La serpiente se muerde el OGT

Me siento en un bar, perseguido por el tiempo, apurado por terminar este artículo a tiempo antes de tener que ir corriendo hacia ciudad universitaria a cursar un seminario sobre gestión de proyectos teatrales. Yo me pregunto después de esto, ¿qué voy a hacer yo haciendo gestión, si lo mío ha estado siempre lo más alejado posible de los números? Pero bueh, a veces hay que hacer un poco de números, ¿vio? Sobre todo a fin de mes, cuando uno tiene que estirar los centavos hasta que se conviertan en alambre de cobre, para comprar arroz, fideos, polenta... porque apenas empieza el mes, cuando uno tiene un poquito de plata, uno que es medio colgado con estas cosas, te engolosinás y decís “fooo, qué hago con todo esto”, te comprás las cervezas más caras, almorzás una semana con filetes de salmón rosado, comés sushi, que siempre es una estafa, porque te cobran cinco mangos un centímetro cuadrado de arroz, sí, el mismo arroz que vas a comer a fin de mes, y al llegar a la segunda semana, decís “me quedan X mangos para tirar hasta fin de mes”, y ahí empezás a recapacitar... claro, el mes pasado te pasó lo mismo, te preguntaste lo mismo al tener toda esa plata en el bolsillo y terminaste haciendo cualquiera. Y en ese momento, cambiás de opinión; porque todos tenemos un momento en que cambiamos de opinión, y generalmente sucede cuando tenemos la corbata ajustada contra la glotis y “empezamos a hablar como si Don Corleone nos estuviese haciendo una propuesta imposible de rechazar”.


Pero no es para preocuparse; no es la primera vez que alguien cambia de opinión. El cambio es saludable, a menos que uno dé un vuelco de 360° y se termine mordiendo la cola. Sabelo, matemáticamente (vuelvo al tema de los números), un cambio de opinión drástico, es de 180°. Porque si no, te pasa como a Obama, que primero consideraba que Snowden era un enemigo público, después decía que no iba a alborotar los vuelos para capturar a un hacker de 28 años y un par de días después, terminó registrando el avión presidencial de Evo Morales para ver si el crío estaba ahí. Y ni hablar de que ahora quieren aplicar un proyecto de ley para penalizar crediticiamente a los países que le ofrezcan asilo al mencionado “adolescente”.

Pero bueno... un buen cambio de opinión a tiempo puede llegar a salvarte de muchos inconvenientes; por ejemplo:



1 – Estás en el bondi, se sube una señora mayor, estás en un asiento de adelante, de esos que están reservados, todavía no sé por qué son esos los asientos reservados; yo me pongo a pensar en eso y digo, si hay un accidente, los primeros en hacerse bolsa son los de adelante (igual, con los fierros que tienen frente a cada asiento, como mínimo, todos se rompen los dientes), y todavía si fuera porque quedan cerca de la puerta de ascenso, da igual que estén adelante o atrás, porque después te obligan a bajar por atrás porque si no, el colectivero hace puchero (a menos que tengas la suerte de luquear con un bondier buena onda). Como sea, estás en uno de esos asientos, sube una señora mayor, o una embarazada, y tenés dos opciones: cedés el asiento directamente, o te hacés el dormido o la dormida. Ahora, si te vio con los ojos abiertos, o te resignás al deber como ciudadano, o simulás un estado de coma y abstraés tus oídos ante los comentarios del Pepe Grillo social.



2 – Vas caminando, a un tipo se le caen cien mangos al frente tuyo, los recogés, y tenés la opción de hacerte el gil o devolverlos; si te fichó, tenés la oportunidad de devolverlo, o de poner cara de póker y de convertirte en el depositario de toda la inmoralidad, la deshonestidad y empezás tu carrera política diciendo que todavía podés mirar a los ojos a toda la gente.



3 – Supongamos que tenés el poder de darle un puesto privilegiado a un tipo sospechado de participar del terrorismo de Estado. Te saltan los defensores de los Derechos Humanos y tenés tres posibilidades: hacer un paso atrás, seguir para adelante, o posponer el paso hasta después de las elecciones.



Uh, se me escapó... bueno, listo, lo dije. El tema es que Milani iba a ser ascendido a jefe del ejército, salió un informe del CELS que lo vincula a la desaparición y tortura de algunas personas y, después de una breve defensa de la decisión, el oficialismo decidió postergar el ascenso hasta noviembre, es decir, después de las elecciones legislativas.

Lógico, es un mal momento para tomar decisiones que vayan a generar roces con la opinión pública.

Ahora, lo de posponer el ascenso, es una decisión equivocada, desde mi punto de vista como ínfima parte de la opinión pública, ya que deja en la cuerda floja la posibilidad de que, después de las elecciones, sí sea ascendido, sin prestar atención al testimonio de Ramón Olivera y la desaparición del soldado Alberto Ledo.

Bien se puso en guardia Aníbal Fernández diciendo que “si hubiera documentación que lo relaciona con un delito de lesa humanidad, si hubiera un indicio mínimo, es suficiente para decir que no”.

A mí me gustaría tener una bola de cristal... obviamente, también me gustaría tener un conocimiento cierto acerca de si una bola de cristal puede llegar a servir para adivinar el futuro. Como sea, me gustaría tener una bola de cristal para saber si, al terminar todo esto, en noviembre, César Milani va a ser ascendido... y también un par de números de la lotería... bueno, eso es mucho, la bola de cristal me va a hacer pito catalán si le pido tanto, pero al menos que la bola de cristal me diga cómo voy a estar a fin de mes y me advierta que no tengo que comprar sushi porque me voy a morir de hambre.

Ah, y por último, si alguien tiene una bola de cristal que funcione, que por favor me diga cuáles son las propuestas de los candidatos a diputados nacionales, porque hasta ahora, los únicos que dijeron algunas fueron los del Frente de Izquierda.

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