Mutantes – El jipi numerado

Cuenta la leyenda que los ojos sólo son un filtro que evalúa la realidad y la codifica de acuerdo con nuestro propio modelo de mundo. Dicen los sabios que no podemos mirar nada sino a través de nuestros fantasmas...

Pero un hombre pudo ver la realidad desde un punto de vista que no le era propio... el día en que mutó.


Pablo Cuello era un contador que tenía toda la vida resuelta: sin deudas, compraba en cuotas su nueva casa, planificaba su matrimonio, apenas invertía en un par de muebles que después le servirían para guardar los tres juegos de vajilla, de uso doméstico, para invitados y para ocasiones especiales, como ahora, con copas de cristal, té importado y alguna noticia que deje a todos boquiabiertos.



Pablo – ¡Uh! ¡Cierto! ¡Tenía que buscar los anillos!



Pablo empezó a correr por las calles de la ciudad hasta encontrarse con que el local donde había reservado los anillos había cerrado...



Pablo – ¡Carajo! ¿Y ahora qué hago?¡



Desconcertado, y fuera del horario comercial, Pablo empezó a caminar erráticamente y llegó a una encrucijada en la que un joven tocaba la armónica mientras otro hacía malabares...



Pablo alució con el espectáculo y, durante una hora, se olvidó de sus obligaciones. Pero pronto, apareció un joven ofreciéndole artesanías y todo el peso de la responsabilidad cayó sobre sus hombros.



Jipi – Disculpe, maestro, no quisiera molestar, pero vengo a ofrecerle lo que hago artesanalmnte, pulseras, collares, anillos, por si quiere regalarle a alguien...



Pablo pensó durante un instante y empezó a revisar las obras del artesano mientras pensaba en que esa misma noche tenía un cena con toda la familia y que tenía pensado proponerle matrimonio y...



Pablo – Che, ¿qué anillo me recomendás para proponerle casamiento a mi novia?

Jipi – Y... mirá... tengo estos anillos hechos en plata con topacio, aguamarina, amatista, perlas...

Pablo – El anillo con perla, ¿cuánto cuest?



Por cuestions de ética no vamos a decir cuánto le costó el anillo, pero sí podremos decir que...



...cuando se hizo la cena familiar, Pablo tenía la convicción de haber conseguido aún mucho más que lo que la joyería le hubiese ofrecido. Pero no todas las expectativas tienden a cumplirse...



Pablo – Gabriela, ¿querés casarte conmigo?

La joven prorrumpió un grito tan agudo que sólo los perros pudieron oírlo.



Pablo – Eh... no entendí lo que dijiste, ¿querés casarte conmigo?

Gabriela – Eh... mirá, no es de mala onda, pero... ese anillo es muy jipi.

Pablo – Pero... fue hecho por uno de los mejores artesanos de la ciudad. Es más, le pedí exclusivamente que tenga una perla, porque es la piedra de tu signo del zodíaco...

Gabriela – Jipi.

Pablo – Bueno, ¿qué esperás de mí? ¿Que sea un modelo de contador, un Ken para Barbie, uno que te dé una argolla de oro, simple, vacía y con nuestros nombres grabados del lado de adentro?

Gabriela – Sí, eso quería, pero ahora me hiciste pasar vergüenza frente a toda mi familia con tu activismo de los ‘60.

Pablo – Bueh, si preferís casarte con un símbolo antes que con una persona, disfrutá de mi ausencia.



Pablo salió a caminar por la ciudad, lamentando en silencio la pérdida... las calles le repetían esa palabra condenatoria...



Gabriela – Jipi... jipi... jipi...



Pablo – ¡Sí, soy jipi y me gusta serlo! ¿Algún problema?



Pablo estaba a punto de tirar los anillos por la cloaca, pero pronto se arrepintió. Aún conservaba su modelo de vida con matrimonio, hijos y un perro... y el anillo le salió caro. Pero algo se había descolocado en su ideal de mundo... pronto le dieron ganas de dedicarse a una vida nómada, cual gitano, beduino o testigo de Jehová buscando puertas. Y salió por los caminos interurbanos a perseguir un destino sin nombre ni forma.



Y llegó a Capilla del Monte, donde se encontró con un maestro de malabares que consumía una especie de elixir espiritual.



MB – Ajjj... esta birra está caliente. Pero bueno, la paz debe imponerse ante la adversidad. Buen día, joven, ¿qué te trae hasta acá?

Pablo – Vine a aprender a ser jipi.

MB – ¿Y por qué quieres ser jipi?

Pablo – Y... porque sí, no sé.

MB – Bueno, es la mejor razón que he escuchado para ser jipi. Yo te puedo enseñar.

Pablo – ¡Excelente! ¿Qué es lo primero que tengo que hacer? Voy a ser el mejor jipi.

MB – Bueno, vamos a empezar con una clase de asero personal. Acercate [lo huele]... hmmm... llevás cuatro días y seis horas sin bañarte, muy bien. Pero todavía no es suficiente. Para ser un buen jipi, tenés que ser portador de un aroma natural detectable a más de cien metros de distancia.

Pablo – Pero, ¿cómo hago eso?

MB – Mira, te voy a contar un secreto... tienes que empezar de nuevo, bañarte sólo con elementos de nuestra madre tierra...

Pablo – ¿Qué elementos?

MB – Bueno, agua y nada más.

Pablo – Bueno, gracias, maestro.

MB – Que tengas un buen baño.



Pablo se fue a una olla en el río y empezó a asearse, dejándose impregnar por las fragancias que circulan en el agua. Finalmente, salió del agua y se dirigió a su maestro acompañado de un olor con taninos con sabor a carpa, mojarra, vieja’e l‘agua y fernet.



Pablo – Maestro, ¿por qué el agua del río tiene gusto a fernet?

MB – Porque anoche estuvimos celebrando la consagración de la Luna y a un hereje se le volcó el vaso. En fin, en tres días, nomás, tu cuerpo despedirá el perfume de la Madre Tierra...

Pablo – Buenísimo, ya tengo el Pacha Mama eau de toilette. Ahora, ¿cómo es la próxima lección?

MB – Ahora tienes que aprender a tocar un instrumento musical.

Pablo – ¿Eh? ¿Yo, música?

MB – Sí, mirá. Para ser un buen jipi, tenés que hacer algo de música. El más típico es la guitarra, pero si querés, podés hacer percusión afro y cantar en contacto con la tierra y tus raíces africanas...

Pablo – Eh... pero yo soy más gringo que Tosco...

MB – No importa, la africanidad se lleva adentro. No tenés que ser negro de piel, sino negro de alma.

Pablo – Aaaaah... un poco racista, pero está bien.

MB – Mirá, si querés, acá tengo una guitarra. Te la presto.

Pablo – A ver... [toca un tema clásico]

MB – ¡No, no, no, no! ¡Qué desastre! ¿Cómo se te ocurre tocar eso? Nooo, no, no; tenés que tocar temas más... más... fogoneros, qué se yo... Presente, El Oso, El Fantasma de Canterville, el Che y los Rolling Stones...

Pablo – Eh... pero El Che y los Rolling Stones es un tema bastante anticomunista...

MB – Eh, ¿cómo?

Pablo – Sí, mirá, habla de una chica que pinta en una pared “viva el Che y los Rolling stones” y después dice “me alejé de tí, suerte que te perdí”.

MB – ¿Cómo? A ver... pará que guglee la letra... [ruido de teclado]

Pablo – ¿Qué? ¿Tenés wi-fi acá?

MB – Por supuesto, ¿cómo voy a entrar al facebook, si no? Mirá, acá está... no te lo puedo creer, ¡es verdad! ¡Toda mi juventud estuve tocando un tema gorila! Me siento estafado. Flor de guachos resultaron ser Los Rancheros, ¿no? Bueno... me indigné, dejá la guitarra. Vamos a dejar eso para después.

Pablo – ¡Pero yo quiero ser un gran jipi! Y si para hacerlo tengo que tocar la guitarra, necesito que usted sea mi mentor, mi maestro, por favor, dígame qué tengo que tocar.

MB – Qué se yo, si yo fui jipi tocando el Che y los Rolling Stones, tocá lo que se te cante, Palito Ortega, el himno yanqui, la Marcha Radical, es todo lo mismo... no lo puedo creer... toda mi vida tocando un tema gorila...

Pablo – Bueno, bueno, maestro, tampoco es para tanto...

MB – ¡Rancheros, ojalá que pisen popó de perro!

Pablo – Usted decía que la paz debe imponerse por sobre la adversidad...

MB – Sí, pero eso era porque la cerveza estaba caliente, no porque toda mi vida hice apología de huir de las remeras del Che Guevara. En fin, vamos con la lección siguiente.

Pablo – Bueno, después me pongo a practicar con la guitarra algún tema de Silvio Rodríguez.

MB – No, no toqués Silvio Rodríguez, que seguro que El Unicornio Azul ese era un jean importado de Estados Unidos. Mirá, para ser un buen jipi, ahora lo que tenés que hacer es empezar a hacer lo que mejor sabés hacer y venderlo por la calle.

Pablo – Eh... pero... yo soy contador...

MB – ¿En serio? ¡Foooooo, un jipi contador, qué copado! Vos sabés que siempre estuvimos buscando alguien que nos lleve las cuentas? Pasa que los colgados de acá se olvidan de pagar el impuesto de Rentas y siempre llegamos al borde del último vencimiento y no hay ningún rapipago abierto. ¿Vos nos podés hacer la gauchada de mantenernos las cosas al día?

Pablo – Eh... pero yo quiero ser un buen jipi, no un contador.

MB – Naaaah, pero si vos vas a ser un jipi excelente. Mirá, no todos los jipis hacen lo mismo. Mirá, ¿ves ésa que está allá? Bueno, ella hace telas. Y ése que está tocando la guitarra, bueno, ése tiene una empresa de seguros, y el flaco que está al lado es un hacker que le está sacando información secreta al gobierno de los Estados Unidos. Y ése que parece que está leyendo, en realidad es un agente de la CIA, que está buscando al hacker. No le digas nada, ¿eh?



Pablo – ¿Y esa chica que está tomando sol?

MB – Dejá de mirar a mi esposa. En fin, ¿ves? Cada uno de nosotros hace otras cosas además de ser jipis... te dije que dejaras de mirar a mi esposa.



Y así, Pablo instaló una pequeña oficina en medio de la colonia jipi.



MB – ¿Y? ¿Cómo va la jipada?

Pablo – Más capitalista que nunca. Por cierto, voy a tener que subirte de categoría el monotributo porque la miel que vendés en Australia se está pagando caro.

MB – Copado. ¿Viste lo que te dije? Se puede ser jipi y comerciante al mismo tiempo...

Pablo – Sí, de hecho, ya vendí un par de anillos a unos turistas...

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