Misiva Lasciva XI: “La espera”



Esperar por algo tiene su costado trágico. Cualquier espera, aunque sea la más dulce, trae consigo una carga de incertidumbre del que no todos salimos ilesos.

Los últimos días, he deambulado por la zona del Clínicas en busca de algún indicio del mozo. Sé que se encuentra alojado en una pensión peruana en las inmediaciones del bar, pero el desconocimiento total de su nombre o apellido, me ha puesto las cosas mucho más difíciles.

Entonces resolví esperar. Una persona que decide pasar a la clandestinidad de sobretodo verde y gorrita anaranjada, no debe ser difícil de rastrear con un poco de paciencia y tiempo para aplicarla.

Sentado en el umbral de una puerta del antiguo pasaje Aguaducho, he pasado mis últimas tres noches ensayando escalas de blues con una armónica alemana, mientras miro con disimulada ansiedad cada uno de los rostros que recorren el descuidado empedrado del actualmente llamado “Paseo de la Reforma”.

La noche del Jueves, un vecino robusto y de abundante barba, se me acerco de forma cordial, pero desconfiada.


Vecino: …Buenas noches buen hombre, disculpe que me entrometa en su práctica musical, pero me preguntaba si podía ayudarlo en algo. No es que quiera alarmarlo, si ha elegido esta cuadra como lugar de inspiración, pero es mi deber informarle que últimamente después de las diez de la noche, esta zona es tierra de nadie….La semana pasada a mi sobrino le robaron el celular y el mes pasado a Etelvina, la solterona del frente, le entraron y le vaciaron la casa….Diga que no los vi yo, porque le juro, amigo, que agarro mi Ballester Molina de la década del 40 y los dejo como colador de fideos……Discúlpeme por hacer estos bruscos comentarios sin presentarme: Soy Joe María Garrochafea, en el barrio me conocen como… “El Viejo Joe”.



El viejo Joe es un inmigrante vasco sexagenario, que hace más de cuatro décadas es dueño del almacén más tradicional y antiguo del barrio Clínicas. Aferrado a sus costumbres y raíces vascas de forma indeleble, llegó a Córdoba en 1969, e instaló su negocio en el “Corazón del Alberdi”, esas manzanas que fueron epicentro de las revueltas del Cordobazo. Su Ballester Molina, grito presente en las barricadas insurgentes de estudiantes y obreros.

Me contó también, con tristeza y melancolía, como alguna vez el barrio fue de los estudiantes. Casas y pensiones se abarrotaban de jóvenes ilusiones. Solidaridad, guitarreadas y empanadas caracterizaron toda una época de vivir juvenil que dio bríos al lugar. En la zona vivían artistas, bohemios y, muchas veces, futuros políticos e intelectuales.

Los mates, los asados, las serenatas. Las fiestas populares, como el carnaval, tenían epicentro allí. Los estudiantes de otras provincias traían sus propias formas de festejar y alguna que otra vianda para las celebraciones. El deporte no se quedaba atrás. Universitario, la “U”, y Belgrano, la “B”, forman hasta hoy parte del folklore de Alberdi.

Recordó el viejo, con orgullo, el Cine Moderno, o La Piojera, actualmente conocido como Teatro Colón y prácticamente en ruinas.
También se refirió a las nuevas comunidades que alberga el barrio. Siempre con sus brazos abiertos, hoy les hace un lugar a los inmigrantes peruanos y bolivianos, que a partir de los 90’ comenzaron a asentarse en la zona. Los nuevos visitantes le dieron a Alberdi un nuevo sabor. Los almacenes incorporaron especies peruanas y el picante se apoderó de Alberdi. Otro de los aportes culturales fue la música, que se escucha por las callecitas cercanas al Gigante. Un poco de cumbia y jengibre para agitar la siesta cordobesa.

Yo lo escuchaba con entusiasmo, fascinado por el dulce color de sus palabras. Pero de repente su rostro se tensó, su mirada perdió brillo y su tono de voz se torno lúgubre. Algo había visto el viejo en la esquina del pasaje, algo que desmoronó los recuerdos e hizo brotar un presente oscuro y abominable.



EL VIEJO JOE: …También están ellos. Con sus atuendos oscuros y sus anillos de oro; con sus sonrisas cínicas y sus medias rojas cuadriculadas en rombos. Vigilan y controlan el barrio desde la última década. Se han hecho conocidos como “los griegos”, pero no tienen nada que ver con la comunidad griega de Alberdi. Es la gente de… Siconarcópulus.

Tenga cuidado amigo: Solo les interesa su negocio. No son violentos con los vecinos porque no lo necesitan: Tienen contacto con las empresas y el gobierno. Tienen protección policial, se visten bien y hablan con altura y elegancia. Pero no se engañe, solo les importa su negocio…su infame negocio.

El Viejo Joe se despidió presuroso y entro a su casa dando un estruendoso portazo. Decidí que la espera del mozo había terminado esa noche y regresé a mi casa, saliendo del Aguaducho por la 9 de Julio, con una opresión en el pecho y el espíritu lleno de preguntas.



Recordé el año en que el viejo Joe llegó a Alberdi: 1969, y supe que fue el año de la muerte de Skip James, uno de los grandes creadores del blues del Delta. Pensé en él, porque si hay alguien que supo de esperas, fue el gran Skip: En 1931 grabó para la Paramount 26 temas clásicos que quedaron en el olvido por la quiebra del sello en una época poco afortunada.

En 1963, mas de treinta años después de su esplendor musical, cuando su breve experiencia como músico profesional quedaba ya muy lejana; cuando había pasado toda una vida dedicándose a otros oficios para subsistir…..cuando agonizaba en un hospital de Misisispi; una expedición de jóvenes admiradores llegaron en busca del legendario blusman.

Unas semanas después, el viejo Skip actuó en el festival de Newport de manera excepcional, desmintiendo al tiempo y al olvido.

En estas evocaciones estaba cuando llegue a casa, y el portero del edificio me entregó un sobre cerrado y sin firma. Cuando le pregunté quien se lo había dado, me describió a un tipo extraño, de sobretodo verde, lentes oscuros y gorrita de lana anaranjada. Rompí el sobre de inmediato y logré descifrar con dificultad la torpe caligrafía. El mensaje era bastante preciso: En una hora y media, el mozo me esperaba en la costanera, frente a la vieja Usina.

No debía ir solo… Blancanieves también estaba invitada a la cita.


Desde Alberdi, les escribió Silvio
La terapia intensiva de los corazones solitarios.




G F
Te estoy esperando de hace tanto tiempo
C
que hay veces que me arrepiento
G F
que hay veces que me arrepiento y me vuelvo un hombre malo
C G
resentido y solitario, pesimista y arbitrario
F G C
convencido y equivocado, depresivo y acabado.


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