Aristóbulo Pachevko – El exorcista de los deseos

Aristóbulo - [sorbo de mate] Ajjj... está lavado.



Ése que se quejó, es Aristóbulo Pachevko, un hombre serio, concentrado y alquimista. Estaba esperando en su consultorio. Abandonó su mate feo con hierba reciclada y, resignado, se puso a leer un libro de “anatomía molecular y su aplicación en los rituales budistas”.

De repente, un hombre ingresó malhumorado. Aristóbulo marcó la página del libro con una boleta del gas y dijo:



Aristóbulo – Buen día

Cliente 2 – ¿Buen día? Eso quisiera.

Aristóbulo – Veo que no está del mejor humor posible. ¿Qué puedo hacer para ayudarlo?

Cliente 2 – Desde hace un año que con mi esposa no pasa nada...

Aristóbulo – Bueno, por lo que me dice, me parece que su esposa está en coma.

Cliente 2 – No, no. Me refiero a que no pasa nada... íntimamente...

Aristóbulo – Aaaah... ¿y cuál fue la fecha exacta en la que se acabaron las actividades copulativas?

Cliente 2 – Eh... no sé, la verdad que no llevo un registro de esas cosas... ¿en cuánto puede influir esto?

Aristóbulo – Es esencial, ya que tengo que calcular la posición de los astros que rigen sus actividades... recreativas... no es lo mismo hacer una caricia bajo el signo de Acuario que hacer unos mimos en la casa de Venus. Está clarísimo. ¿Tienen algún indicio, algún día de referencia para calcular?

Cliente 2 – Bueno... recuerdo que ese día compramos un televisor nuevo...

Aristóbulo – ¿Y cómo desembocó la compra del televisor en...?

Cliente 2 – Fácil; pusimos una película de Tarkovsky.

Aristóbulo – Claro... ¿y no probó con llevarle otra cosa igual de tediosa? No sé... un rompecabezas de mil piezas, un show de Midachi...

Cliente 2 – Sí, le llevé un Ludo Matic.

Aristóbulo – ¡Buena elección! Sobre que el Ludo es aburrido, le sacaron la aventura de tirar los dados. ¿Y qué pasó?

Cliente 2 – Le gustó.

Aristóbulo – Esto es grave... bueno, busque la factura del televisor y venga a verme de nuevo.



El segundo cliente de Aristóbulo fue a su casa, revolvió la pila de facturas y volvió al estudio del alquimista...



Cliente 2 – Aquí está. La fecha fue el dos de junio.

Aristóbulo – Hmmm... eso explica muchas cosas... fue un rapidito de géminis, que es un signo de aire, es decir, un signo masculino. ¿Su esposa toma poca agua?

Cliente 2 – Sí, no más de dos o tres vasos por día.

Aristóbulo – Imagino que también tiene la voz ronca y está empezando a crecer...

Cliente 2 – ¿Cómo sabe eso?

Aristóbulo – Es evidente... el agua es el elemento depurador y femenino por excelencia y su guardián es la Ondina... debido a que toma poca agua, su esposa tiene cada vez menos Ondina.

Cliente 2 – Entonces, todo lo que tengo que hacer es darle más agua...

Aristóbulo – Básicamente, tiene que darle más. Y que sea antes de que empiece a odiar a los hombres.

Cliente 2 – Bueno, gracias. ¿Cuánto le debo?



Aristóbulo se levantó del asiento distraído y dijo:



Aristóbulo – Págueme cuando vea los resultados.



El cliente se quedó sorprendido por la tranquilidad y la ingenuidad del alquimista.



Cliente 2 – Pero... ¿y si no vuelvo?



Anticipándose a la pregunta, Aristóbulo se puso a limpiar un fusil Winchester del 1894 y dijo:



Aristóbulo – Usted... volverá...



Aristóbulo siguió con su rutina durante poco más de dos semanas, sin preguntarse siquiera qué había sido de la vida amorosa de su segundo cliente. Eran ya las tres de la tarde, leía un libro sobre “el desarrollo psicosocial de os mapaches”. [suena un teléfono] El teléfono empezó a sonar. Aristóbulo marcó su libro con una lapicera del gobierno y atendió [corta el sonido del teléfono].



Aristóbulo – ¿Hola?

Cliente 2 – [hecho bosta] Hola, ¿alquimista?

Aristóbulo – Así es... ¿cómo le ha ido?

Cliente 2 – La cosa funcionó... lo llamaba para decirle que todavía no pude ir a pagarle porque tuve algunas complicaciones...

Aristóbulo – ¿Qué ha pasado?

Cliente 2 – Es que... estoy en el hospital.

Aristóbulo – ¿Algún accidente?

Cliente 2 – No, la verdad, no tengo nada...

Aristóbulo – Y entonces, ¿por qué está en el hospital?

Cliente 2 – Porque es el único lugar donde ella puede estar conmigo durante estrictos horarios de visita.

Aristóbulo – ¿No probó con ir a prisión?

Cliente 2 – Lo pensé, pero no quiero perder el laburo. Además, tendría que cometer un crimen para eso.

Aristóbulo – Claro... bueno, pero, ¿por qué recurrió a internarse?

Cliente 2 – Bueno... lo que pasa es que... no doy más...

Aristóbulo – ¿Cuánta agua le dio a su mujer?

Cliente 2 – Y... unos seis litros por día...

Aristóbulo – Uh... bueno, le pido disculpas. Debí especificar la cantidad... con tres litros estaba bien...

Cliente 2 – No se preocupe, señor; la verdad es que la estoy pasando bien... Uh, ahí viene... lo único es que me he quedado con ganas de jugar al Ludo. ¿No querría venir a visitarme? De paso le pago.

Aristóbulo – No hay problema, espero a que salga...

Cliente 2 – ¡No! No quiero, digo, no puedo salir.

Aristóbulo – Bueno, en una hora estoy por allá...



Aristóbulo sospechó que algo pasaba, por lo que preparó su bolso con toda su artillería.

Cuando llegó al hospital, su cliente estaba más flaco que la Pantera Rosa. A su lado, su esposa sostenía su mano con los ojos rojos de tanto llorar.

Aristóbulo revisó su maletín y sacó un tablero de Ludo.



Aristóbulo – Yo elijo la ficha verde, que es mi color.



Sacó una ficha rosa y otra azul y dijo:



Aristóbulo – ¿Quién empieza?

La esposa agarró la ficha azul y empezó...



Aristóbulo – Bueno... no me parece correcto que usted use la ficha rosa, así que...

Cliente 2 – No, está bien, el color no representa nada...

Aristóbulo – ¡Uh...!



De pronto, el cliente, al tocar la ficha, puso cara de tener menos sexualidad que el teatro cortesano. Arrojaba los dados con displicencia, miraba más las paredes que el escode de su esposa y si le hablaban de Marcela Kloosterboer, decía “sí, tiene un pelazo”.

Aristóbulo se puso a meditar acerca del resultado no positivo de su estratagema y empezó a elaborar un nuevo plan...



Aristóbulo – Disculpe... me parece que usted no se ve nada bien...



El alquimista le tomó la temperatura y puso cara de consternado



Aristóbulo – ¡Oh, por Dios! ¡Esto parece grave! Ustedes disculpen, pero...



Se fue sin terminar su frase y salió de la habitación. A los pocos segundos, la esposa del postrado salió desesperada.



Aristóbulo – Miren... esto es muy grave... no puedo hacer mucho por él... pero voy a llamar a un amigo que es cura.



El alquimista se fue del hospital, alquiló un disfraz de cura, carraspeó un poco y afinó su voz.



Aristóbulo – Hola, hola, hola, hola...



Aristóbulo volvió al hospital y entró a visitar al pobre convaleciente.



Aristóbulo [monseñor] – Hola. Soy el Monseñor de la Brochette, y vengo a... ¡Oh, Señor! ¡Usted tiene la típica mirada de un poseído!

Cliente 2 – ¿Ah?



Aristóbulo, eh... bueno, el cura puso su mano sobre la frente del hospitalizado y empezó a gritar:



Aristóbulo [monseñor] – ¡Sal de ahí, engendro del Infierno! ¡Abandona a este pobre y pulcro miembro del rebaño de la luz!

Cliente 2 – ¡Aaaaaaah! ¡Aaaaaaah! ¡Me está tirando del pelo! ¡Aaaaaah!

Aristóbulo [monseñor] – ¡Te arrojaré agua bendita para que ardas en las llamas que te corresponden!



El Monseñor de la Brochette le tiró un líquido rojo que poco parecía agua bendita, pero en medio del espectáculo nadie se dio cuenta. Y de repente... una protuberancia bajo las sábanas evidenció la sanidad del hombre exorcizado. Su esposa salió corriendo por los pasillos gritando “milagro, milagro” hasta que fue detenida frente a oncología por dos enfermeros que le decían que su celebración era de mal gusto.



La semana siguiente, Aristóbulo recibió la visita de su cliente.



Cliente 2 – Hola. Quiero agradecerle por todo.

Aristóbulo – Fue un placer. ¿Cómo le ha ido?

Cliente 2 – Perfectamente. Mi vida amorosa es ahora tan estable que ya no necesito recurrir a nada más... de todos modos, me pregunto, ¿cómo hizo para que mi esposa se tranquilice, si no le ha dado ninguna pócima?

Aristóbulo – La fe en el milagro de su rehabilitación la proveyó de un delirio místico tal que no se animará a caer en el pecado de la lujuria... siempre y cuando no se entere de la verdad...

Cliente 2 – Muy ingenioso... si se entera, volveré. Por ahora, ¿cuánto le debo?

Aristóbulo – Cuanto usted crea que vale mi trabajo.

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