Poseídos por la nada

Me siento a tomar una cerveza en un bar en el campus de la universidad, en medio de una cadena de mesas plagadas de botellas vacías, y me doy cuenta de que tengo más hambre que Frodo en medio de Mordor. Después de haber caminado kilómetros, desestimo toda posibilidad de levantarme, los pies se han vuelto tan pesados que mi humanidad se niega a aplicar todo tipo de fuerza para cambiar mi condición de reposo.

Me senté ahí para celebrar el exitoso cursado de este semestre y para hacerle pito catalán al barman que me clavó una escena de celos la semana pasada por no haber ido a la habitual oficina literaria.


Me distraje fácil media hora mirando la tele, en la cual pasaban uno de esos aburridísimos programas de juegos que pasan a la tarde. Por alguna razón, me dieron ganas de pensar en absolutamente nada y entendí lo que sienten los tipos con veinte años de casados que se sientan frente a la tele a hacer zapping.

Al rato, llegó un mozo y preguntó algo así como si me molestaba que levantase las botellas, a lo cual respondí desde mi nihilismo intelectual: ¿Ah?

Estaba en una especie de Nirvana, de hipnotismo o bien, un estado de estupidez trascendental. Y me sentía tan bien... pero ese mozo, mala persona, me sacó de mi meditación y me reinsertó en la sociedad cual organización de rehabilitación para adictos.

Como no me quedó otra, me puse a pensar en lo delicioso que es tener episodios de no tener que preocuparse por nada... dedicarse solamente a un ocio absoluto. Sin tener que pensar en un trabajo adeudado, en que tengo que revisar si tal o cual inquilino está al día con las cuentas, que tengo que preparar la próxima clase de teatro, o que tengo que escribir esta maldita columna... no, digo, está todo bien con escribir esta columna, pero con ese mozo, está todo mal. No se merece mi propina. No, sí, se la merece, no sabe lo que hace... bah, ¿qué hago repitiendo palabras de Jesús si soy ateo?

Bueno, es inevitable... es todo culpa de tener un arbusto genealógico con más fe en la cruz que el mismo banco del Vaticano... eh, bueno, no es para desmerecer el banco, pero como que se olvidaron del séptimo mandamiento... La cosa es que nací bautizado. Digo que “nací” bautizado porque no tenía ni idea de que me estaban bautizando cuando lo hicieron.

Un religioso me podría decir que me estaban protegiendo del pecado original, o lo que sea, pero si Jesús ya tenía barba cuando se bautizó, hubiera estado copado que esperaran a que yo tuviera un poco de pelusa bajo la nariz para ofrecerme tal sacramento.

El tema es que, por ósmosis, terminé formando parte de una religión que nunca sentí que me representara.

Varios años después, charlando con una amiga, dije que si yo tengo hijos, no los voy a bautizar y que voy a ofrecerles libros y esperar a que ellos decidan si quieren creer en algo o no. Inmediatamente saltó el discurso de la fan-page del clero diciendo “pero cómo no lo vas a bautizar, que va a cargar con el pecado toda su vida, que la sociedad lo va a discriminar” ¡EPA! ¿Cómo es eso?

Y sí... la sociedad lo va a discriminar... así como se discriminaban a los judíos, ahora se puso de moda discriminar a los ateos. No es algo muy comparable, porque ahora no acrecientan la cuenta del gas por un grupo de no creyentes. Pero sí hay una discriminación hacia los ateos, y eso es algo que me jode decirlo porque nunca me gustó la idea de decir “me discriminan, me discriminan”.

Pasa que la Constitución defiende la libertad de culto pero más de uno malinterpretó la idea pensando que no defiende la libertad de no-culto.

La cosa es que la carta de principios de la USAL (Universidad del Salvador,), redactada por el actual papa Bergoglio, establecía en sus principios una lucha contra el ateísmo, lo cual fue revisado por el Inadi hace dos años, quienes lo consideraron como un acto de discriminación. La noticia pasó sin pena ni gloria. [chasquido lingüístico] Pasa que el Inadi sólo se pone de moda cuando hablan de una etnia reconocida, qué se yo... los qom, los mapuches, los budistas, los mahometanos, los visitadores médicos... ¿Qué? ¿Por qué les sorprende que hable de los visitadores médicos? ¡Discriminadores! ¿Hay libertad de credo, en este país? ¿Por qué no puedo creer en los visitadores médicos?

Se van a arrepentir cuando quieran muestras gratis de antiácidos...

Mientras tanto, en algún lugar de Arizona...

“Intentan aplicar una ley que obliga a los estudiantes secundarios a hacer un juramento a Dios con el objetivo de mejorar la educación”. ¡Rápido salieron los demonios a decir que “esto es discriminación, que no reconoce la libertad de culto, que bla, bla, bla, jjjjjj, jjjjjjj, jjjjjj! ¡Atrás, demonio, ¿acaso no querés terminar el secundario?!

Lo siento, señora, pero tenemos que exorcizar a su hijo, está poseído por el ateísmo apátrida que lo obliga a no culminar con sus estudios, y por ende, será un mendigo, un comunista, y probablemente, un presidiario, asesino, violador y todo aquello que aparece en la tapa de Crónica y se pone de moda en la opinión pública por ser más escandaloso que obligar a los niños a pensar como se me canta.

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