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La arena es un puñadito

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Muchos cantan sus canciones sin saber que él existió. Otros lo conocerán solo de nombre porque alguien lo menciona, otros porque algún músico que conocen lo admira o hace versiones de sus canciones. Algunos menos habrán tenido el gusto de escucharlo por algún medio aunque más no sea virtual y algunos menos todavía llegaron a saber sobre su historia y sus obras literarias.

Héctor Roberto Chavero Aramburo, nació en Pergamino, el 31 de enero de 1908, hijo de padre con sangre indígena y madre vasca.

La Puta Patria

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La Patagonia rebelde o la Patagonia trágica es el nombre que se le dio a la lucha de los trabajadores en rebelión de la provincia de Santa Cruz, entre 1920 y 1921.
Comenzó como una huelga en reclamo por las miserables e inhumanas condiciones de trabajo que obreros y peones tenían al sur del país. La huelga, sostenida ideológicamente por el movimiento sindicalista de inmigrantes anarquistas, primero tuvo un momento de acuerdo y cesó, pero luego los hacendados no cumplieron con el acuerdo y la huelga se reanudó, solo que esta vez fue salvajemente reprimida por el ejército por orden del presidente Yrigoyen.
Esta fue la Patagonia Trágica, a su término, 1.500 obreros habían sido fusilados sin piedad.

Le chocolat c’est moi

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Una leyenda dice en México que el mismo dios Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, en tiempos ancestrales dio a los hombres en sus manos las primeras semillas de cacao.
Dicen también que para los mayas el cacao era tan preciado que se convirtió en moneda de cambio, como fuera para otras civilizaciones el oro o la plata.
Dicen también que la palabra chocolate es una adaptación de la palabra xocolātl, cuyo significado literal es agua amarga.

Operación Masacre

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Pensando en la temporada de migrañas de esta especie de programa temático, y con la idea de hablar de Rodolfo Walsh rondándome me vinieron, más que certezas, montones de preguntas: ¿Qué se yo de periodismo? ¿Qué se yo de Walsh? ¿Quién soy para hablar de estos temas? ¿No era esta una columna literaria?

10 bajistas

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Cuando pensé la columna de esta semana para Temporada de migrañas quise traerles la Antología de la nueva narrativa cordobesa “10 bajistas”, con selección de Alejo Carbonell, de Editorial Eduvim es decir la Editorial Universitaria Villa María.

Edith Vera

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Los niños son, y siempre fueron, víctimas culturales de nuestras limitaciones: muchas y diversas son las situaciones en las que se evidencia cómo se subestima a los niños, cómo se subestima y se malentiende aquello de la cultura que va dirigido a ellos.

La vida que se conoce de Ceferino Lisboa

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Quiero hablarles del libro La vida que se conoce de Ceferino Lisboa.

Es un libro editado por Pan Comido Ediciones, grupo de poetas con una mirada muy interesante, con un perfil a veces social, editando independientemente, cosa que no siempre es sencillo.
La vida que se conoce es una antología personal, con poemas escritos entre 1998 y 2009 y por tanto nos muestra por lo menos un atisbo de la mirada del poeta a través de esos diez años.

Hadrones

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En temporada de migrañas venimos abriendo pequeñas ventanas hacia libros relacionados con Córdoba, ya sea hecho por cordobeses o bien hechos en Córdoba, en editoriales locales.

Hasta ahora la mayoría han sido de poemas, la poesía cordobesa que quizás antes no se había cruzado en nuestro camino. Pero hoy quiero hablarles de un libro de cuentos, de historias mejor dicho.
Quiero hablarles de Hadrones, de Diego Vigna.

Rocamora

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“Pinta tu aldea y pintarás el mundo”
la frase esconde tanto de verdad como de mentira: Es cierto que en lo particular, en lo local, en esa aldea, se esconden las mismas cosas esenciales que en otras ciudades y aldeas, esas marcas universales, cosas que tenemos en común con esos otros, aunque nuestro color, idioma, historia y forma de vestir sean distintos.
Cosas como nuestra humanidad.

Pero también es cierto que no es lo mismo estar acá que allá.
La historia, el entorno, el paisaje, todo lo que está junto a nosotros hora a hora contribuye a nuestra manera de ver el mundo, y por tanto a nuestra forma de vivirlo.

Across the universe

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Dice el poema:

en medio del rocío
soledad
no dice demasiado
que el frio no entre al santuario
invisible planeta enano
se toma
millones de años
para llegar a tu ventana


El libro de poemas Shampu en los ojos de Jorge Naparsteck es pequeño, color crema, tiene este nombre raro que nos remite a ese ardor en la cornea, ese ardor que nos hace cerrar fuerte los ojos, que nos hace llorar para limpiarnos, que nos hace mirar al agua con los ojos abiertos en busca de alivio. Ese ardor que casi nos ciega.
Pero el tamaño del libro es solo un camuflaje y su color también, en él está las frases como concentrados de palabras, cúmulos de intensidad que a veces tardan en llegarnos por completo como la luz de esas estrellas.

Envuelto en vapor
el paneta gira
sin despertar sospechas.
vidas paralelas
ya no se tocan.
el silencio baja
como lava opaca.
se ensayan rictus
que nadie va a mirar.
en la ducha
shampú en los ojos
cada uno en su órbita
la noche toda
es un cortejo de lunas.
la caricia del agua
no puede durar.


En principio suena a que el autor de este libro es filósofo, un astrónomo, un astronauta por lo menos, pero es un hombre, acá, en la tierra, en las sierras cordobesas, en Cabana.
Un hombre que levanta la vista al cielo y allá lejos, a millones de años luz, un otro que mira: un planeta, un ente desconocido, otro hombre, una luz que nos llega después de años de haber nacido.
El libro es el de un hombre en Cabana que mira, y la mirada ya no solo es hacia arriba o al horizonte, descansa en lo diario, a veces en lo milimétricamente cercano.
Entre arriba y nosotros todo: el tiempo, la tierra, el paisaje serrano, la mirada, el cuerpo, los ciclos, el shampú en los ojos que nos hace lagrimear, llorar, y que no encuentra alivio en el agua, pero quizás si en la luz.

Dice en otro poema breve de Shampú en los ojos:

los mensajes del día confirman
todo esta bien
el cuerpo elije resistir.
pronto se da cuenta de que no hay enemigo
parece que es así
con el sol
a ciento cuarenta y nueve millones de kilómetros
hay que agradecer
esta tibieza colgada en la ventana


Hermonos, a través del universo luces nos llegan desde planetas lejanos.
Cuántas son un recuerdo secreto de las que se apagaron, o se desprenden hoy de su fuente natal para viajar lejos,
para llegarle a nuestros bisnietos en una noche fría.
A través del universo cada uno de nosotros, un planeta también, un sol en sí mismo, mucho más cercanos, emitiendo luces que bien pueden tardar años en llegarnos.

Agradezcamos oyente, como dice en el poema, esa tibieza colgada en la ventana.




Para leer más de Jorge Naparstek:
http://esatibiezacolgadaenlaventana.blogspot.com/
http://poetasalvolante.blogspot.com/2007/10/jorge-naparstek.html
http://laseleccionesafectivas.blogspot.com/2006/07/jorge-naparstek.html

El viento nos amotona

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Un hombre es un monstruo raro, mitad árbol mitad pájaro: tiene alas para volar lejos del nido, crecer hacia arriba, en todas las direcciones, raíces para mantenerse firme, nutrirse de la tierra, de todo lo que estuvo en ella antes que él.

Al leer el libro “Cría”, de Laura Pratto, lo primero que es evidente es que se habla desde la hija, la mirada desde abajo que se tiene aun pasados los años cuando se habla con los creadores.
La cría le habla al padre de la sangre, de la especie, mira a su creador, absoluto y humano a la vez; escucha esas voces familiares pero ajenas como familiares y ajenas le son las historias que les cuentan.

Pero no es solo hablarle a un padre casi anciano, porque se le habla al padre de la vida pero también y sobre todo se le habla al padre del idioma, más precisamente de la lengua, esa lengua que se habla en el campo, en la pampa cordobesa, o la lengua de inmigrantes piamonteses; la palabra cerrada en la boca seca; la lengua cotidiana y sencilla, con multitud de refranes, de dichos; la lengua de los pobres, los obreros. Todas las lenguas juntas, filtradas por el tiempo, por los días, para volverse nuestra lengua.

Dice un fragmento del poema:

“Escribí como sonaba
con tal de alargarle
la vida a ese aluvión
De epítetos: esgunfiabale.
badola. balelungue. fulatún.
veschagrama. nifiacul. tumalín.
nunca me saldrán
parecidos a como allá eran
padre y madre en clave
reían en el dialecto se entendían
entre ellos ntranuiaitre a su decir
que dejaba afuera mi saber de oído”

En “Cría” vemos este devenir de la lengua a través de un diálogo tan íntimo, tan personal entre hija y padre, que la situación es casi obscena, nos ponemos la piel de la cría, una piel que no es nuestra pero que bien podría serlo porque todos somos al fin y al cabo hijos, heredando genes pero también miedos y costumbres, una cultura, un idioma.

Oyente, le recomiendo especialmente este libro de poemas de la Editorial Recovecos, pero le recomiendo más aún: esta voz que usted tiene, este idioma, esta lengua: críela, hágala crecer, tome lo heredado y déjelo en el mundo, enriquecido para su cría.

La persistencia de la memoria

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A cierta hora, un bisabuelo encuentra a su bisnieto. El bisabuelo está completamente chocho (sus pensamientos son del color del agua) y sonríe con la misma beatífica sonrisa de su bisnieto recién nacido. El bisabuelo es feliz porque ha perdido la memoria que tenía. El bisnieto es feliz porque no tiene, todavía, ninguna memoria.
He aquí, pienso, la felicidad perfecta. Yo no la quiero

Desmemoria Eduardo Galeano


La memoria es una de las potencias del alma y esta estrechamente ligada al aprendizaje. Por eso es difícil imaginarse a un pueblo que aprenda si no recuerda.
Leer el libro titulado “Videla”, del gran poeta cordobés Alejandro Schmidt, me deja una gran incomodidad: no es un libro que nos calme, no usa lugares comunes, extorsiones emocionales; no da golpes bajos, no nos deja tranquilos diciendo que estamos haciendo lo adecuado.

Es un libro incomodo.


Incómodo porque el libro está lleno de preguntas. Porque allí el autor parece querer ponerse y ponernos a prueba.
Ponerse en tensión, salirse del lugar común, preguntarse quién soy, que estaba haciendo el 25 o el 23 de marzo del 76, que estoy haciendo ahora, quienes son mis muertos, que estoy pidiendo cuando pido justicia.


Plantearse la dictadura no sólo como algo histórico y político, sino también como algo personal que atravesó la vida de todos los que habitaban y habitan este país, hayan nacido y vivido esa época o no, desaparecidos o no, presos o no, exiliados o no, perseguidos o no, señoras de sus casas o no, enterados de tanta atrocidad

o no.

Es un libro incomodo. Incómodo porque nos dice que Videla también es parte de nosotros, de lo que fuimos, de lo que somos, de lo que queremos o no ser como personas, como país. Parte de nosotros no porque coincidamos sino porque sus acciones, y las de tantos más junto a él, nos han marcado de manera indeleble.
Es parte de nosotros porque es parte de nuestra historia individual y colectiva.

En ese sentido el libro es diferente: no esta escrito desde el centro mismo de las cosas, sino desde el margen; no es un protagonista quien lo enuncia, es un extra que ha visto la escena desde un costado (aunque no desde afuera) y se pregunta ahora quién era y quién es; quiénes éramos para que pasara eso en nuestro país. Quiénes somos ahora, quienes tendremos que ser para que nunca más sucedan estas cosas.

Es incomodo ver ciertas cosas, es verdad, pero tenemos que ponerle el pecho al asunto y hablar de esto, hablar y seguir hablando desde la honestidad más serena y verdadera; hacernos cargo de que el sol no se tapa con un dedo, de que es necesario ver para actuar, de que -aunque no veamos- lo que pasa a nuestro alrededor se nos filtra por los poros, se instala en los cimientos de todo lo que hacemos.

Hablar, reconocer, pensar, hacer.

Recordar.

Y no asistir impasibles a esta escena nunca más.
Seguir el ejemplo de esas que fueron llamadas locas cuando se negaron a olvidar

Visible y cercano

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A veces, frente al papel e blanco, un escritor se plantea qué quiere de la literatura y, también, qué quiere la literatura -los lectores- de quien escribe.

No hablo de aquellos que hacen escritos por encargo o aquellos que dejan de lado el estilo propio para volcarse a géneros o estilos más populares o, mejor dicho, taquilleros.

Hablo del lugar que ocupa un escritor en la sociedad y lo que la sociedad le pide a ese autor. En otros tiempos quizás a un artista se le podía pedir exclusivamente que sus creaciones fueran bellas en su forma, en otros que cumplieran una función educadora del lector o espectador, moral si se quiere; en otros tiempos puede que se le pidiera originalidad, visión, un “estar adelantado a su época”.

En mi muy humilde opinión lo que hoy por hoy me gustaría pedirle a un escritor es honestidad.
No quiero decir con esto que no me interesa la belleza en el arte, pero encuentro a lo bello indisolublemente ligado a esa honestidad artística.

Circe Maia, una reconocida poeta uruguaya, decía en uno de sus poemas:

Trabajo en lo visible y en lo cercano
—y no lo creas fácil—.
No quisiera ir más lejos. Todo esto
que palpo y veo
junto a mí, hora a hora
es rebelde y resiste.

Para su vivo peso
demasiado livianas se me hacen las palabras.


Y verdaderamente demasiado livianas se nos hacen las palabras cuando quien escribe lo hace desde la impostura. Impostura, deshonestidad, que puede notarse tanto en las mismas palabras -como si alguien hoy por hoy nos hablara de “Tú” o de “vosotros” y no de “vos” o “ustedes”- como en el tono -en esos poemas de chicos piolas que se las saben todas- pasando por, entre otros, los temas –esas grandilocuentes meditaciones cuasi filosóficas que están en el papel para demostrarnos que ellos estudiaron mucho y saben más que nosotros-.

Yo como lectora me quedo con la honestidad, con eso visible y cercano que, como dice el poema, muchas veces se resiste a ser escrito, a ser nombrado por palabras livianas.

Cuando leo tabaco mariposa de Elena Anníbali, lo leo con fluidez, con tranquilidad, como si fuera algo que tenía que hacer. Y lo leo así porque le creo.

Le creo que es de la pampa cordobesa, de un pueblo famoso por los salames y las sembradoras.

Le creo que es mujer, que se enamoró, que aprendió a fumar, que fue niña.

Le creo ese clima cercano, le creo que habla como escribe.

La honestidad toca todo eso que construye ese palacio sumergido, la intimidad cálida y austera.
Dice en el poema tabaco mariposa, que da nombre al libro:


aprendí a fumar con rubén
enrrollando tabaco mariposa en papel
de seda

lo hacíamos de noche
sentados en un escalón de la casilla
mientras a nuestros pies
sus lánguidos perros soñaban
con la sangre dulce de las liebres
en el monte cercano

a veces todo era oscuridad, salvo
su cara
iluminada brevemente por el fuego
como un animal
por los relámpagos

el día que se fue del pueblo
me dejó su radio
y los jabones partidos
que yo usaba pasándomelos
despacio
por el cuerpo

con la última espuma disuelta en el agua
se fue, también, la memoria
y el deseo de él
una cosa fragante
y sutil
como los eucaliptos
cuando los moja la niebla



Esa belleza y esa honestidad, juntas, sutiles y fragantes como esos eucaliptos mojados por la niebla, son todo, y no es poco, lo que creo podemos pedirle a un escritor: una ventana a su más verdadero mundo, para poder entender el nuestro.

Pendiente

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"Obras de arte que ahondan
en la condición humana"
Siempre hubo y siempre habrá quienes digan que la poesía es algo ajeno, algo excelso que sólo pueden escribir grandes mentes inspiradas, sublimes poetas que alejados de los inconvenientes e improlijidades de la vida cotidiana se dedican a la contemplación de la belleza; lo que da por resultado obras de arte que ahondan en la condición humana y la naturaleza del amor…. en fin, verdaderos prohombres hablando de temas profundos.
A mi me gusta más pensar que cada uno de nosotros es un poeta que quizás no haya escrito todavía ni un solo verso.

Pensar que cada cosa que pasa puede ser digna de un poema en tanto que pongamos la mirada en ella, en tanto que nos mueva a convertirlo en palabras, que nos llegue, en definitiva: que nos conmueva.
Después, claro, queda el trabajo posterior sobre la palabra, como artesanos, porque bien sabemos que no todo es inspiración.

El trabajo difiere según quien lo haga, pero mientras exista algo que nos toque puede haber un poema. Y si prestamos atención hay muchas cosas que nos conmueven, miles de cosas que a diario nos pegan en el pecho como golpe de tambor y nos hacen vibrar el cuero.

Lucas Tejerina es de esos poetas que le escriben desde su pasión a sus pasiones.

Y sus pasiones son los autos, el fútbol, los boomerangs que hace y vende, La Mona, Alberdi, el campo pobre cordobés…

Quién puede decirnos que una pasión es mejor que la otra cuando éstas se definen en el pecho y aquello que lo hace latir es distinto para cada quien.

Ningún tema es mayor o menor en la poesía porque hasta el mas mínimo detalle puede dar cuenta de nuestra humanidad, todo es único y cotidiano a la vez, todo humano es Dios, hombre y mono: […] la trilogía del hombre: / lo abstracto/ lo etéreo/ lo concreto.

Dice en el poema “Tejerina
Estos son mis pasos a seguir:
tatuarme a la Mona en el omóplato izquierdo
sacarme la barba
comprarme una moto
acelerar, acelerar a 110 km por hora
cruzarme de carril
cerrar los ojos
pensar en vos.

Escribir desde la más pura, concreta y cruda honestidad, honestidad del lenguaje, honestidad de los motivos, sentimientos, ideas… honestidad en los temas que nos conmueven, que nos mueven a escribir.

Porque hay que ir con todo cuando se pone el músculo en carne viva, a latir sobre la mano y a la vista de quien quiera ver… asi son, por los menos, los poetas que disfruto de leer.

Oyente, le dejo una última cuestión, que no es sino la misma:
Cada uno de nosotros - usted y yo- desde un lugar único e irrepetible, tenemos pendiente un poema.

Usted verá cómo y cuándo lo escribe.

para leer/saber más sobre Lucas Tejerina:

Libro “Vuelve”, Editorial Caballo Negro. http://www.caballonegroeditora.com.ar/
Blog del autor. http://cuartetobolche.blogspot.com/

El acto de ver con los propios ojos

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La primera vez que vi una imagen de la piedad de Miguel Ángel tuve la certeza de que quien sufría era esa mujer con su hijo en brazos, con el cuerpo de su hijo en brazos, un cuerpo inhabitado, vacío de todo ser.
No vi el final de un vía crucis, no vi a un cristo atormentado por el martirio, no vi un sacrificio.
Vi algo que no era alguien ya.
No vi muerte por que no estaba muriendo, ya no había ni siquiera muerte ahí.
Había un algo estanco, ajeno de si, sin sentido.

“El acto de ver con los propios ojos” de Stan Brakhage. 
Dije que era intenso pero que no dejaba de ser bello y quizás me equivoque.
Quizás no es bello.
Creo que es más acertado decir que el arte no es siempre la búsqueda de la belleza, de lo placentero, sino  -quizás- de lo intenso. De lo puro.
Tiro esa,  por ahí la pego.

Para no herir la susceptibilidad de nadie pongo videos de “El acto de ver con los propios ojos” el que quiere lo ve.
Son dos videos, uno de 9 minutos y pico, otro de 4. Nos los voy a cansar con descripciones tendenciosas, aviso simplemente que son tomas de una autopsia, aunque la mayoria de refilon, nunca directas. 
No se me hagan los pudorosos que peores cosas han visto en películas de medio pelo hollywoodenses.
No es gore, no hay oscuras pretensiones de horrorizar a nadie. 
Hay una mirada extrañada, un alguien tratando de entender, aunque no alcance.

La palabra “autopsia” viene del griego y significa, literalmente, “ver por uno mismo”.
Cuando veo “El acto de ver con los propios ojos” de Stan Brakhage veo la piedad de miguel ángel, sin la virgen.



Tripas

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Este texto  que voy a transcribir a continuación es parte del libro fantasmas, y lo escribió el mismo mismísimo escritor de "El club de la pelea"; dice la Wiki aumentando la leyenda:
"Mientras estaba en la gira de 2003 para promocionar su novela Fantasmas, Palahniuk leyó a sus oyentes una historia corta titulada Tripas(Guts), un relato de accidentes relacionados con la masturbación que aparece en el libro. Se informó de que unas 35 personas se desmayaron mientras oían la lectura (aunque es posible que muchos de estos incidentes fueran representados por fans de Palahniuk como efecto humorístico). La revista Playboy lo publicó más tarde, en marzo de 2004; Palahniuk les ofreció sacar otra historia junto con éste, pero los editores encontraron demasiado perturbador el segundo relato. En su gira para promocionar Stranger Than Fiction: True Stories en el verano de 2004, volvió a leer la historia a la audiencia, elevando el total de desmayos a 53, y más tarde a 60, durante la gira para promocionar la edición de bolsillo de Diario: una novela. El último desmayo ocurrió en noviembre de 2004 en Durham (Carolina del Norte). Aparentemente Palahniuk no da importancia a estos incidentes, que no ha evitado que sus fans lean Tripas o sus otras obras."   más en http://es.wikipedia.org/wiki/Chuck_Palahniuk.
considero que toda imagen ilustrativa está de más, de nada.




"Tripas"
Por Chuck Palahniuk


Tomen aire.

Tomen tanto aire como puedan. Esta historia debería durar el tiempo que logren retener el aliento, y después un poco más. Así que escuchen tan rápido como les sea posible.

Cuando tenía trece años, un amigo mío escuchó hablar del “pegging”. Esto es cuando a un tipo le meten un pito por el culo. Si se estimula la próstata lo suficientemente fuerte, el rumor dice que se logran explosivos orgasmos sin manos. A esa edad, este amigo es un pequeño maníaco sexual. Siempre está buscando una manera mejor de estar al palo. Se va a comprar una zanahoria y un poco de jalea para llevar a cabo una pequeña investigación personal. Después se imagina cómo se va a ver la situación en la caja del supermercado, la zanahoria solitaria y la jalea moviéndose sobre la cinta de goma. Todos los empleados en fila, observando. Todos viendo la gran noche que ha planeado.

Entonces mi amigo compra leche y huevos y azúcar y una zanahoria, todos los ingredientes para una tarta de zanahorias. Y vaselina.

Como si se fuera a casa a meterse una tarta de zanahorias por el culo.

En casa, talla la zanahoria hasta convertirla en una contundente herramienta. La unta con grasa y se la mete en el culo. Entonces, nada. Ningún orgasmo. Nada pasa, salvo que duele.

Entonces la madre del chico grita que es hora de la cena. Le dice que baje inmediatamente.

El se saca la zanahoria y entierra esa cosa resbaladiza y mugrienta entre la ropa sucia debajo de su cama.

Después de la cena va a buscar la zanahoria, pero ya no está allí. Mientras cenaba, su madre juntó toda la ropa sucia para lavarla. De ninguna manera podía encontrar la zanahoria, cuidadosamente tallada con un cuchillo de su cocina, todavía brillante de lubricante y apestosa.

Mi amigo espera meses bajo una nube oscura, esperando que sus padres lo confronten. Y nunca lo hacen. Nunca. Incluso ahora, que ha crecido, esa zanahoria invisible cuelga sobre cada cena de Navidad, cada fiesta de cumpleaños. Cada búsqueda de huevos de Pascua con sus hijos, los nietos de sus padres, esa zanahoria fantasma se cierne sobre ellos. Ese algo demasiado espantoso para ser nombrado.

Los franceses tienen una frase: “ingenio de escalera”. En francés, esprit de l’escalier. Se refiere a ese momento en que uno encuentra la respuesta, pero es demasiado tarde. Digamos que usted está en una fiesta y alguien lo insulta. Bajo presión, con todos mirando, usted dice algo tonto. Pero cuando se va de la fiesta, cuando baja la escalera, entonces, la magia. A usted se le ocurre la frase perfecta que debería haber dicho. La perfecta réplica humillante. Ese es el espíritu de la escalera.

El problema es que los franceses no tienen una definición para las cosas estúpidas que uno realmente dice cuando está bajo presión. Esas cosas estúpidas y desesperadas que uno en verdad piensa o hace.

Algunas bajezas no tienen nombre. De algunas bajezas ni siquiera se puede hablar.

Mirando atrás, muchos psiquiatras expertos en jóvenes y psicopedagogos ahora dicen que el último pico en la ola de suicidios adolescentes era de chicos que trataban de asfixiarse mientras se masturbaban. Sus padres los encontraban, una toalla alrededor del cuello, atada al ropero de la habitación, el chico muerto. Esperma por todas partes. Por supuesto, los padres limpiaban todo. Le ponían pantalones al chico. Hacían que se viera... mejor. Intencional, al menos. Un típico triste suicidio adolescente.

Otro amigo mío, un chico de la escuela con su hermano mayor en la Marina, contaba que los tipos en Medio Oriente se masturban distinto a como lo hacemos nosotros. Su hermano estaba estacionado en un país de camellos donde los mercados públicos venden lo que podrían ser elegantes cortapapeles. Cada herramienta es una delgada vara de plata lustrada o latón, quizá tan larga como una mano, con una gran punta, a veces una gran bola de metal o el tipo de mango refinado que se puede encontrar en una espada. Este hermano en la Marina decía que los árabes se ponen al palo y después se insertan esta vara de metal dentro de todo el largo de su erección. Y se masturban con la vara adentro, y eso hace que masturbarse sea mucho mejor. Más intenso.

Es el tipo de hermano mayor que viaja por el mundo y manda a casa dichos franceses, dichos rusos, útiles sugerencias para masturbarse. Después de esto, un día el hermano menor falta a la escuela. Esa noche llama para pedirme que le lleve los deberes de las próximas semanas. Porque está en el hospital.

Tiene que compartir la habitación con viejos que se atienden por sus tripas. Dice que todos tienen que compartir la misma televisión. Su única privacidad es una cortina. Sus padres no lo visitan. Por teléfono, dice que sus padres ahora mismo podrían matar al hermano mayor que está en la Marina.

También dice que el día anterior estaba un poco drogado. En casa, en su habitación, estaba tirado en la cama, con una vela encendida y hojeando revistas porno, preparado para masturbarse. Todo esto después de escuchar la historia del hermano en la Marina. Esa referencia útil acerca de cómo se masturban los árabes. El chico mira alrededor para encontrar algo que podría ayudarlo. Un bolígrafo es demasiado grande. Un lápiz, demasiado grande y duro. Pero cuando la punta de la vela gotea, se logra una delgada y suave arista de cera. La frota y la moldea entre las palmas de sus manos. Larga y suave y delgada.

Drogado y caliente, se la introduce dentro, más y más profundo en la uretra. Con un gran resto de cera todavía asomándose, se pone a trabajar.

Aun ahora, dice que los árabes son muy astutos. Que reinventaron por completo la masturbación. Acostado en la cama, la cosa se pone tan buena que el chico no puede controlar el camino de la cera. Está a punto de lograrlo cuando la cera ya no se asoma fuera de su erección.

La delgada vara de cera se ha quedado dentro. Por completo. Tan adentro que no puede sentir su presencia en la uretra.

Desde abajo, su madre grita que es hora de la cena. Dice que tiene que bajar de inmediato. El chico de la cera y el chico de la zanahoria son personas diferentes, pero tienen vidas muy parecidas.

Después de la cena, al chico le empiezan a doler las tripas. Es cera, así que se imagina que se derretirá adentro y la meará. Ahora le duele la espalda. Los riñones. No puede pararse derecho.

El chico está hablando por teléfono desde su cama de hospital, y de fondo se pueden escuchar campanadas y gente gritando. Programas de juegos en televisión.

Las radiografías muestran la verdad, algo largo y delgado, doblado dentro de su vejiga. Esta larga y delgada V dentro suyo está almacenando todos los minerales de su orina. Se está poniendo más grande y dura, cubierta con cristales de calcio, golpea y desgarra las suaves paredes de su vejiga, obturando la salida de su orina. Sus riñones están trabados. Lo poco que gotea de su pene está rojo de sangre.

El chico y sus padres, toda la familia mirando las radiografías con el médico y las enfermeras parados allí, la gran V de cera brillando para que todos la vean: tiene que decir la verdad. La forma en que se masturban los árabes. Lo que le escribió su hermano en la Marina. En el teléfono, ahora, se pone a llorar.

Pagaron la operación de vejiga con el dinero ahorrado para la universidad. Un error estúpido, y ahora jamás será abogado. Meterse cosas adentro. Meterse dentro de cosas. Una vela en la pija o la cabeza en una horca, sabíamos que serían problemas grandes.

A lo que me metió en problemas a mí lo llamo “Bucear por perlas”. Esto significaba masturbarse bajo el agua, sentado en el fondo de la profunda piscina de mis padres. Respiraba hondo, con una patada me iba al fondo y me deshacía de mis shorts. Me quedaba sentado en el fondo dos, tres, cuatro minutos.

Sólo por masturbarme tenía una gran capacidad pulmonar. Si hubiera tenido una casa para mí solo, lo habría hecho durante tardes enteras.

Cuando finalmente terminaba de bombear, el esperma colgaba sobre mí en grandes gordos globos lechosos.

Después había más buceo, para recolectarla y limpiar cada resto con una toalla. Por eso se llamaba “bucear por perlas”. Aun con el cloro, me preocupaba mi hermana. O, por Dios, mi madre.

Ese solía ser mi mayor miedo en el mundo: que mi hermana adolescente virgen pensara que estaba engordando y diera a luz a un bebé de dos cabezas retardado. Las dos cabezas me mirarían a mí. A mí, el padre y el tío. Pero al final, lo que te preocupa nunca es lo que te atrapa.

La mejor parte de bucear por perlas era el tubo para el filtro de la pileta y la bomba de circulación. La mejor parte era desnudarse y sentarse allí.

Como dicen los franceses, ¿a quién no le gusta que le chupen el culo? De todos modos, en un minuto se pasa de ser un chico masturbándose a un chico que nunca será abogado.

En un minuto estoy acomodado en el fondo de la piscina, y el cielo ondula, celeste, através de un metro y medio de agua sobre mi cabeza. El mundo está silencioso salvo por el latido del corazón en mis oídos. Los shorts amarillos están alrededor de mi cuello por seguridad, por si aparece un amigo, un vecino o cualquiera preguntando por qué falté al entrenamiento de fútbol. Siento la continua chupada del tubo de la pileta, y estoy meneando mi culo blanco y flaco sobre esa sensación. Tengo aire suficiente y la pija en la mano. Mis padres se fueron a trabajar y mi hermana tiene clase de ballet. Se supone que no habrá nadie en casa durante horas.

Mi mano me lleva casi al punto de acabar, y paro. Nado hacia la superficie para tomar aire. Vuelvo a bajar y me siento en el fondo. Hago esto una y otra vez.

Debe ser por esto que las chicas quieren sentarse sobre tu cara. La succión es como una descarga que nunca se detiene. Con la pija dura, mientras me chupan el culo, no necesito aire. El corazón late en los oídos, me quedo abajo hasta que brillantes estrellas de luz se deslizan alrededor de mis ojos. Mis piernas estiradas, la parte de atrás de las rodillas rozando fuerte el fondo de concreto. Los dedos de los pies se vuelven azules, los dedos de los pies y las manos arrugados por estar tanto tiempo en el agua.

Y después dejo que suceda. Los grandes globos blancos se sueltan. Las perlas. Entonces necesito aire. Pero cuando intento dar una patada para elevarme, no puedo. No puedo sacar los pies. Mi culo está atrapado.

Los paramédicos de emergencias dirán que cada año cerca de 150 personas se quedan atascadas de este modo, chupadas por la bomba de circulación. Queda atrapado el pelo largo, o el culo, y se ahoga. Cada año, cantidad de gente se ahoga. La mayoría en Florida.

Sólo que la gente no habla del tema. Ni siquiera los franceses hablan acerca de todo. Con una rodilla arriba y un pie debajo de mi cuerpo, logro medio incorporarme cuando siento el tirón en mi culo. Con el pie pateo el fondo. Me estoy liberando pero al no tocar el concreto tampoco llego al aire. Todavía pateando bajo el agua, revoleando los brazos, estoy a medio camino de la superficie pero no llego más arriba. Los latidos en mi cabeza son fuertes y rápidos.

Con chispas de luz brillante cruzando ante mis ojos me doy vuelta para mirar... pero no tiene sentido. Esta soga gruesa, una especie de serpiente azul blancuzca trenzada con venas, ha salido del desagüe y está agarrada a mi culo. Algunas de las venas gotean rojo, sangre roja que parece negra bajo el agua y se desprende de pequeños rasguños en la pálida piel de la serpiente. La sangre se disemina, desaparece en el agua, y bajo la piel delgada azul blancuzca de la serpiente se pueden ver restos de una comida a medio digerir.

Esa es la única forma en que tiene sentido. Algún horrible monstruo marino, una serpiente del mar, algo que nunca vio la luz del día, se ha estado escondido en el oscuro fondo del desagüe de la pileta, y quiere comerme.

Así que la pateo, pateo su piel resbalosa y gomosa y llena de venas, pero cada vez sale más del desagüe. Ahora quizá sea tan larga como mi pierna, pero aún me retiene el culo. Con otra patada estoy a unos dos centímetros de lograr tomar aire. Todavía sintiendo que la serpiente tira de mi culo, estoy a un centímetro de escapar.

Dentro de la serpiente se pueden ver granos de maíz y maníes. Se puede ver una brillante bola anaranjada. Es la vitamina para caballos que mi padre me hace tomar para que gane peso. Para que consiga una beca gracias al fútbol. Con hierro extra y ácidos grasos omega tres. Ver esa pastilla me salva la vida.

No es una serpiente. Es mi largo intestino, mi colon, arrancado de mi cuerpo. Lo que los doctores llaman prolapso. Mis tripas chupadas por el desagüe.

Los paramédicos dirán que una bomba de agua de piscina larga 360 litros de agua por minuto. Eso son unos 200 kilos de presión. El gran problema es que por dentro estamos interconectados. Nuestro culo es sólo la parte final de nuestra boca. Si me suelto, la bomba sigue trabajando, desenredando mis entrañas hasta llegar a mi boca. Imaginen cagar 200 kilos de mierda y podrán apreciar cómo eso puede destrozarte.

Lo que puedo decir es que las entrañas no sienten mucho dolor. No de la misma manera que duele la piel. Los doctores llaman materia fecal a lo que uno digiere. Más arriba es chyme, bolsones de una mugre delgada y corrediza decorada con maíz, maníes y arvejas.

Eso es la sopa de sangre y maíz, mierda y esperma y maníes que flota a mi alrededor. Aún con mis tripas saliendo del culo, conmigo sosteniendo lo que queda, aún entonces mi prioridad era volver a ponerme el short. Dios no permita que mis padres me vean la pija.

Una de mis manos está apretada en un puño alrededor de mi culo, la otra arranca el short amarillo del cuello. Pero ponérmelos es imposible.

Si quieren saber cómo se sienten los intestinos, compren uno de esos condones de piel de cabra. Saquen y desenrrollen uno. Llénenlo con mantequilla de maní, cúbranlo con lubricante y sosténganlo bajo el agua. Después traten de rasgarlo. Traten de abrirlo en dos. Es demasiado duro y gomoso. Es tan resbaladizo que no se puede sostener. Un condón de piel de cabra, eso es un intestino común.

Ven contra lo que estoy luchando.

Si me dejo ir por un segundo, me destripo.

Si nado hacia la superficie para buscar una bocanada de aire, me destripo.

Si no nado, me ahogo.

Es una decisión entre morir ya mismo o dentro de un minuto. Lo que mis padres encontrarán cuando vuelvan del trabajo es un gran feto desnudo, acurrucado sobre sí mismo. Flotando en el agua sucia de la piscina del patio. Sostenido por atrás por una gruesa cuerda de venas y tripas retorcidas. El opuesto de un adolescente que se ahorca cuando se masturba. Este es el bebé que trajeron del hospital trece años atrás. Este es el chico para el que deseaban una beca deportiva y un título universitario. El que los cuidaría cuando fueran viejos. Aquí está el que encarnaba todas sus esperanzas y sueños. Flotando, desnudo y muerto. Todo alrededor, grandes lechosas perlas de esperma desperdiciada.

Eso, o mis padres me encontrarán envuelto en una toalla ensangrentada, desmayado a medio camino entre la piscina y el teléfono de la cocina, mis desgarradas entrañas todavía colgando de la pierna de mis shorts amarillos. Algo de lo que ni los franceses hablarían.

Ese hermano mayor en la Marina nos enseñó otra buena frase. Rusa. Cuando nosotros decimos: “Necesito eso como necesito un agujero en la cabeza”, los rusos dicen: “Necesito eso como necesito un diente en el culo”. Mne eto nado kak zuby v zadnitse. Esas historias sobre cómo los animales capturados por una trampa se mastican su propia pierna; cualquier coyote puede decir que un par de mordiscos son mucho mejores que morir.

Mierda... aunque seas ruso, algún día podrías querer esos dientes. De otra manera, lo que tenés que hacer es retorcerte, dar vueltas. Enganchar un codo detrás de la rodilla y tirar de esa pierna hasta la cara. Morder tu propio culo. Uno se queda sin aire y mordería cualquier cosa con tal de volver a respirar.

No es algo que te gustaría contarle a una chica en la primera cita. No si querés besarla antes de ir a dormir. Si les cuento qué gusto tenía, nunca nunca volverían a comer calamares.

Es difícil decir qué les disgustó más a mis padres: cómo me metí en el problema o cómo me salvé. Después del hospital, mi madre dijo: “No sabías lo que hacías, amor. Estabas en shock”. Y aprendió a cocinar huevos pasados por agua.

Toda esa gente asqueada o que me tiene lástima... la necesito como necesito dientes en el culo.

Hoy en día, la gente me dice que soy demasiado delgado. En las cenas, la gente se queda silenciosa o se enoja cuando no como la carne asada que prepararon. La carne asada me mata. El jamón cocido. Todo lo que se queda en mis entrañas durante más de un par de horas sale siendo todavía comida. Chauchas o atún en lata, me levanto y me los encuentro allí en el inodoro.

Después de sufrir una disección radical de los intestinos, la carne no se digiere muy bien. La mayoría de la gente tiene un metro y medio de intestino grueso. Yo tengo la suerte de conservar mis quince centímetros. Así que nunca obtuve una beca deportiva, ni un título. Mis dos amigos, el chico de la cera y el de la zanahoria, crecieron, se pusieron grandotes, pero yo nunca llegué a pesar un kilo más de lo que pesaba cuando tenía trece años. Otro gran problema es que mis padres pagaron un montón de dinero por esa piscina. Al final mi padre le dijo al tipo de la piscina que fue el perro. El perro de la familia se cayó al agua y se ahogó. El cuerpo muerto quedó atrapado en el desagüe. Aun cuando el tipo que vino a arreglar la piscina abrío el filtro y sacó un tubo gomoso, un aguachento resto de intestino con una gran píldora naranja de vitaminas aún dentro, mi padre sólo dijo: “Ese maldito perro estaba loco”. Desde la ventana de mi pieza en el primer piso podía escuchar a mi papá decir: “No se podía confiar un segundo en ese perro...”.

Después mi hermana tuvo un atraso en su período menstrual.

Aun cuando cambiaron el agua de la pileta, aun después de que vendieron la casa y nos mudamos a otro estado, aun después del aborto de mi hermana, ni siquiera entonces mis padres volvieron a mencionarlo.

Esa es nuestra zanahoria invisible.

Ustedes, tomen aire ahora.

Yo todavía no lo hice.




Wabi-Sabi y monos

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Debido a que Wabi-Sabi representa una de las bases estéticas fundamentales de la cultura Nipona, resulta muy difícil traducirlo a términos occidentales. Según Leonard Coren, Wabi-Sabi es uno de los rasgos más característicos de la belleza tradicional japonesa, y ocupa aproximadamente la misma posición en el panteón japonés que los valores estéticos de los ideales de belleza griega y perfección occidental.

Solamente que Wabi-Sabi, es la belleza de las cosas imperfectas, impermanentes e incompletas.

Y yo adhiero a esta concepción de la belleza.

Es la belleza de las cosas modestas y humildes, de todo lo que es impermanente, imperfecto e incompleto. Es la belleza de las cosas originales, únicas.


Como esta estrictamente relacionado con la cultura zen, la esencia del Wabi-Sabi reside en la manera trascendente de mirar y vivir las cosas y la vida.

Es un paradigma estético basado en la naturaleza que devuelve, en cierto modo, la sensatez y la proporción al arte de vivir.

No consiste en simplemente “aceptar” las cosas imperfectas sino que las considera la escencia misma de la belleza.

Wabi-Sabi es la belleza de las cosas mudables e incompletas.

Es la belleza de las cosas modestas y humildes.

Es la belleza de las cosas no convencionales.

Implica pisar levemente el planeta y saber valorar lo que se encuentra, aunque sea algo pequeño, en el momento en que se encuentra.

Este paradigma estético soluciona el dilema artístico acerca de cómo crear cosas bellas sin quedar atrapado en el materialismo desalentador que generalmente envuelve en occidente a los actos creativos. Y este precepto no es admitido en occidente, o por lo menos no se entiende de esta manera, más bien diríamos que solemos entender a la belleza por lo opuesto a Wabi-Sabi.
Sin embargo -tal como dijeran en Matrix, la película- los humanos no soportamos la perfección absoluta: Todavía recuerdo aquella vez que un ilustrador famoso contó que para varios de los dibujos animados que ilustraba mandaban a hacer los decorados, los fondos, digitalmente a algún lugar de oriente. De allí venían excelsas arquitecturas que eran minuciosamente deformadas para ser aceptadas por el ojo humano.

El wabi-sabi -profundo, humano, sabio y compasivo- parece el antídoto perfecto para la belleza tan pulida, edulcorada y colectiva que está insensibilizando a la sociedad occidental.

El buen escritor sabe que la imperfección es el hilo que conecta al lector con la historia, que las miserias y los detalles particulares son los elementos que vuelven a un personaje interesante, verosímil; que las historias sin sobresaltos son las menos atractivas.

Y no hablo de escribir mal sino todo lo contrario: el buen escritor de tan bueno puede elegir cuándo y dónde hay que fallar para que un personaje pueda ser más humano.
Lo monos, en nuestra búsqueda constante de la felicidad, sabemos que el camino para encontrarla no esta al final de un arcoíris, que no la encontraremos en las cosas perfectas, pulidas y cronometradas sino en los detalles irrepetibles, en las cosas sencillas como una guitarreada de sábado por la noche, como un fernet con los amigos.

El arte de narrar

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“Yo Tarzán, tu Jane” dice el rey de los monos en su primer encuentro con la señorita Porter.

Algunos dicen que, en el momento previo a esta burda introducción, Tarzán había estado practicando horas frente al espejo saludos elocuentes, chistes graciosisimos y maravillosas historias sobre la vida en la selva, pero que al momento del encuentro sólo pudo enmudecer y con mucho esfuerzo decir esas cuatro palabras con cara de daltónico tratando de resolver un cubo mágico. Y mientras tarzan repite esas cuatro palabras una y otra vez ella lo mira y revolea los ojos.

Me imagino que la conversación no debe haber sido de lo mas interesante pero lo que quizás Jane no entendía es que manejar las palabras no siempre es algo sencillo.
En su único libro de poemas llamado “El arte de narrar”, Saer, muestra de alguna manera que ese arte es uno pero es a la vez muchos, tantos como voces haya.
Los grandes temas estas casi siempre establecidos, ya se sabe: el amor, el dolor, la muerte, la poesía, etc.; lo importante no es dar con un tema original sino con una mirada y una voz propia porque eso sí es algo que podemos compartir y que a la vez es absolutamente original, en tanto que nadie ve el mundo exactamente del mismo modo que cada uno de nosotros lo ve.

También habla de cómo el idioma, algo que inicialmente no elegimos, determina nuestra manera de pensar, y de cómo es importante, pero no absoluto,

Como dice en uno de los poemas:

cada uno crea

de las astillas que recibe

la lengua a su manera

con las reglas de su pasión

-y de eso ni Emmanuel Kant estaba excento.


El idioma, la lengua, es algo heredado pero también algo que construimos cada vez que abrimos la boca para hablar.

Por cierto que parece fácil, pero narrar es un arte sin caminos sencillos, sin resultados predecibles. Dice Saer en otro poema
Nado

en un río incierto que dicen que me lleva del recuerdo a la voz

En ese río se nada con la esperanza de lograr algo, pero sin saber si uno va a llegar a algún lugar, si se logrará plasmar ese recuerdo que se transforma en voz, a veces real, a veces falso y a veces ambos, o como mejor dice Saer en otro de sus poemas:

Llamamos libros
al sedimento oscuro de una explosión
que cegó, los ojos y la mente y encaminó la mano
rápida, pura, a almacenar
recuerdos falsos
para memorias verdaderas.


al narrar a veces este recuerdo falso ennoblece a la mentira porque deja entrever algo de verdad en el artificio.

A Jane Porter le gustaba el sudoroso hombre mono y por ello hacía caso omiso de su inutilidad al habla, pero no veía que Tarzan aprendía un idioma nuevo y ya es difícil expresar cosas en el idioma propio, más aún en uno ajeno.

Vaya entonces un agradecimiento a los artistas que aun con la dificultad del oficio nos dejan historias y poemas, pensamientos… palabras siempre, en los libros que leemos.

Y a los que no se rinden en el intento, que trabajan con la palabra con la misma energía que un escultor la piedra. A aunque lo que salga sea un masacote duro algún día la palabra nos va a regalar la dicha de haber logrado una escultura.