Aristóbulo Pachevko – El alquimista de los sueños

[Golpes de martillo]

Aristóbulo – Aaaaaaaah... lindo día para empezar a trabajar. [se sacude las manos]

Ése que hablo fue Aristóbulo Pachevko. Un tipo de edad media, taciturno, meditativo, solitario y alquimista. Acaba de colgar un cartel que dice: “Aristóbulo Pachevko, el alquimista de los sueños”.
No bien empezó a hacerse visible el cartel, la gente empezó a preguntarse qué carajo era eso. Corrieron los rumores tanto en bares como en sinagogas.

1 – ¿Alquimista? La alquimia es de gente de la Edad Media.
2 – Para mí que es uno de esos ladrones que venden placebos...

Sin embargo, Aristóbulo no sólo estaba convencido de su ciencia, sino que su estudio estaba tapizado de libros de medicina, química, anatomía, física, psicología y físico-culturismo.
Se sentó en su escritorio recién comprado en un local de muebles usados y se puso a leer algo de Cortázar. No importa qué libro, todos están buenos. A los quince minutos, mucho antes de lo esperado, apareció el primer potencial cliente.


Cliente – Buenos días.
Aristóbulo – Espéreme un minuto, que quiero terminar este párrafo y lo atiendo....

El potencial cliente ya estaba acercándose a la puerta cuando Aristóbulo puso lo primero que agarró para marcar la página donde se quedó.

Aristóbulo – Ahora sí, ¿En qué le puedo servir?
Cliente – La verdad... no sé... ¿Qué hace usted?
Aristóbulo – Depende de lo que usted necesite.
Cliente – Mire...
Aristóbulo – Miro.
Cliente – Mi esposa sueña que es Chuck Norris y cada vez qye me despierto, estoy en el suelo cubierto de moretones.
Aristóbulo – ¿Usted está seguro de que eso sucede mientras duerme? Porque si no, debería llamar a la policía por violencia de género...
Cliente – No, no. No se preocupe. Ella sería incapaz de golpearme.
Aristóbulo – Bueno. ¿Y está seguro de que es Chuck Norris? Porque si sueña que es Jackie Chan, o Bruce Lee, el tratamiento del problema sería distinto.
Cliente – Sí, estoy seguro. Cierta vez, me desperté mientras se presentaba como Walker, el ranger de Texas.
Aristóbulo – Bien. Entonces, lo que afecta a su esposa es, a grandes rasgos, un desbalance de elementos en su alma. El elemento del fuego, cuyo guardián es la Salamandra, predomina en ella y la vuelve violenta en sueños. Básicamente, tiene una Salamandra enorme.
Cliente – ¿Y qué se puede hacer?
Aristóbulo – Le suministraremos un suero para nivelar los elementos de su alma y hacer que sueñe que es Gandhi.
Cliente – Eh... pero... ¿Cómo le vamos a suministrar ese suero?
Aristóbulo – Tiene varias opciones. Yo recomiendo que sea por vía oral por una cuestión de honra, pero le puedo ofrecer supositorios...
Cliente – No, no... el tema es que ella no sabe nada de esto...
Aristóbulo – Aaaaaaaaaaaaah...

El semblante de Aristóbulo se volvió grave y parco... la dirección en la que había girado su primer caso le exigía un ámbito secreto y clandestino.

Aristóbulo – Entiendo... entonces, tendremos que hablar en un recinto menos expuesto.
Cliente – Señor, pero éste es su propio estudio. ¿Qué clase de exposición puede haber acá?
Aristóbulo – Siempre hay alguien mirándonos.

Aristóbulo miró a su cliente con ojos de paranoico y prosiguió:

Aristóbulo – Sígame.

Silencio

Bajaron ambos por una escalera en caracol, un ascensor, un tupo y un montacargas hasta que llegaron al sótano.

Aristóbulo – Éste es un lugar seguro... escuche, ni siquiera hay música de fondo.
Cliente – Sí, claro... bueno, ¿qué hacemos?
Aristóbulo – Lo que vamos a hacer es lo siguiente. ¿Usted tiene relaciones frecuentemente con su esposa?
Cliente – Y... como toda pareja de casados... una o dos veces... por mes...
Aristóbulo – Entonces vamos a tener que usar algo más extremo... ¿Usted prepara la comida de vez en cuando?
Cliente – Y... cuando hay asado con la familia... algo típico...
Aristóbulo – Bueno, este domingo invite familiares, amigos o lo que sea y viértale este líquido como si fuese un condimento especial. Le puse un poco de chimichurri para que quede bien.
Cliente – Muchas gracias, señor Aristóbulo, ¿cuánto le debo?
Aristóbulo – Todavía, nada. Me pagará cuando vea los resultados.
Cliente – ¿Y si no vuelvo?
Aristóbulo – Usted volverá...

Aristóbulo puso ojos de loco del carajo y su cliente supo que tenía que volver, o de lo contrario... no lo diré, porque no le quiero hacer mala prensa... y porque no sé qué me podría hacer este brujo, digo, ¡alquimista!

Y al domingo siguiente...

Alguien – ¡Un aplauso para el asador!

[aplausos]

Cliente – Gracias, gracias. Y ahora, si no les molesta, quisiera ofrecerle el mejor bocado a la mujer que amo, mi querida esposa.
Alguien – ¡Buena!
Cliente – Preparé esta bondiolita de cerdo especialmente para vos, querida.

Su esposa probó el manjar con sumo deleite, llegando al cénit del placer culinario. A tal punto que cada mordisco duraba más de quince minutos en su boca mientras pronunciaba “hmmmmmm” y “aaaaaaah” cada vez que podía tomarse un tiempo para respirar.
Mientras tanto, todos los comensales la observaban estáticamente con envidia... pero siempre hay un un amigo caradura que dice:

Jipi – Buena onda... me llevo un pequeño fragmento para pegarme ese viaje...
Cliente – ¡No!
Jipi – Eh, loco, qué mala vibra... está todo bien...

Y el amigo caradura probó de la bondiolita de cerdo,,,

Y al día siguiente...

Cliente – ¡Sabías que iba a volver! ¡Basura! ¡Ahora, por tu culpa, tengo un amigo convertido en una planta!
Aristóbulo – Ese bocado sólo lo tenía que comer tu esposa... no es mi culpa... ¿Dormiste bien anoche? Te veo sin moretones...
Cliente – Sí, dormí bien. Pero, ¿qué hago con mi amigo?
Aristóbulo – Cuénteme, ¿qué le pasa?
Cliente – Está quieto, en posición de Buddha, mirando al horizonte desde hace diez horas.
Aristóbulo – ¿Y cómo era antes?
Cliente – Era más pacífico que un tema de Enya.
Aristóbulo – Entonces, tiene sobredosis del elemento tierra, cuyo guardián es el Gnomo... así que tu amigo se ha convertido en un gnomo fumón.
Cliente – ¿Y cómo se puede solucionar?
Aristóbulo – Hay una solución química que le puedo ofrecer, pero si usted quiere un método menos agresivo... sígame al sótano.
Cliente – ¿Otra vez?

Bajaron ambos por la escalera en caracol, el ascensor, el tubo y el montacargras hasta que llegaron al sótano...

Silencio

Cliente – Ufffff.... ahhhhhh... ahhhhhhhh... [sonidos de agitamiento] Bueno, esto de bajar... me está matando...
Aristóbulo – Le va a hacer bien. El hecho de estar casado ha hecho estragos en su abdomen.
Cliente – Mire...
Aristóbulo – Miro.
Cliente – Yo vine acá por un problema, no para que me ofenda.
Aristóbulo – Disculpe si ofendo, pero usted vino por un problema, pero vino con dos problemas... uno con su esposa y otro con su barriga.... yo le estoy ayudando con dos por el precio de uno... y ahora, le voy a solucionar otro.
Cliente – Ehh... bueno.. ¿Qué hay para hacer?
Aristóbulo – Usted tiene que hacerlo enojar.
Cliente – Pero... ¿cómo se puede enojar un tipo que se comporta como un potus?
Aristóbulo – Usted lo conoce bien... usted sabrá. Si no funciona, puede volver y pedirme una pócima.
Cliente – [embolado] Bueno, gracias.

El amigo estaba en su nirvana mientras le hablaba...

Cliente – Che... tu novia se acostó con otro...
Jipi – Espero que lo haya disfrutado...
Cliente – Carajo... eh... Argentina empató...
Jipi – Bueno, no siempre se puede ganar...
Cliente – Uffffff... es duro... la Alumbrera sigue funcionado...
Jipi – Y... habrá que seguir luchando...
Cliente – ¡Aaaaaaaargh! ¿No se te puede enojar con nada? ¡La marihuana es ilegal, el código de faltas sigue vigente, todavía no encontraron a Julio López!
Jipi – Pero la vida continúa...
Cliente – Bueh... nada. Voy a hablar con Aristóbulo. Más le conviene que no me cobre una barbaridad sólo porque aumentaron las milanesas de mijo.
Jipi – ¿Qué? ¿Subieron las mijonesas? ¡En este país no se puede vivir! ¡Todo sube! ¡Todo está mal! ¡No nos dejan vivir en paz! ¿Qué se piensan? ¿Que los vegetarianos vivimos del aire?

Aristóbulo fue despertado al día siguiente por una pregunta telefónica...

Cliente – Che, ¿Cuánto te debo por todo?
Aristóbulo – ¿Cuánto cree usted que vale mi trabajo?

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