Mutantes – 6to devenir – El ascenso primate

Cuenta la leyenda que el altruismo existe. Que entre los granos de arena y las piedras más ríspidas, la esperanza se esconde, esperando que no le cobren impuestos.
Cuando hiere el destino, aparecen anónimos los héroes sin pedir nada a cambio.

Pero un joven fue más allá... el día en que mutó.


Amílcar Lungamba, al cumplir sus dieciocho años, tuvo un desencuentro con su padre que resultó decisivo en su vida.



Padre – Amílcar; ya sos hombre, así que se acabó el agua saborizada en la cena para vos. A partir de ahora, vas a tomar cerveza.

AL – Pero papá; yo no quiero tomar cerveza.

Padre – No me digás que pensás seguir sobrio toda la vida. ¡Ni el cura del pueblo puede caminar derecho por la noche!

AL – ¿Acaso no se puede tener una vida sobria en este pueblo?

Padre – ¿Acá? ¿En este pueblo? Acá, lo único que hay es bulos, telos, iglesia, casino, cerveza y vino. ¿Qué querés hacer? Si vas a seguir sobrio esta noche, te recomiendo ir al bulo, pero te lo pagás vos.

AL – Quiero otra vida. Me voy a ir del pueblo.

Padre – Allá vos. Pero ésta es la primera y la última vez que te invito una cerveza. ¿La vas a tomar?

AL – No.

Padre – Mejor. Más para mí.



Amílcar se fue de su casa con una mochila sobrecargada con todas las cosas que creyó necesarias y un peine que nunca usará en su cabeza.

Se subió a un colectivo para ir hacia la Gran Ciudad. El viaje era largo, tedioso y la película que pasaron era más fea que pisar un cagajo de vaca. Sin embargo, alguien le hizo el viaje placentero... una señorita muy agradable a la vista se durmió no bien empezó el recorrido y apoyó la cabeza en su hombro. Era lo más cerca que había estado de una mujer que no haya bebido una botella de tequila. Lo frustrante, era el hecho de que estuviese dormida, lo que no la diferencia mucho de las ebrias...

De repente, el colectivo se detuvo. Un aroma imposible de evitar ingresó al móvil e invadió sus fosas nasales. Todos se levantaron de sus asientos como hipnotizados y caminaron por el medio del campo hasta llegar a un enorme local de comidas.

A Amílcar le picaba mucho el bagre, por lo que se acercó al tipo que atendía, se lo rascó diciendo:



AL – ¿Qué tienen para comer?

Adolfo Ascárate – Rata asada, rata asada con glacé, rata asada con chimichurri y rata asada con limón.

AL – Bueno, quiero una con limón.

AA – ¿Una qué con limón?

AL – Una rata asada, ¿acaso sirven algo más?

AA – Sí, rata asada, rata asada con glacé y...

AL – Usted es un imbécil...



Amílcar Lungamba devoró su rata asada con limón con rapidez, pensando que, en cualquier momento, el colectivo retomaría su viaje. Pero no tardó mucho el chofer en anunciar que descansarían en ese lugar un par de horas, ya que la barriga llena lo había contagiado de una modorra trascendental. Por esto, Amílcar decidió pedir otra porción, más para llenar el tiempo vacío que su panza.



AL – Che, ¿me das otra?

AA – ¿Otra qué?

AL – Otra rata con limón.

AA– ¿Asada?

AL – No, frita y con salsa de cerezas. Ponele más onda a la vida, maestro.

AA – Bueno, pero es la última porque al chef se le cansó la muñeca de tanto cazarlas.



Apenas Amílcar terminó su plato, se sentó a su lado el chef con un vaso de fernet.



ZMB – ¿Quiere un trago, m’hijo?

AL – Me vendría muy bien...



Y lo tomó creyendo que era gaseosa... y le pegó mal... pronto sintió que su cuerpo se transformaba en el de un homínido en puro contacto con la naturaleza, un omnívoro absoluto, más allá del bien y del mal.

Y de repente...



Gato – Miau.



Un gato empezó a maullar desde lo alto de un árbol. La chica que había dormido sobre el hombro de Amílcar lo miraba con cara de ternura y pena, pidiendo en su silencio a gritos su socorro.

Gracias al coraje insensato que infunden las bebidas espirituosas, Amílcar corrió hacia el árbol y, dando zancadas de canguro, usando sus manos como garras de simio, subió al árbol en ocho coma dos segundos.

Una vez arriba, se puso el gato en el hombro...



Gato – Miau.



...y se preguntó cómo carajo haría para bajar.



AL – [chasquido lingüístico] Ma sí... ya me vine hasta acá... algún día tengo que bajar...



Y como Tarzán en su reino natural, el homínido se fue colgando de rama en rama...



Gato – Miau...



...no interrumpas, gato de porquería; y llegó a tierra firme con el gato sano y salvo. Y como todo buen héroe... no recibió nada a cambio. Pero al menos, la chica se llevó el gatito como mascota, el cual se la pasó rompiendo las pelotas durante todo el resto del viaje en el bondi diciendo...



Gato – Miau.



...que vaya uno a saber qué quería decir.



Al bajar del colectivo, un hombre se acercó a Amílcar y le dijo...



Fernando Faccia – Joven Argentino, ¿quiere formar parte del cuerpo de bomberos?

AL – Bueno... justo ando buscando laburo...



Éste es uno de esos momentos en los cuales uno dice “ojalá conseguir laburo fuese tan fácil”; pero si un pibe tuvo semejantes posaderas como para que lo contraten de un día para el otro, quizás no es tan difícil... o simplemente, esto es ficción, verso, mentira...

Pero en fin, Amílcar entró a los bomberos y, en su primer día de trabajo, tuvo que enfrentar un incendio.



FF – Vas a perder la virginidad, niño; disfrutalo.



Pero el coraje no hacía acto de presencia en su cuerpo...



FF – ¿Te tildaste?



..la valentía se había borrado y las agallas habían desaparecido...



FF – Tomá, esto te va a ayudar...



El bombero experimentado le dio un vaso de sangre de mono, y... [rápido] no se le ven las patas al joven. Amílcar, quien corre cual gacela, cual puma, cual mono desaforado trepa las paredes incandescentes sin escalera, rompe la ventana de un coletazo, ¿de dónde sacó cola este humano deforme?

Comentarista – Mucho ejercicio, mucho ejercicio para tener esa cola...

[rápido] Amílcar entra por la ventana y se sumerge dentro de la llamarada, ¿dónde está? ¿Qué es de su vida? ¿Qué pasó con ese cuerpo perdido entre el incandescente calvario? La gente observa expectante, ansiosa, el edificio en llamas y nadie sabe qué sucede en estos escasos segundos... y se lo ve, ¡sí! ¡Se ve una sombra salir de entre las llamas con algo en sus brazos! Baja del edificio, de nuevo sin usar escalera, agarrándose cual primate de los ladrillos al rojo vivo [grito de mono] y llega a tierra firme después de haber rescatado a un...



Gato – Miau.



...gatito... ¿acaso se la va a pasar rescatando gatitos? Si es así, yo me voy, tiro este radioteatro a la basura y no me ven más la cara... digo, no me escuchan más la voz.

Comentarista – Es una especie de karma el de Amílcar, quien parece predestinado a rescatar gatitos toda su vida...

Sin embargo, una sombra aparece detrás del fuego.



Mujer – ¡Socorro!



Amílcar descubre su oportunidad de contradecir a su karma de rescatar gatos.

Comentarista – ¿Me deja meter la cuchara?

Ni se le ocurra comparar a la mujer con un gato.

Comentarista – Aburrido...

Amílcar avanza hacia el campo de batalla nuevamente y... no voy a contar nuevamente cómo trepa las paredes, ¿o sí?

Comentarista – La producción lo pide.

Ladrillo por ladrillo asciende como Dante hacia los cielos, buscando la salvación de su alma. Las chispas ardientes caen a su alrededor intentando quitarlo del camino, pero sigue su viaje, entra por la ventana y se pierde de nuevo en las ígneas fauces del Infierno.

Comentarista – ¿Cuál será el destino de este cuerpo heroico? ¿Cuál será el resultado de tan ardua labor?

Lo sabremos en breve, cuando... ¡Aparece Amílcar llevando en brazos a una joven mujer!

Comentarista – ¿No es un poco trillado que un bombero lleve en brazos a una mujer?

Y bueh... empieza a bajar... ¿no podría usar la escalera, al menos, para bajar a la chica?

Comentarista – Según parece, Amílcar maneja sus propios códigos.

Sin importarle la cagada a pedos que le van a dar cuando llegue a la estación, el novato bombero baja emitiendo sonidos del tipo de [chillido de mono] y llega al suelo con la joven en brazos.

[Se calma]

Se le acercó su colega bombero y le dijo:



FF – Muy buen trabajo, pibe.



...y ambos se quitaron los cascos...



AL – Huh, cómo te quedó el pelo. Tomá, peinate un cacho.

FF – ¿Qué hacés con un peine en el bolsillo?

AL – No tengo idea... caprichos del guionista.

FF – Andá, pibe, aprovechá para darle un beso a la chica...

AL – ¿Ah? ¿No es poco ético?

FF – ¿No te diste cuenta? Es la misma chica y el mismo gato que se la pasó rompiendo las bolas en el bondi. ¡Andá! ¡Cache, cache!

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