás de la prematura muerte de Tutankamón, detrás de la derrota de los cántaros, de la pérdida del imperio español, de la emergencia del cubismo, o de un “quiero vale cuatro” inesperado.

Y este es también el instrumento, mediante el cual nuestro corresponsal en Alberdi ha mantenido comunicación con el Programa de los monos. Ya sabrá el oyente asiduo, la trayectoria radial de Silvio: Intento entrar al programa redactando reportajes, luego paseo sin rumbo por temas literarios o cinematográficos que tampoco nos cerraban del todo, hasta que por fin dió con….. quizás, sus ocultas intenciones. Todos conocemos que sus temas favoritos de un tiempo a esta parte son ignotos cantantes de blues o jazz, de la década del 30 del siglo pasado y delincuentes, de mayor o menor rango, pero todos abyectos y pocos dignos de homenaje.

Mutantes – La aventura imponderable

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Cuenta la leyenda que detrás de las fábulas y las novelas, hay un hecho real que las motiva. No hay escritura sin respaldo en lo sensible. Cada ser humano es esclavo de sus dichos, y no hay palabra libre de los fantasmas de su esclavo.

No hay creador que no deje traslucir sus defectos en la obra creada, no hay dios capaz de crear la perfección por más omnipotente que se considere.

Y un hombre descubrió la fragilidad de su omnipotencia el día en que mutó.

El sepulturero de Hendrix

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El sepulturero del cementerio de San Jerónimo viene siempre después de las siete de la tarde al puesto de flores de Natacha a tomarse unos mates y a escuchar la radio.

Cuando conversa exagera, deforma los hechos o directamente inventa historias descabelladas. Pero el tono en que refiere las cosas es tremendamente serio y a su cara de póker no se le filtra una grieta de duda o vacilación.

Con Natacha sabemos que miente, pero lo escuchamos igual y con mucho placer porque las historias son buenísimas.

La epifanía de Olivio Durán

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En los primeros años de su carrera el ahora prestigioso director de cine Olivio Durán, no era tenido en cuenta por casi nadie. Todas las puertas se le cerraban, y solo un pequeño cine-bar de la zona del Clínicas proyectaba sus desquiciados films.

El cine-bar estaba situado en la esquina de Santa Rosa y Chubut y era regenteado por el mítico Oso Panza (un ex recluso taciturno y amante del séptimo arte). Se sabe que tuvo un período de gloria a fines de los 80 y luego cerro para siempre.

En el cine-bar se realizaban tertulias de la más diversa índole. Son memorables todavía las lecturas del señor Kong en los “Viernes de poesía”; o los cuentos del Cronopio, los martes al mediodía, en su ciclo “Monstruos domésticos”. Y ni que hablar del Vengador Justicialista apareciendo los Sábados a la hora de las brujas con una máscara negra, capa flameante, y aliento a vodka.

Aristóbulo Pachevko – El mezquinador de la droga

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Aristóbulo – [aspira y tose] Agh, ¿por esto pagué doscientos cincuenta pesos?



Ése que está tirando un Cohiba a la basura, es Aristóbulo Pachevko, un hombre de edad media, carteludo y con poco gusto por el tabaco. Cerró la tapa del tacho de basura y agarró al azar un libro de su biblioteca, el cual se titulaba “El Capitalismo y el Complejo de Estocolmo desde una perspectiva marxista”.

Stairway to heaven

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Después de mucho tiempo de haberme pasado la vida encerrado entre las cuatro paredes y el trabajo, pude darme el lujo de asistir a mi viejo bar... emocionados, los mozos se peleaban por servirme la birra del retorno... sólo por verme de vuelta, porque nunca me sobró un centavo para una propina.

Pasa que yo me acostumbré a salir con lo justo, cosa que, si alguien me roba el bolso, se encuntre con la decepción de un montón de papeles escritos con una letra incomprensible (sí, es por eso que tengo una letra horrible). Es que hay mucha inseguridad, tal como lo dice el taxista... uno no puede salir a la calle con nada porque ya se convierte en objeto de deseo para los ratas y que te pueden tirar al piso, adornarte de piñas o volarte la cabeza de un tiro, pero ¡pará!

¿Qué onda?

¡Monos premiados! Argentores 2012

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Misivas ocultas: Billie Holiday I

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“…Estaba gorda la primera vez que la vimos, amplia, brillantemente hermosa, gorda. En aquel momento parecía que nunca volvería a ser una matrona, alguien real y sensible que llevaba dinero al banco, firmaba papeles, tenía cortinas a la medida, trajes colgados y zapatos por pares, dorados y plateados, blancos y negros, listos. Qué extraña y traicionera aparición era esa, una locura, porque nunca fue una mujer menos esposa o madre, menos apegada; ni siquiera podía parecer fácilmente una hija. Poco recordaba la lastimosa dulzura de una jovencita. No, ella era reluciente, sombría y solitaria, aunque desde luego nunca estaba sola, nunca. Señorial, siniestra y absolutamente decidida.

Los labios cremosos, los párpados pesados, el violento perfume –y en su voz eles y erres tropicales–. Su presencia, su canto, creaban una inflamada ansiedad. Largas uñas rojas y el sonido de las guitarras electrificadas. Ahí estaba una mujer que nunca había sido cristiana.

Mutantes – El semiólogo intuitivo

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Cuenta la leyenda que la lectura de los signos es una ciencia que requiere que la concentración y el conocimiento vayan a la par. Sólo algunos pocos seres humanos son capaces de relacionar un simple signo con una multiplicidad de posibilidades que determinen una realidad en el pasado, en el presente o en el futuro. Muchos de ellos se dedicaron a la adivinación o al fraude y lucraron con ello...

Pero un hombre ha decidido salir del negocio fraudulento... el día en que mutó.

Juro que no morí

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El rumor se inició el 12 de octubre de 1969, cuando un sujeto anónimo llamó a la emisora WKNR-FM en Dearborn (estado de Míchigan, en Estados Unidos), y anunció que Paul McCartney habría muerto.

Dos días después, el 14 de octubre de 1969, el periódico Michigan Daily publicó el artículo «McCartney está muerto: Nuevas pruebas salen a la luz», escrito por Fred LaBour y John Gray, también estudiantes de la Universidad de Míchigan.
La agencia de noticias United Press el 22 de octubre de 1969 desmiente el rumor. Para que no quedaran dudas, al mes siguiente la revista estadounidense LIFE publicó una entrevista con el músico en la que McCartney declaraba sin titubeos: “Juro que no morí…”
No es lo mismo no morirse que resucitar.

Si, como dijo Lennon, los Beatles son más populares que Jesús, entonces la revista LIFE es una entrega por fascículos del nuevo testamento.

Habla Siconarcópulus

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Hará unos cuantos años, en la esquina de Santa Rosa y Chubut, discutí con el escritor de Alberdi acerca de la propiedad del arte. Por supuesto él no sospechaba quién era yo, pero defendía con obstinación, el insensato, el triunfo final de la palabra anónima, y era del todo ajeno al concepto del plagio, para él sin duda menos literario que comercial.

Lo que no sospechaba, lo que no podía sospechar este hombre, es que el diálogo era profético. Unas horas después, cuando se apresuraba con su estuche de guitarra camino al Clínicas intentando eludir su destino, mis hombres lo interceptaron y le arrebataron todos sus escritos.

En ese momento, otro grupo entraba a su casa para no dejar rastro de algún papel que llevara su firma.

Sentí la victoria entre mis manos. Creí que el olvido se impondría al quemar su infame obra.

Y lamentablemente en estos días, que ya no están ni él ni sus papeles, labios anónimos repiten sus palabras hasta el cansancio.

Ese plagio me avergüenza y me destruye cada minuto que pasa.

Aristóbulo Pachevko – El imán de piñas

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Aristóbulo – ¡Adalberto! ¡Se acabó el papel!



Ése que está haciendo sus necesidades, es Aristóbulo Pachevko, un señor barbudo, con algunas canas y una irremediable pasión por leer en los sanitarios. Acababa de terminar una compilación de ensayos sobre “la ficcionalización de la vida de los muertos en las palabras en sus velorios” cuando se dio cuenta de que se había acabado el papel higiénico.

Guerra de comida

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Ayer, después de un día de verano apresurado que me obligó a poner mi camisa preferida en el lavarropas debido a que el sudor y el viento con tierra la convirtieron en una mezcla entre la ropa de Tarzán y un pantano, me senté a escribir en el patio de casa. Me preparé un trago de fernet, bien fuerte, no sólo por el sabor, sino porque agarré la costumbre de prepararlo fuerte para evitar que alguien me pida un trago, porque soy un tanto egoísta, sí, y si alguien se anima a tomar de ese mismo trago, con orgullo le convido, porque es alguien del palo. Así también, fumo puchos negros, porque en este mundo, si uno tiene puchos, se convierte en el pararrayos del mangueo.

Mutantes – El cuento feérico

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Cuenta la leyenda que los niños son capaces de dar vida ante la ausencia de otro ser para interactuar. Así como, ante la necesidad, un náufrago fue capaz de hablar con una pelota u otro con un tigre imaginario, las creaciones comienzan a adoptar características propias y reaccionan a estímulos de manera diferenciada y opositiva con su creador. De esta manera, los primeros humanos le respondieron a Jehová con un pecado, pero siempre dentro de un guión que los preexistía.

Sin embargo, un peluche se escapó de esta biblia semi-controlada... el día en que mutó.