Misivas ocultas: La ley seca

En la gélida medianoche del 17 de enero de 1920, uno de los más arraigados hábitos de la sociedad norteamericana hizo un cortocircuito: la Enmienda 18 entró en vigencia y legalmente se puso fin a la importación, exportación, fraccionamiento, trasporte, venta o elaboración de toda bebida alcohólica.
“Esta noche, un minuto después de las doce, nacerá una nueva nación,” declaró el Senador Michael Volstead, impulsor de la nueva norma, con optimismo. “El demonio de la bebida hace testamento. Se inicia una era de ideas claras y limpios modales. Los barrios bajos serán pronto cosa del pasado. Las cárceles y correccionales quedarán vacíos; los transformaremos en graneros y fábricas. Todos los hombres volverán a caminar erguidos, sonreirán todas las mujeres y reirán todos los niños. Se cerraron para siempre las puertas del infierno.”


Apenas unos años antes, en 1911, Robert Johnson, considerado por muchos el mejor guitarrista de blues de todos los tiempos, había visto la luz un 8 de mayo, producto de una relación fugaz que su madre habría tenido con un extraño que pasaba casualmente por un miserable pueblo de Mississippi y del cual no existen registros históricos que lo identifiquen. En algún momento de la niñez de Robert, su señora madre, le confesó su origen, así como también le reveló su apellido, a partir de ese momento Robert empezó a buscar la cara de su padre en cada cruce de camino. ¿Y como iba a reconocerlo, me preguntarán? Fácil: …….Buscaba su propia cara.

Volviendo al senador Voltead y la enmienda XVIII, es verdad que las puertas del infierno se cerraron ese 17 de Enero de 1920….ahora nadie podía entrar…ni salir. De manera similar al mercado actual de drogas ilegales, muchos de los delitos más serios de la década de 1920, incluyendo robo y asesinato, fueron resultado directo del negocio clandestino de alcohol que operó durante la Ley Seca. El propio Capone llegó a influir directamente sobre varios barrios de la ciudad de Chicago para que se le permitiera continuar su negocio ilícito a cambio de sobornos o amenazas, mientras su banda (junto con decenas de otras) luchaban violentamente entre sí a lo largo del territorio estadounidense para controlar el muy lucrativo tráfico de alcohol.

Mientras tanto, el pequeño Robert empezaba a mostrar interés por la música, primero por la armónica y luego por el arpa, (instrumento al que regresaría tras su deceso terrenal). En el transcurso de los años veinte, Robert Johnson lograría convertirse en un guitarrista modesto, sin mayor gloria que cualquiera de sus contemporáneos, pero algo paso en los últimos años de esa década….algo que dio lugar al nacimiento de su leyenda….

Pero por ese entonces, Norteamérica se hundía en niveles impensados de desacato a la ley: “ Las coimas formaron parte del botín político y policial, el consumo per cápita de alcohol se incrementó en forma manifiesta. También aumentó el número de muertos por la toxicidad de la ingesta, al mismo tiempo que el crimen organizado se enquistó hasta convertirse en un auténtico poder paralelo. Un miserable fracaso en todos los sentidos.”

El 4 de marzo de 1933, el candidato del Partido Demócrata, Franklin Delano Roosevelt, asumió la presidencia de los Estados Unidos. Ese mismo año, el Congreso votó la enmienda constitucional que derogó la Enmienda 18. El 5 de diciembre de 1933 se celebró su defunción con un brindis seco.

Pocos años después, el 16 agosto de 1938, la historia señala que Johnson tuvo un amorío con la joven esposa del dueño de uno de los tantos bares en donde estaba tocando, el hombre indignado, envió a Robert una botella de whisky. A mitad de la botella, el guitarrista dejó de tocar. Salió a la calle sintiéndose muy mal, descompuesto…. El whisky llevaba estricnina. Dos semanas después, Johnson moría, con tan solo 27 años...
como Jimmy Hendrix;
como Jim Morrison;
como Janis Joplin;
como Kurt Cobain.

La leyenda, cuenta lo siguiente: En algún momento, a principios de la década del 30, Robert vendió su alma al Diablo en el cruce de la autopista 61 con la 49 en Clarksdale (Misisippi).

La realidad cuenta lo siguiente: Su inimitable estilo vocal, su precisión poética, su generoso sentido de la libertad interpretativa, le valió la admiración de Bob Dylan, Led Zeppeling , Jimmi Hendrix, Eric Clapton y los Rolling Stone.



Me gustaría creer que al alma de Robert Johnson no se la llevo Lucifer, me gustaría creer que quedó encerrada en las escasamente infinitas 29 composiciones que le sobrevivieron.



Que lástima ese último whisky. Que lástima los maridos celosos.





D5
El último whisky que me has regalado,
D5
El último whisky que me has regalado,
B5 A5 B5
me pega mal,
B5 A5 B5
me pega mal

D5
El último whisky que me has regalado,
D5
El último whisky que me has regalado,
B5 A5 B5
me pega mal,
B5 A5 B5
me pega mal

A5
No quiero mas, No quiero mas, No quiero mas, No quiero mas,
D5
No quiero mas, No quiero mas, No quiero mas, No quiero mas.

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