Mutantes – 8vo devenir – La brujería precoz

Cuenta la leyenda que algunas personas tienden a abandonar todo tipo de uso de razón y de actuar impulsivamente, sin importarles la presencia del otro y sin asumir ningún tipo de responsabilidad cuando se produce algún daño.

Y una mujer blanqueó su conducta... el día en que mutó.



Roberta Farina supo estar casada, tiempo atrás, con Fernando Faccia, un bombero jubilado, a quien le fatigaba el sueldo sin ningún tipo de piedad... pero cierto día, su ex esposo llegó con peinado nuevo y todo cambió para Roberta...



Roberta – Más te conviene que hayas traído plata porque... Aaaaaaaahh... Disculpame, pensé que eras mi ex marido trayendo el sueldo...

FF – Soy tu ex marido.

Roberta - ¿No te querés casar de nuevo conmigo?

FF – Ni desayunando ayahuasca.

Roberta - ¿Y una sesión de amor desenfrenado, salvaje y sobrenatural, al menos?



E inmediatamente, se cortó todo tipo de comunicación verbal, a excepción de invocaciones divinas, arengar para que le dé algo y alguno que otro “viva Perón, carajo”.

Al terminar con su labor, Fernando Faccia se retiró sin tener que desembolsar su jubilación y pudo llevar adelante su añorado oficio de artesano del cabello.

Mientras tanto, Roberta...



Roberta – No te vas a escapar tan fácilmente, Fernandito... pronto... ¡vas a ser mío!



Consultó libros de ocultismo, metafísica, brujería, Coelho, Tai chi, Doña Petrona, hizo dos o tres tests de la Cosmopolitan, compró algunas velas y... [ruido de encendedor]



Roberta – No te me vas a escapar, no te me vas a escapar, no te me vas a escapar... cuando la cera de esta vela se derrita, no vas a poder resistir mis encantos.



Roberta se quedó mirando la vela casi como si quisiese derretirla con la mirada, hasta que, finalmente, a las 6 de la mañana...



Roberta - ¡Se terminó! ¡Fernando! ¡Sos mío! Lo voy a llamar, lo voy a llamar, lo voy a llamar...



Mientras tanto, en el departamento de Fernando...

...el artesano del cabello practicaba el célebre y ancestral rito de la cucharita con su actual novia, Lidia Morera, hasta que... [suena un celular]



Lidia - ¿Quién llama a esta hora?

FF - ¿Ah? ¿Qué?

Lidia – Que quién llama.

FF – [chasquido lingüístico] Mi ex esposa...

Lidia - ¿Qué puede querer a esta hora?

FF – No sé... cortá...

Pero Roberta no estaba para nada conforme con la situación...



Roberta – No me atiende, no me atiende, ¡no me atiende! Voy a llamarlo de nuevo, esto no puede ser; un bun hombre se despierta temprano, ¿quién se cree que es? ¿Que me va a ignorar así de fácil? Lo voy a llamar... no, no, no lo llames, no, hay que esperar, hay que... si no, vas a parecer desesperada. ¿Estás desesperada? Sí. ¡¡No!! ¡No estoy desesperada! No me importa, que duerma todo lo que necesite, pobre, mi Fernando... debe estar cansado después de trabajar toda la semana... ¿Qué cansado? ¡Si es peluquero, ahora! ¿Qué va a estar cansado? ¡Tenés que estar despierto para mí, Fernando, para MÍ!



Y nuevamente, en el departamento de Fernando... [suena un celular]



FF - ¿Qué carajo? De nuevo mi ex...

Lidia – No sé qué le pasa a tu ex... ¿le pasará algo?

FF – No, no creo... no me llamaría a mí. Soy su ex, sólo me llama para conseguir dinero, y a menos que quiera salir a un boliche, no le sirve de nada a esta hora...

Lidia – Claro... qué desubicada...



La pareja de tórtolos siguió metiendo la cuchara en la cursilería somnolienta hasta, más o menos, las once de la mañana...



Fernando y Lidia – [bostezan]

FF - ¿Preparo el desayuno?

Lidia – Más te conviene. Tu ex no me dejó dormir.

FF – Bueno, no tengo la culpa de ser irresistible.

Lidia – No me preocupa. Soy ciega, así que soy inmune a tus encantos.

Fernando – Che, Lidia, se me acabaron las galletas...

Lidia – Mirá, por lo que pasó, deberías traerme un desayuno continental, así que corré. Tenés quince minutos.



Fernando salió corriendo y puso a prueba su currículum de bombero para llegar lo más rápido posible a conseguir todo lo necesario para el desayuno.

Pero en el tiempo que Fernando invertía para complacer a su novia... [golpean la puerta]



Roberta - ¡Abrí la puerta, perra! ¡Ladrona de maridos! ¡Soy la única que merece estar con Fernando! ¡Salí de ahí, que te voy a arrancar las clinas!



Y Lidia le dio el gusto de intentarlo...

Lidia y Roberta iniciaron un combate cuerpo a cuerpo que... bueno, a este humilde narrador... ¡Vamos, Lidia, dale duro! Digo, no me gusta esta clase de enfrentamientos... ¡Eso, un gancho, ahora! Como decía, no está bien que dos mujeres se estén... ¡Eso fue un golpe bajo! ¿Qué no hay árbitro, acá? La paz debería ser un ideal... ¡Eso es una pila y no gilada! En fin... las mujeres no deberían pelear fuera del barro, pero dada la situación, sólo queda decir que Roberta se tuvo que retirar porque no pudo lidiar con Lidia.

Pero poco tiempo después...



FF – Llegué, amor...

Lidia – Genial, estaba a punto de empezar a comer platos...

FF – Che, te queda bien ese peinado al estilo recién salida de la guerra.

Lidia - ¿Eh? ¿Tan despeinada estoy?

FF – un poco... o no... pero me inspira...a darte un poquito más de hambre...



Bueno, lo que sucedió a continuación no se puede decir al aire, pero cuando llegaron... las doce, el hambre arreciaba.



Lidia – [con voz de relax] Dame comida...

FF – Habrá que mezclar desayuno con almuerzo...



Lidia intentó esconder su enfrentamiento con Roberta para que Fernando no piense que estaba saliendo con una pendenciera... y tuvo éxito gracias a la ingenuidad de Fernando, la misma ingenuidad que lo llevó a casarse con una... bueno, que lo llevó a casarse, lo cegó ante todo indicio de guerra.

Pero Roberta no dejó quietas sus manos...



Roberta – Esa mujer... ¿quién es esa mujer? ¿Cuál es el nombre que tengo que tallar en esta vela mortífera? ¿Cuál es su nombre?



Cuenta la leyenda que, para tener poder sobre alguien, es necesario saber su nombre. Roberta buscó por todos lados algún rastro, algún cambio en la vida de su ex marido, revisó todos los perfiles de Facebook de sus clientes habituales, pero...



RF - ¡¿Quién es esa mujer?! ¡¿Por qué no tiene Facebook?! ¿A quién se le ocurre no tener facebook en esta época? ¡Toda la vida, todas las relaciones y todos los negocios se hacen en las redes sociales! ¿Acaso se puede ser novia de un tipo sin anunciarlo en Facebook? ¡Eso no existe! [pausa]

Hmpf... no me queda otra... perdoname, Fernando, pero lo hago por tu bien... ¡No tenés que estar con otra que no sea yo!



Roberta encendió una vela con forma de reloj para reducirle el tiempo que pueda estar con ella... y pronto se hicieron sentir los resultados...



FF - Huh... perdoná...

Lidia - ¿Qué pasa?

FF – Rompí el despertador...

Lidia – Mejor, así no nos damos cuenta si llegamos tarde...



Y los arrumacos siguieron sin interrupción alguna hasta que empezaron a rugir los estómagos.

Mientras tanto, la aprendiz de bruja comprendía que estaba utilizando la metodología equivocada, por o que recurrió a una vela más agresiva...



Roberta - Va a aprender esa jipi, va a aprender, va a prenderse de mí para suplicar clemencia. Con esta vela de corazón roto, Fernandito, Mi Fernandito, será mío, valga la redundancia.



Roberta encendió la vela y esperó a que se consuma mientras veía la novela y revisaba sus libros de hechicería barata y alpargatas de yute.



Roberta - “Las velas no deben ser contradichas”, ¿cómo se puede contradecir una vela?



La novela llegaba a su final cuando la cera se consumió por completo, contradiciéndose en el juego de palabras más estúpido jamás dicho en la radio. Con ira, apagó la televisión y se brotó sacando del cajón toda su artillería...



Roberta – Vengan a mí, velas fálicas, velas de atadura, velas de esposas, velas de santos, velas de demonios, velas de pajaritos tomando agua, ojos de cuervo, bolas de toro, patas de rana, manos de Juan Domingo, ¡Vengan a mí! ¡Él tiene que ser mío!



Roberta encendió el velamen y se quedó a esperar... a los cinco minutos se tuvo que quitar toda la ropa por culpa de las doscientas llamas encendidas. A los veinte minutos, el sueño le cerró los ojos y se vio envuelta por los reinos de Morfeo. Soñó roces y humedades con su ex marido, soñó que era su propiedad inalienable, una parte de su cuerpo desmembrado.

Dos horas más tarde, despertó en un cuarto blanco. Su hijo, con una cara de alivio, la mirada esperando alguna palabra.



Roberta - ¿Fernando volvió?

Julio Faccia – No, vieja; fueron todos los bomberos a casa, pero Fernando, no.

Roberta - ¿Por qué fueron todos los bomberos?

JF – Porque incendiaste la casa con doscientas velas, ¿por qué iban a ir?

RF – Ah... las velas eran para que vuelva.

JF – Seguramente, en el mundo espiritual te bloquearon la cuenta de bruja por espameo, qué se yo... quedaron unas velas y algunos mazos de cartas... podríamos empezar a vender algo...



Roberta le dejó las cartas a su hijo y se quedó con las velas, quizás como un karma en vida, una prueba de cómo, al querer controlar la vida de otro, perdió el control de la propia vida.

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