Mutantes: Cuarto devenir – El fluir urbano

Cuenta la leyenda que, por las noches, un grupo de jóvenes se reúne en una plaza a realizar maniobras con sus skates, longboards, rollers, etcétera. Algunas personas que encarnan la paranoia popular piensan que son delincuentes en potencia, que en sus rostros llevan el estigma de la rebeldía ante las normas, el orden y las buenas costumbres. Otros, simplemente se sientan a observarlos esbozando una sonrisa cada vez que se equivocan y caen, por la sola envidia de no poder hacer lo mismo. El prejuicio los encuadra en un hobbie inútil, pero un joven demostró lo contrario... el día en que mutó.


Leonardo Súbito consiguió su primer trabajo a los dieciocho años, que consistía en llevar viandas de una rotisería, y lo primero que hizo al cobrar fue cumplir con un sueño de la infancia: comprarse un skate. No había podido antes porque Papá Noel siempre ponía la excusa de que se había portado mal. La verdad era que su padre se tiraba el aguinaldo en el casino y llegaba a la casa diciendo que le robaron en el camino. Era el único hombre de la ciudad que tenía como religión ser asaltado en la primera semana de diciembre.

La cosa es que Leonardo Súbito se compró un skate con más personalidad que el bigote de Pachano y más calaveras que la hinchada de Belgrano. Salió de la tienda intentándolo andar... con poco éxito.



Leonardo ¡Uh! Ah, carajo..



Ante las risas de todos, la guastada que se pegó fue inmediatamente subida a Youtube.



Leo Che, recién empiezo, tampoco es para tanto. ¿O me van a decir que todos ustedes nacieron con un skate bajo el brazo?



Se le acercó el creído del grupo: Edmundo Roblego.



Ed Yo nací con un skate bajo el brazo.

Leo Debió de estar jodido el trabajo de parto, ¿fue por cesárea?

Ed Te voy a matar, ¿quién te creés que sos?



Leonardo recibió una tremenda piña en el ojo izquierdo tan inesperada que cayó al suelo. Todos los demás se quedaron callados sin hacer nada. Leonardo entendió que ése no era un lugar para quedarse y se fue con el skate en la mano.

Mientras volvía, pensaba en aprender a andar, en ser el mejor, en superar cada obstáculo de la ciudad, pero algo distrajo su atención...

...una joven mujer estaba dando un espectáculo inigualable... tocaba el triángulo de tal modo que provocaba un instinto lascivo en todos los oyentes. El público estaba en éxtasis. A un cortesano se le cayó el monóculo y a un gaucho se le voló el sombrero. Leonardo abrazó su skate con fuerza como si fuese la joven y le estuviese proponiendo aparearse con él.

De pronto, sintió el peso de un sombrero en su cabeza y se despertó de su excitación. Se dio cuenta de que era hora de partir. Subió al skate, se dio impulso casi por instinto y...

...partió a una velocidad que poco a poco empezaba a igualar a los autos. La gente lo miraba asustada, sólo por unos segundos, y desaparecía en la distancia... y se quedaban todos con una imagen difusa...



Cualquiera 1 ¡Es un tren!

Cualquiera 2 ¡Es un camión!

Cualquiera 3 ¡Es un... ¿skater con sombrero de gaucho?!



Los postes de luz zumbaban a su lado, los motociclistas se enfadaban al ver cómo un tipo podía ir tan rápido y las polleras flameaban con el viento que provocaba dejando poco a la imaginación. Los inspectores municipales miraban inquisidoramente las nalgas de Leonardo buscando una patente que identifique el infractor bólido de tracción a sangre.



Inspector ¡Maldición! ¡El radar marca que va a más de cien, pero no le puedo cobrar multa!



Lo siento, señor inspector, no podrá cobrar coima tampoco...




Leonardo llegó a su casa en tiempo récord y se encontró con sus padres sentados en la mesa.



Madre ¿Qué hacés con ese sombrero? Ridículo...

Padre ¡Ah, mirá! ¡Te llegó el skate, feliz Navidad!

Madre ¡Callate, caradura! Dale, comé, que me estoy perdiendo la novela.



Leonardo se limitó a guardar silencio durante la cena y no enviarlos hacia su húmedo y pestilente país de origen. Se dirigió hacia su habitación, dejó el skate en el piso y se acostó sobre la cama.

Soñó que la policía lo perseguía por exceder el límite de velocidad. Un tipo de traje del dinosaurio Barnie estaba en la esquina vendiendo algo ilegal, pero la policía no le prestaba atención. Al despertar, la injusticia del sueño se le hizo insoportable. Se fue de la casa con el skate y empezó a andar por toda la ciudad para despejarse.

Llegó a su lugar de trabajo y la rotisería estaba cerrada. Leonardo se extrañó y tocó la puerta para ver si había alguien adentro. [toca la puerta]




CeF ¿Ah? ¿Quién jode a esta hora? No quiero saber nada con la palabra de ningún señor, ¿eh?

Leo Soy yo, Leo. ¿Estabas durmiendo, Car’e Foquito?

CeF ¡Obvio! ¿Qué esperabas? ¡Son las diez de la mañana! ¿Qué hacés llegando a esta hora?

Leo ¿Las diez? ¡Huh! No me dí cuenta; es que salí a la hora de siempre, pero como vine en skate, veo que llegué antes...

CeF Bueh... pasá. ¿Querés desayunar? Quedó media pizza.

Leo Me vendría bien; no comí nada en casa... ¿Cómo andan Laura y Alberto?

CeF Uffff, no me hablés... desde que se fueron a vivir juntos ya no se quedan a tomar sangre de mono como antes.

Leo Qué bueno que estén disfrutando de su vida.



El tiempo pasó y empezó el horario de trabajo. Los pedidos empezaron a llover y Leonardo, subido en su skate los repartió a una velocidad sobrehumana.



CeF ¡Ew, Leo! ¿Qué hacés acá? ¿No tenías que llevar las cinco pizzas que te dí?

Leo Ya las llevé.

CeF ¿En qué momento? Te estoy viendo acá más al pedo que un anticonceptivo de Maru Botana.

Leo Si recibís alguna queja, despedime; la plata de las pizzas está en la caja.



Así como Copérnico cambió la forma de ver la Tierra con relación al universo, Leonardo cambió la forma de ver el delivery con relación al tiempo.



CeF Te zarpaste, Leo. Tomá la guita de hoy. Mañana vemos cómo hacemos, porque te voy a tener que pagar más si hacemos pedidos a esa velocidad.



Leonardo Súbido emprendió su camino de regreso y pasó frente a la plaza...



Ed ¡Miren quién está de vuelta! ¿Quién sos? ¿Al cowboy le robaron el caballo?



Leonardo se quedó mirándolo fijamente, sin pronunciar palabra alguna.



Ed Ya que ahora parecés sacado de una película de Clint Eastwood, te reto a un duelo.

Leo A ver quién llega más rápido a la esquina de Santa Rosa y Chubut, ¿te parece?

Ed ¡Vamos!




¡¡¡¡Y larrrrgaron!!!! Inmediatamente Edmundo Roblego toma la delantera poniendo a prueba sus años de experiencia sobre la tabla, pero Leonardo no lo pierde nunca de vista. La velocidad a la que viajan estos jóvenes convierte a este deporte en una aventura muy riesgosa. Un trolebús los encierra contra la vereda, pero ambos sortean con éxito el vehículo. ¡Hey! ¡Esas señas no se hacen en la vía pública, Edmundo!



Comentarista Una actitud poco civilizada del patinador, lo que comprueba que Edmundo fue, es y será un skater de potrero.



La carrera continúa y Leonardo se acerca cada vez más a Edmundo y parece que sí, sí, sí, sí, sí, lo pasó, lo pasó, lo pasó, señoras y señores, en una proeza heroica, el novato Leonardo ha sobrepasado al que es, hasta ahora, el dueño de las calles.



Comentarista Recordemos que en este mismo circuito, dos años atrás, un joven ha derrapado y cayó sobre el asfalto; como resultado, tuvo una fractura de uña y flequillo, por lo que no hay que tomarlo a la ligera.



En efecto, la cara de posadera de Edmundo demuestra que esto va muy en serio. ¡Un coche tuneado cruza en rojooooo! ¡Huuuuuh! ¡Casi ocurre una tragedia!



Comentarista Yo me pregunto dónde le dieron el carnet de conducir a este tipo. ¿En Mendiolaza?



Leonardo le grita algo, pero una moto con escape libre nos impide escucharlo... faltan los últimos doscientos metros y Edmundo se agacha para tomar velocidad, pero no, recoge algo del suelo... ¿Arrojó una piedra?



Comentarista Eso parece... una actitud sumamente antideportiva de su parte...



Ed Cuidado, vaquero, hay piedras sueltas...

Leo Sos sucio, ¿eh? No te la bancás.

Ed ¿Por qué no te vas de una vez a la...?



Comentarista Vamos a censurar esta charla porque no se pueden decir estas palabrotas al aire.



Leonardo volvió a su casa con una rodilla raspada casi hasta el hueso y una bronca capaz de impulsarlo a enfrentarse a los contestadores automáticos del centro de atención al cliente durante más de quince minutos.

Se acostó y durmió diez horas seguidas sin recordar ningún sueño. Al despertar, vio a su padre desayunando.



Padre ¿Querés café?

Leo Sí.

Padre Preparátelo.

Madre Che, si hoy cobrás, tratá de que no te asalten en el camino, como a este tipo.



De pronto, Leonardo sintió ganas de desayunar whiskey, vodka o destapacañerías, pero prefirió irse directamente hacia el trabajo.



[toca la puerta]



CeF ¡No compro nada!

Leo ¡Soy yo!

CeF Llegaste justo. Nos acaban de pedir diez pizzas para llevar a la esquina de Duarte Quirós y Colón. Si llegan calientes, tenés un aumento.

Leo Se va a quemar hasta la pelusa del ombligo, cuando la pruebe.



Subió Leonardo a su gran reto para incrementar su sueldo y emprender un viaje veloz desde el centro hacia una de las puntas más alejadas de la urbe, la esquina en que se cruzan las paralelas.

Pero no podía ser una tarea sin complicaciones... Edmundo Roblego apareció a su lado en una moto con un insoportable escape libre.



Ed ¡Hey! Pensé que habías colgado la tabla.

Leo Trabajo de esto. No me jodás.

Ed ¿Querés otra carrera? Te puedo dejar besando el pavimento de nuevo.

Leo Si te animás a hacerlo sin piedras, te dejo correr en la moto.

Ed ¿Qué te hacés el Speedy González? ¿Vas a correr o no?

Leo Voy a Duarte Quirós y Colón. ¿Te animás a seguirme, o te vas a poner a juntar piedritas de nuevo?

Ed ¡Más te conviene que te apures!



¡Y larrrgaronnnnnnnnnnn! Leonardo empuja su tabla a toda velocidad, pero el motor de la Econo de Edmundo puede más y se adelanta con comodidad. Leonardo rema con su pie derecho como si fuese un gondolero veneciano que quiere volarles la peluca a sus pasajeros. ¡Cuidado, que el C5 se cruza de carril! Leonardo pasa con tranquilidad, pero Edmundo se queda atrás porque el seguro no cubre carreras clandestinas. Vuelve a la carrera y le pisa los rulemanes a su contrincante. Llegan a la calle Domingo Zípoli cara a cara, casi como si el que tiene la nariz más larga gana.



Comentarista Creo que Edmundo lo sobrepasa cómodamente en ese sentido...



Un taxista dobla en U y Leonardo pega un salto y lo esquiva pasando su espalda sobre el capó. ¡Quién viera semejante pirueta! ¡Medalla olímpica, señoras y señores! Pero Edmundo me mira con cara de pocos amigos y la carrera continúa a más de cien kilómetros por hora a sólo unos doscientos metros de la meta y...

Comentarista ¡Edmundo se queda sin combustible y Leonardo tiene una contractura de nalga!



¿Quién ganará en esta situación crítica? Leonardo sigue aprovechando la inercia en su tabla mientras Edmundo camina con las piernas abiertas como paréntesis después de la percusión que hicieron los baches sobre su masculinidad. Están cara a cara, a sólo cinco pasos de la meta, Edmundo se agacha a recoger una piedra, pero mientras lo intenta, ¡Leonardo llega a la meta...! Y entrega las cinco pizzas.



Leo Acá están las pizzas, son doscientos veinticinco pé.

Zoilo Acá tiene, m’hijo, mucha gracia.

Ed ¡Ew! ¿Y yo qué?

Leo Ya entregué mi pedido. Ahora me voy al centro.

Zoilo Oiga, m’hijo; ese sombrero está güeno. Me hace acordar a uno que yo tenía.

Leo De hecho, me cayó en la cabeza anteayer, mientras...

Zoilo Mientras escuchabas a una chica tocando el triángulo.

Leo ¿Es tuyo?

Zoilo Lo era.

Leo ¿Lo querés de vuelta?

Zoilo No, m’hijo... anteayer me recibí un monóculo que me quedó muy bien... creo que fue un buen cambio... por cierto, sos el delivery más rápido del Oeste, las pizzas están muy calientes, ¿cómo hiciste para llevarlas en la mano sin quemarte?

Leo ¿Eh?... no sé... ahora que lo pienso... ¡Ah! ¡Mier...! [se sopla la mano] ¿No tenés un poco de aloe vera?

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