Chubut, Santa Rosa y después: Gitana robaste mi alma (Parte 1)

Al final fui. Primero dudé, porque esa clase de cosas siempre me parecieron ridículas, fraudulentas, una incitación al pensamiento mágico y la ignorancia. En mi escala de valores representaba lo peor del ser humano, incluso más denigrante que la religión, la política o el psicoanálisis.


Pero hace rato que intento buscar algún tipo de explicación a lo de la casona de Santa Rosa y Chubut, y las opciones de hablar con una persona que no me crea directamente un loco, se reducen dramáticamente en una sociedad posmoderna como esta.

Al principio fui recabando datos de a poco, a ver si alguien de confianza me pasaba el dato de un brujo, un curandero o los cazafantasmas. Con disimulo, inventando la historia de que un primo lejano ve apariciones, y habla con las paredes, fui tanteando el terreno . Hasta que la semana pasada una amiga me mando por mail un aviso clasificado que hablaba por sí mismo: “Llamá a la gitana Natasha, la gran nigromante de Alto Alberdi. La que ata y desata las penas de amor, la que destraba la miseria y la transforma en abundancia. La que fulmina enfermedades y conoce el destino de todos los hombres ¡Desperta tu intuición y conciencia en un nivel más elevado, aprendiendo los secretos del Tarot gitano…!”

Arrepentido de antemano la llame por teléfono y una especie de secretaria me dijo que recién tenía turno para Julio. Me puse ansioso, le ofrecí que si me atendía este Jueves, le pagaba el triple del valor de la consulta. Hubo unos segundos de silencio en la línea, como si la mujer tapara el micrófono del teléfono para que yo no escuchara que hablaba con alguien. “Bueno”, dijo al rato , “…el próximo jueves Natacha lo espera a las 23 horas puntual”. Cuando colgué se apoderó de mi la desconfianza: Esta gente priorizaba a todas luces el dinero. Mala señal.

Para aplacar mi incredulidad y ansiedad, me puse leer algo de la historia gitana y descubrí cosas interesantes: Durante centenares de años, escritores, etnólogos e historiadores han tratado de establecer la procedencia de los gitanos. Su nombre se debió a una equivocación de los ingleses, que los suponían egipcios y lo llamaban gypsies, y entonces, siguiendo esta denominación, se les dijo giptanos en castellano, nombre que muy pronto derivó en gitanos.

En realidad, ellos, al llegar a la península ibérica, hacia el siglo X de nuestra era, se habían autonombrado ATZIGANOS, que en su idioma significa INTOCABLES.

Tras sólidas investigaciones se pudo establecer que son descendientes de una tribu perdida del noreste de India, que, impelida por el espíritu de aventura se dirigió hacia el Occidente.

Todos sabemos que a lo largo de los siglos y bajo las más adversas circunstancias, este pueblo ha mantenido sus costumbres de tribu y sus leyes, sin preocuparse jamás por adaptarlas o cambiarlas en los diferentes territorios. Es por eso que son invulnerables a las instituciones de cualquier tipo y aún practican con pureza tareas tan misteriosas y esotéricas como la adivinación, la astrología, la quiromancia y la venta de autos usados.

Ese Jueves después de cenar me vestí bien, pase por el cajero más cercano a retirarel dinero de la consulta y me dirigí sin titubeos a la dirección indicada: La Rioja al 2900, pasando con holgura la zona del Clínicas.

Pero como soy una persona desconfiada, recorte la foto de una chica de una revista vieja y la puse en mi billetera. ¿Por qué hice esto? Es que le iba a tender una trampa, le iba a decir que esa mujer era el amor de mi vida y me había abandonado. En realidad a mi no me importaba perder el dinero, no me importaba conocer mi futuro sentimental o saber si más adelante iba a hacer un viaje largo; lo que me importaba era si esta gitana tenía realmente poderes y si podía ayudarme aunque sea un poquito con lo de Santa Rosa y Chubut. Si la gitana era un fraude, quería saberlo de inmediato. Por eso la foto.

Al llegar a la casa el primer impacto fue raro: Me atendió una chica joven de unos 25 años, con pantalones de jean, remera de Intoxicados y pearcings en la nariz y la lengua. Linda, amable pero definitivamente en las antípodas de lo que esperaba, muy informal para ser la secretaria de la nigromante de Alto Alberdi. Me hizo pasar a una cocina-comedor modesta, con una mesa pelada, sin bola de cristal, sin velas de colores, ni sahumerios….ni una difunta correa por lo menos, digo, para dar un poco de ambiente místico.

La chica fue hasta la cocina y mientras sacaba la pava del fuego, me largo sin preámbulos: “Bueno, mi vida, contame que te anda pasando”.

¿Cómo contame? No, entiendo, le dije…¿Dónde está Natasha? Su risa se expandió por todos los rincones de la pequeña habitación como el estallido de un cristal en el piso. “Esta aquí. Yo soy Natasha”, me dijo mientras acomodaba la yerba en el mate. “¿Tomás amargo o Dulce?”.

No podía salir de mi asombro: La gitana Natasha, la gran nigromante de Alto Alberdi, la que ata y desata las penas de amor, la que destraba la miseria y la transforma en abundancia; la que fulmina enfermedades y conoce el destino de todos los hombres….¿Es fanática del Pity Alvarez y de entrada no sabe si me gusta el mate dulce o amargo?

Me mordí la lengua y empecé a inventar una historia, lo hice de la forma más cursi posible y con todos los clichés que florecen en esta clase de asuntos: Un enamoramiento fulminante, una relación intensa pero conflictiva. La chica que se va en busca de una nueva vida y yo que quedo lamentando la pérdida y buscando la forma que regrese. Le muestro la foto, me hago el compungido y espero ver como se me evaporan 300 mangos en falsos consejos y pócimas de agua con azúcar.

Pero Natasha se pone seria. Me pide que la mire a los ojos y me fulmina sin palabras. Me escanea minuciosamente como un polígrafo humano. A mí me da vergüenza, me siento en evidencia, incómodo, aparto la vista de sus ojos y agarro el mate como para hacer algo.

De pronto vino la frase que me saco del letargo. Sin siquiera pestañar, me dijo: ¿Sabes de que se murió mi último cliente? Su pregunta fue tan insólita, tan inesperada, que no me quedo otra que responderle con su misma pregunta: No, contame ¿De qué se murió? Le digo.

“…Se asfixió con las palabras que nunca dijo”. Me puse blanco, trague saliva y debo de haber puesto una cara de imbécil importante, porque ella volvió a reírse, sirvió el mate y me dijo: “…Así que guardate esa foto, tomate un amargo y empeza a decirme la verdad de porque carajo viniste a verme…”.

La cosa se puso interesante de golpe: Natasha me había picado el boleto antes de llegar a la parada.

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