Vuelve Silvio

Lo malo de tener una conversación frente al cementerio es el riesgo de caer invariablemente en el tema de los fantasmas. Y si esa conversación es con Natacha, hay póker de peligros: Porque una adivina, una profeta, un oráculo, ve todo al mismo tiempo. Es decir, el futuro y el pasado; lo que piensan los vivos, pero sobre todo lo que piensan los muertos…Porque los muertos, pobrecitos, no hacen otra cosa que pensar. No les queda otra.

En la calle no hay nadie, es muy temprano hasta para tomar mate y de pronto una figura oscura y fugaz dobla la esquina y se pierde como quien va para alto Alberdi. Lo veo un segundo, pero es suficiente: Va vestido de negro y con un estuche de guitarra en la mano.

-¿Lo viste? Es Silvio- le digo a Natacha con un principio de espanto.
-¿El tipo que salió del cementerio? Me contesta Natacha sin quitar la vista del mate.
-Sí, ese…ese- le digo señalando ridículamente con el dedo índice hacia la nada.

Natacha hace una pausa teatral y recita como de memoria: “Los escritores son las únicas personas que trabajan siempre, estén donde estén. Incluso cuando duermen o se mueren, algo que no ocurre con otros oficios. Los actores, se puede aducir, siempre trabajan pero no es lo mismo: el escritor escribe y tiene conciencia de escribir. Mientras que el actor, en una situación límite, solo aúlla. Los policías siempre son policías, pero tampoco es lo mismo, una cosa es ser y otra cosa es trabajar. El escritor es y trabaja en cualquier situación. El policía solo es. Lo mismo se puede aplicar al asesino profesional, al militar, al banquero. Las putas, o las adivinas tal vez, sean lo que más se acerca al oficio de la literatura…”

Natacha ceba otro mate y se ríe. Y antes que le pregunte nada, me contesta: El tipo acaba de salir caminando de un cementerio. ¿Quién puede saber con certeza si está vivo o muerto?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario