Aristóbulo Pachevko – El previsor del mercado

Aristóbulo – [ronca, suena un despertador, lo apaga y sigue roncando]



Ese que ronca es Aristóbulo Pachevko, un señor de unos cincuenta años, de una contextura mediana y de una pereza sin parangón. Eran ya las doce del mediodía cuando se levantó de la cama porque se le iba a hacer tarde para dormir la siesta. Se preparó un completo desayuno que tenía desde frutillas hasta milanesas de ajolote, mientras leía un ensayo sobre “el rol género y la hospitalidad de los esquimales”. Pero no tardó demasiado en ser interrumpido por un cliente. Marcó su libro con una tapa de frasco de mermelada y dijo:


Aristóbulo – Buen día, ¿qué se le ofrece?

Cliente – Buen día. Me han dicho que tú resuelves problemas.

Aristóbulo – Así es, a falta de problemas propios, me hago amigo de lo ajeno.

Cliente – De hecho...

Aristóbulo – ¿Usted es amigo de lo ajeno?

Cliente – Ssssno, pasa que soy empresario y mis socios están conspirando para robarme.

Aristóbulo – ¿Por qué lo sospecha?

Cliente – No es sospecha. Lo sé, hablan de mí a mis espaldas y sé que no son gente honesta.

Aristóbulo – ¿Y cómo sabe que no son honestos?

Cliente – Es una empresa de seguros.

Aristóbulo – Bien, entiendo, por lo que puedo notar, en su equipo de trabajo abundan los elementos fuego y agua, cuya combinación tiene como resultado la lava, por lo que creo que el problema no es que se roba dinero, sino que se lava.

Cliente – ¿Y qué propones para solucionarlo? Quiero saber quién está conspirando en contra mío.

Aristóbulo – Fácil. Usted tiene que convocar a una reunión extraordinaria y sorprenderlos con un banquete.

Cliente – ¿Para qué?

Aristóbulo – Para engordarlos y ponerlos en el horno.

Cliente – ¡Joder! ¿De qué estás hablando?

Aristóbulo – Para hacerles decir la verdad. Yo prepararé el banquete y le daré una poción para que no lo afecte a usted.

Cliente – Ah, bueno, gracias.



El cliente se retiró conforme del gabinete de Aristóbulo y el alquimista se puso a leer los diarios de viaje lisérgico de Marco Polo. Pasaron cinco días y el banquete se realizó con toda la concurrencia de los directivos de la empresa. El cliente bebió su pósima y pronto se hicieron evidentes los efectos...



Cliente – [medio escabio] ¿Sabéis qué? Ninguno de vosotros sabe cómo hacer negocio con esto. Si vosotros creéis que os vais a hacer ricos firmando pólizas, tenéis más problemas que Aquaman en el Sahara, y si queréis abriros y armar un broker de seguros, yo mimo me voy a encargar de partiros al medio, ¿me entendéis?



De pronto, todos los socios dejaron de comer y se retiraron uno a uno del convite.



Cliente – ¿Qué os pasa? ¿Acaso estáis todos en mi contra? ¡Lo sabía! ¡Sois todos iguales! ¡Uno da y da y da! ¿Gratitud, me dais a cambio? ¡No! ¡Corte, ruta y asamblea! ¡Aristóbulo Pachevko os hizo decir la verdad!



El cliente se puso más rojo que la bandera de la Unión Soviética y siguió maldiciendo en madrileño hasta que los vecinos se cansaron y le pidieron que insulte con subtítulos o en castellano neutro.

Mientras tanto, en el estudio alquímico, Aristóbulo se puso a ler un cuento acerca de las bifurcaciones de los senderos en los jardines. Pero su lectura fue pronto interrumpida, por lo que tuvo que marcar su libro con una cazuela de maní.



Aristóbulo – Pero che, no me dejan terminar un libro en paz... ¿Quién es?

Cartero – ¡Correo!

Aristóbulo – A ver qué me ha llegado...



Unas ocho cartas fueron depositadas en sus manos junto con el mismo número de canastas repletas de queso de cabra, salames de Oncativo y de Oliva, escabeches de berenjena manufacturados por un tal Oso y una infinidad de libros entre los que se destacan: “Sobre la verdad y la Mentira en el sentido extraclarín”, de un tal Nietzsche, “Vigilar y castigar” de La Soja, y “Lo que el viento se llevó”, de Katrina.



Aristóbulo – ¿Quién mandó todo esto?



Los remitentes de las canastas eran cada uno de los socios de su cliente, quien entró intempestivamente en su despacho.



Cliente – Hola, quisiera agradecerle por lo que ha hecho por mí exponiendo la intención de mis socios.

Aristóbulo – Ha sido un placer...

Cliente – ¿Un placer? ¿Y todavía lo disfrutas? ¡Te voy a llenar el rostro de mamporros, traidor!

Aristóbulo – ¿Yo, traidor? ¿Qué sucedió?

Cliente – ¡Esa pócima que me dio me ha embriagado por completo y no sé qué les dije, pero se fueron todos!

Aristóbulo – Era jugo de naranja vulgar, no tenía nada de especial, pero... ¿usted bebió algo más con la pócima?

Cliente – Ehh... si, una copita de Cava... yo quería celebrar mi victoria y... ¿Por qué me has dado jugo de naranja? ¡Ahora tengo que ir al excusado cada dos horas!

Aristóbulo – Pffff... puedo curar eso, si quiere. Con esta pastilla de carbón...

Cliente – ¡Ése no es el problema!

Aristóbulo – Entonces guardo la pastilla...

Cliente – ¿Quién le dijo que no la necesito? Dame eso. ¡El problema es que usted me ha mentido!

Aristóbulo – Bueno... la verdad está muy sobrevaluada... el problema es que usted no ha respondido positivamente al placebo...

Cliente – ¡Pero ahora no tengo más socios!

Aristóbulo – ¿Y usted no quería tener el poder sobre su empresa? Ahora lo tiene, es todo suyo...

Cliente – Yo quiero... ¡No quiero poder, quiero mi empresa de vuelta!

Aristóbulo – Bueno, eso es fácil. Si usted logró construir su empresa, no le llevaría mucho tiempo hacerla resurgir. Pero si usted quiere, le puedo ofrecer una pócima para que usted pueda incorporar nuevo personal a su empresa.

Cliente – ¡Excelente! ¿Qué tengo que hacer?

Aristóbulo – Tiene que tomar este trago.

Cliente – ¿Este trago? ¿No le podría poner una rodaja de limón o de naranja para que quede bonito?

Aristóbulo – Puedo ponerle una feta de salame de Oncativo o de Oliva, si le parece.

Cliente – Eh... bueno, es aceptable, pero... [toma un trago] Le falta Martini.

Aristóbulo – No moleste.



El cliente se fue alegre como cordobés encerrado en una industria de fernet. Aristóbulo abrió un libro titulado “La espera de Penélope y el origen de Benetton”. Pasó un día entero hasta que el cliente volvió.



Aristóbulo – Buen día.

Cliente – ¡Buen día! ¡Vine a agradecerle por sus servicios! El nuevo equipo de trabajo está funcionando a la perfección y la empresa retomó su ascenso contínuo.

Aristóbulo – ¿Todos respetan su opinión?

Cliente – Sí, por supuesto.

Aristóbulo – Me parece bien...



Aristóbulo hizo un gesto suspicaz y se puso a ordenar papeles.



Cliente – ¿Qué? ¿Acaso hay algo que no funciona?



Aristóbulo – Hmm...

Cliente – ¿Qué sucede? ¡Díme!

Aristóbulo – No importa.

Cliente – ¡Sí importa! ¡Me acaban de traicionar ocho socios y ahora tú dudas de todo! ¿Me quieres decir que me van a volver a traicionar?

Aristóbulo – Puede venir cuantas veces quiera a tomar esta poción, pero si usted sigue pensando que lo van a traicionar, lo van a traicionar, porque eso es lo que está buscando.

Cliente – ¡Usted me está traicionando!

Aristóbulo – Yo sólo estoy buscando quién conspira en contra suyo.

Cliente – ¿Me estás diciendo que estoy conspirando en mi contra?

Aristóbulo – Usted lo está diciendo...

Cliente – ¡Aaaaargh! ¡Usted me está estafando! ¡Y lo que es peor, aún tengo que pagarle! ¿Cuánto le debo?

Aristóbulo – ¿Cuánto cree usted que vale mi trabajo?

Cliente – ¡Nada!

Aristóbulo – Bueno... ¿quiere un poco de salame antes de irse?

Cliente – No.

Aristóbulo – Mejor, más para mí...

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