Aristóbulo Pachevko – El mentor del apetito

Aristóbulo – [tose] Carajo... me sumé a la moda de estar enfermo... [tose]



Ese que tosió es Aristóbulo Pachevko, intelectual, estudioso, alquimista y portador de la famosa gripe A, o no, pero a nadie le importa, apenas se enteran de que tiene gripe, salen corriendo.

Aristóbulo se había comprado una caja repleta de barbijos hipoalergénicos, anatómicos y con todas las normas ISO para evitar todo tipo de contagio... pero eso no era suficiente. Los potenciales clientes llegaban a su gabinete y con sólo ver que se parecía a un combatiente del Mortal Kombat, salían corriendo. Pero, después de cuatro horas de infructífera espera, justo cuando empezó a leer “Carta a Murakami”, de Kafka, alguien decidió quedarse y enfrentar todo tipo de virus.


Cliente – ¡Día buen! ¡Va cómo le!

Aristóbulo – Muy bien me va, ¿usted viene acá por qué?

Cliente – Tengo una gripe rara, porque.

Aristóbulo – Lo que pasa, entender creo.

Cliente – ¿Al revés usted también habla?

Aristóbulo – Sólo burlándome estoy de usted.

Cliente – Mierda, vete a la.

Aristóbulo – Por lo que escucho, lo de usted es un desplazamiento gramatical que se soluciona con sólo un destilado de clases de gramática. Tome este trago.

Cliente – [traga] Gracias, le doy.

Aristóbulo – Hable bien y deje de hacer teatro.

Cliente – ¿Ah? Yo no estoy haciendo teatro. ¡Hey! ¡Estoy hablando bien! Mi mamá me mima. ¡Sí, buenísimo”, antes decía “mi mamá mima me”.

Aristóbulo – Bueno, entonces, lo que usted tenía no es sólo un problema gramatical, sino un complejo de Edipo bastante complicado.

Cliente – ¿Yo, complejo de Edipo? Nah, si con la vieja mantengo una relación puramente distante; lo único que le pido a veces es que haga fideos caseros con la pastalinda. Pero bueno, en realidad, por lo que vine es porque mi esposa cree que no la aprecio lo suficiente y que no me gusta su comida.

Aristóbulo – Entonces, ¿por qué no le compra una pastalinda a su esposa?

Cliente – ¿Eh? Pero mi vieja hace muy buenos fideos...

Aristóbulo – Apostaría a que su esposa también hace muy buenos fideos... haga lo que le digo y se ahorrará muchos gastos en delivery.



Pasaron algunos días y el cliente volvió indignado.



Cliente – ¡Aristóbulo! Le compré la pastalinda a mi mujer y ahora se ha convertido en un instrumento de tortura. ¿Qué hago?

Aristóbulo – No creo que sea para tanto... es muy probable que usted se haya sugestionado y que, por el hecho de que no sea obra de su madre, le parezca horrible. Quizás sólo sea necesario un punto de vista neutro que le compruebe que su esposa es buena cocinera...



Y dicho y hecho, el cliente volvió al día siguiente...

...con los dos platos concursantes, ¿quién ganará? Pronto lo sabremos. En la esquina diestra, se encuentra Irina, la esposa de nuestro cliente, quien intenta arrebatarle el título a Roberta, la madre, quien se encuentra en la esquina siniestra, confiada de su trayectoria como cocinera. ¡Y empieza la competencia!

Aristóbulo – Hmmm...



Aristóbulo prueba el plato de Roberta y...



Aristóbulo – Me recuerda a cuando, de niño, visité el Sur de Italia y probé fideos, gritos de matrona, la jetoneada pura y legítima de cantantes líricos que soñaban con participar en una obra de Giuseppe Verdi...



Y a continuación, Aristóbulo probó la obra de Irina...



Aristóbulo – Hmmm... [gruñido] Me recuerda a cuando, en mi infancia en Polonia, mis padres buscaban la forma de darle sabor a la miseria que nos había dejado la invasión soviética.



Aristóbulo devolvió todo el contenido al plato y empezó a lamentarse por su impericia.



Aristóbulo – Disculpen, disculpen. No tiene nada que ver con la comida, es que me arriesgué confiando que iba a poder celebrar este concurso pese a mis problemas gástricos, pero veo que no es posible... sin embargo, la forma de cocinar de la joven es [glub] excepcional...



Las concursantes se fueron con el cliente y Aristóbulo se quedó pensando...



Aristóbulo – S ver... cómo se puede solucionar semejante catástrofe...



Tomó un libro de Doña Petrona...



Aristóbulo – No, estas recetas son tan pesadas que, si le pifia en algo, muere alguien...



Sacó un libro del Dr. Cormillot...



Aristóbulo – No... el tipo e smuy flaco, si come esto, se convertirá en el protagonista de la próxima película de Tim Burton.



Y por último, agarró la última lista de compras que tenía para ir al supermercado...



Aristóbulo – Un momento... para salir del paso, podría convertir esto en una receta...



Aristóbulo acostumbraba comprar ingredientes saludables sin tener ni la menor idea de qué iba a cocinarse, lo cual consideró provechoso para la situación... y así, cuando llegó su cliente...



Cliente – Buen día.

Aristóbulo – Buen día. Tengo esto para que le dé a su esposa.

Cliente – ¿Qué es?

Aristóbulo – Una forma de mejorar sus recetas.

Cliente – ¿Está usted seguro?

Aristóbulo – Muy seguro.



En efecto, la receta decía cada dos renglones “pruebe lo que está haciendo”, lo que garantizó el sabor de la obra de Irina... sin embargo, Aristóbulo no estaba tranquilo, por lo que volvió a llamar a su cliente...



Cliente – Hola, ¿para qué me llamó?

Aristóbulo – Para advertirle algo... su mujer tiene un problema...

Cliente – ¿Qué sucede?

Aristóbulo – Su esposa es demasiado parecida a su madre.

Cliente – ¿A qué se refiere?

Aristóbulo – Su comida es idéntica.

Cliente – ¿Y eso es algo malo?

Aristóbulo – ¿Usted quiere tener hijos?

Cliente – Sí.

Aristóbulo – Entonces es peligroso. Pero todo se soluciona con cambiar la predominancia de elementos en su mujer.

Cliente – No entiendo.

Aristóbulo – La idea es que su madre deje de considerar que su esposa es un elemento, así que usted le debe suministrar esta bebida en el desayuno. No lo olvide, debe ser en el desayuno.



El cliente se fue con la bebida y la suministró, pero no fue precisamente en el desayuno, lo cual tuvo como consecuencia un irrefrenable apetito...



Cliente – No, pará... ahora no, que tengo que trabajar... bueno, está bien.



Y la situación se prolongó durante todo el día...



Cliente – ¿Cómo que de nuevo? No, pará... uf...



Horas más tarde, el cliente volvía exhausto al gabinete de Aristóbulo...



Aristóbulo – Uh... qué cara... veo que no le diste la pócima en el desayuno...

Cliente – Aiuda...

Aristóbulo – No se preocupe, es sólo un efecto temporal... le dí una pócima para acrecentar la correspondencia con el estereotipo de mujer, por lo que es esperable que...

Cliente – Un momento, ¿qué le hace pensar que vine por eso? Sólo vine a pedir aiuda porque se me acabaron los días de franco en el trabajo.

Aristóbulo – ¡Ah! Bueno, entonces déjela embarazada.

Cliente – Eh... no. ¿Cuánto le debo?

Aristóbulo – ¿Cuánto cree usted que vale mi trabajo?

Cliente – ¿Me descuenta los ingredientes de las recetas?

Aristóbulo – Eh... no.

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