Aristóbulo Pachevko – El conspirador del transporte

Aristóbulo – ¡Hm! ¡Qué rico está esto! [con la boca llena]



Ése que está degustando su lemon pie, es Aristóbulo Pachevko, un hombre de edad media, narcisista y alquimista. Acababa de probar su propia obra cuando se le ocurrió leer un libro sobre las Fluctuaciones de la Raza y el Cloruro de Sodio, ensayos sobre diseños domésticos posmodernos racistas. De pronto, su lectura fue interrumpida por una adolescente que pasó frente a su local con una remera con ostensibles errores de ortografía.




Aristóbulo – ¡Ojalá va con acento! Pffff... algunas personas se creen que, por saber de serigrafía, pueden cometer aberraciones contra el lenguaje...



De pronto, un señor llegó al local con una inquietud poco común.



Cliente – Buen día, señor.

Aristóbulo – Buen día.

Cliente – Tengo un problema.

Aristóbulo – ¿Sólo uno? Debo decir que usted es ubn afortunado.

Cliente – No, lo que pasa es que mi novia trabaja de noche.

Aristóbulo – Sepárese.

Cliente – No, no es ese tipo de trabajo. Es que ella trabaja en un call center a las tres de la noche y se va al trabajo caminando, y no se da cuenta de la inseguridad que hay.

Aristóbulo – ¿Qué tan lejos está su trabajo?

Cliente – Unas seis o más cuadras.

Aristóbulo – Entonces le voy a dar esta tarjeta, es de un psicólogo muy bueno, porque usted es más paranoico que el gobierno estadounidense.

Cliente – Yo no necesito ir a un psicólogo, yo necesito que usted me solucione este problema.

Aristóbulo – Bueno, entonces, ¿probó con hacerle ver los noticieros?

Cliente – No, la verdad que no vemos muchos noticierons...

Aristóbulo – Entonces me sorprende que se preocupe por la inseguridad... pero bueno, hágale ver mucho el noticiero del doce, con eso empezará a tomarse un taxi para ir al trabajo.



Pasaron apenas dos horas hasta que llegó un joven estudiante cargando toneladas de libros en su mochila.



Estudiante – Hola, ¿todo bien?

Aristóbulo – No.

Estudiante – ¿Pasó algo?

Aristóbulo – Nada en especial.

Estudiante – ¿Entonces por qué decís que “no”?

Aristóbulo – Porque hay gente que muere de hambre en África y en el Chaco, porque matan gente por negocios en todos lados, porque hay presos y exiliados por opinar, y porque llevo tres horas tratando de entender este párrafo de Lacan.



El estudiante se puso a leer el fragmento de Lacan y lo único que pudo sacar del texto es que el autor era un sádico que disfrutaba con que nadie pudiese entender sus obras.



Aristóbulo – En fin. ¿En qué le puedo servir?

Estudiante – Necesito laburo.

Aristóbulo – ¿Sabe conducir?

Estudiante – Sí, pero no tengo auto.

Aristóbulo – ¿Puede pedir uno prestado, de algún familiar, por un par de horas al día?

Estudiante – Calculo que sí...

Aristóbulo – Venga mañana y tendré un trabajo para usted.

Estudiante – ¡Gracias, gracias! ¿Cuánto le tengo que dar por esto?

Aristóbulo – Sólo le dí una esperanza, las esperanzas no se pagan. ¿O acaso usted le paga a los políticos por sus promesas?

Estudiante – Y... la verdad, que en cierta manera, sí.

Aristóbulo – Bueno, sí... pero venga mañana, después hablamos.



Aristóbulo siguió leyendo con sudor frío el texto de Lacan sin poder entender un significante, hasta que apareció su cliente sin entender un pomo acerca de la agitación que aquejaba al alquimista.



Cliente – Oiga, ¿por qué está tan afligido?

Aristóbulo – Perdón, estaba leyendo algo; ¿cómo le fue con su pareja?

Cliente – Y... mal... está todo bienc on esto de que vaya en taxi, pero...

Aristóbulo – Le sale caro, ¿no?

Cliente – Y sí... sacamos números y un cuarto del sueldo se le va a ir en el taxi.

Aristóbulo – Bueno, mire. Tengo un cliente que necesita trabajo. Tiene auto y maneja bien. Le cobrará menos que un taxi.

Cliente – ¿Seguro?

Aristóbulo – También tiene.

Cliente – No, digo que...

Aristóbulo – Conduce muy bien. Lo vi estacionar impecablemente un falcon en pleno centro.

Cliente – Ah, bueno, es un dios del volante.

Aristóbulo – Bueno, tampoco es para tanto. Deme su número y él lo llamará en breve, así usted ahorrará dinero en transporte.

Cliente – Gracias, ¿cuánto le debo?

Aristóbulo – Espere a ver los resultados, no sea ansioso.



Aristóbulo, cansado de calcinar sus neuronas, se puso a leer lo más pedorro que encontró en su biblioteca; un libro sobre La semiótica de los radioteatros anarquistas del siglo XXI y la desnutrición de sus autores.

Dos horas más tarde, Aristóbulo terminaba de leer su libro cuando el joven estudiante entró a su despacho.



Aristóbulo – ¡Qué oportuni!

Estudiante – ¿Eh?

Aristóbulo – Llegó justo a tiempo.

Estudiante – ¿Me consiguió trabajo?

Aristóbulo – Sí, pero lo decía porque llegó justo después de que terminé de leer. Esto merece un festejo, ¿quiere un whiskey?

Estudiante – ¿No es un poco fuerte para el horario de trabajo?

Aristóbulo – Estoy por cerrar y le acabo de conseguir un trabajo como chofer. No es mucho, pero tendrá un par de pesos asegurados y podrá crecer si consigue nuevos clientes. Llame a este número.

Estudiante – ¡Gracias! Ahora sí, ¿cuánto le debo?

Aristóbulo – Nada. Yo también fui estudiante y sé lo que se siente. ¿Whiskey?

Estudiante – ¿Cuánto me lo va a cobrar?

Aristóbulo – ¿Cuánto cree usted que vale un whiskey?

Estudiante – Sírvase.

Aristóbulo – Usted me está haciendo trampa, me está comprando la botella...

Estudiante – Es lo que creo que vale un whiskey...



Aristóbulo y el estudiante se tomaron la botella entera de whiskey y temrinaron hablando acerca de los principios de la alquimia, de política internacional, de la androginia de los teletubbies y, como ya es un clásico en toda charla de hombres, de mujeres.

Finalmente, la noche culminó y, al día siguiente, el estudiante empezó a trabajar de chofer.

Aristóbulo, con una resaca que sobrepasaba con creces su deseo de vivir, se sentó en su despacho a leer un libro sobre “El incienso de los inocentes y el canibalismo de la hostia”. Pero no pasó mucho tiempo hasta que...



Cliente – ¡Aristóbulo Pachevko!

Aristóbulo – Sí, ése es mi nombre, ¿para qué me invoca usted?

Cliente – ¡Vos le diste un chofer a mi novia y ahora él se acuesta con ella!

Aristóbulo – ¿Para qué se va a acostar con ella? Me parece una posición incómoda para conducir.

Cliente – ¿Me estás gastando? ¡Sos el responsable de mis cuernos!

Aristóbulo – Lo dudo, yo no conozco a su novia ni he tenido ningún...

Cliente – ¡No venga a hacerse el...!

Aristóbulo – Ahora sí me trata con respeto y me habla de “usted”. Hablemos, ¿por qué cree que su novia se acuesta con su chofer?

Cliente – Porque no quiere saber nada conmigo.

Aristóbulo – Pero eso no tiene nada que ver con el chofer...

Cliente – ¿Y con quién más puede estar?

Aristóbulo – Con el verdulero, el carnicero, el sodero, aunque son todos estereotipos, bien podría ser más original y estar con un compañero de trabajo, con el profesor de pilates, con una estatua viviente de la peatonal, con el payaso Ricky, con un testigo de...

Cliente – ¡Bueno, basta!

Aristóbulo – ¿Dije algo desubicado?

Cliente – Con el payaso Ricky no se meta.

Aristóbulo – Si usted quiere, puede prescindir del servicio de chofer y volver al taxi.

Cliente – Pero eso resultaría muy costoso...

Aristóbulo – Se me ocurre otra idea...



Aristóbulo anotó un número de teléfono y una dirección y se lo dio a su cliente.



Aristóbulo – Vaya a este lugar, lo ayudarán mejor que yo.

Cliente – ¿Está usted seguro?

Aristóbulo – Si yo no puedo solucionar un problema, me encargo de conseguir lo que sea, incluso si tiene que ser otro quien lo haga. Es parte de mi juramento hipocrático.



El cliente se fue satisfecho ignorando por completo el hecho de que los alquimistas no tienen ningún tipo de juramento hipocrático.



Aristóbulo – Qué aburrido es esto... no he tenido que salir de acpa en tres días...



Y la estadía de Aristóbulo se prolongaría un día más, ya que a la mañana siguiente...



Cliente – ¡Hey! ¡Me mandaste a un psicólogo!

Aristóbulo – ¿Y qué tal le fue?

Cliente – Me cobró como...

Aristóbulo – No me interesa saber cuánto le cobró, no sea rata, sólo le pregunté cómo le fue.

Cliente – Bien, pero creo que usted hizo todo esto para que yo vaya a terapia.

Aristóbulo – Mire, el hecho de que usted sea paranoico no significa que yo haya conspirado para que usted haga terapia.

Cliente – ¿Eh?

Aristóbulo – En fin, ¿cómo estuvo todo con su pareja?

Cliente – Y... bien...

Aristóbulo – Quiero detalles...

Cliente – Como conejos.

Aristóbulo – ¿Algún problema pendiente?

Cliente – No, ¿cuánto le debo?

Aristóbulo – ¿Cuánto cree usted que vale mi trabajo?

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