Misiva Lasciva XX: “El desvanecimiento de Hendrix”




No se puede determinar con certeza a que hora colapso Hendrix. Se sabe, eso si, que a las 10: 45 de ese glorioso Lunes, quedo registrado el llamado oficial a los paramédicos. Jimi se había desplomado detrás del escenario tras dar un concierto histórico de más de dos horas.

Mucho mas temprano, esa mañana del 19 de Agosto de 1969, Jimi Hendrix llevaba despierto alrededor de 3 días, y el resto del grupo tampoco había dormido demasiado. Se hablaba de una multitud de proporciones bíblicas, y lo paradójico es que Hendrix seguía con cierto pánico escénico, y hasta esa fecha, había tratado de evitar tocar frente a multitudes, prefiriendo teatros y lugares pequeños.


Woodstock, por alguna razón ha pasado a la historia como EL CONCIERTO, el que conserva esa aura, el que simbólicamente puso fin a toda una era. Pero bien visto ese festival fue un tanto caótico: La logística fue terrible, los grupos llevaban ocho horas de retraso y ya no había forma de contener tanta gente en las terribles condiciones que se llegó al tercer día.

El público se empezó a ir la tarde del Domingo, ya que tampoco habían dormido, estaban empapados en lodo, y no quedaba agua ni comida.

Sin embargo, para la mañana del lunes, cuando Hendrix estaba a punto de a tocar, todavía quedaban alrededor de 150.000 de los fans más resistentes. A las 8:30 de la mañana, Chip Monk los presento equivocadamente como “The Jimi Hendrix Experience”.

Hendrix no hizo caso al involuntario error, se aferró a su guitarra Fender Stratocaster blanca, cerro los ojos en persecución de un recuerdo distante y antes de salir como un rayo a cerrar el mayor concierto de todos los tiempos, pensó en su primera guitarra blanca…

(COMIENZA “As time goes bye…”)
Jimi Hendrix nació el 27 de noviembre de 1942 en Seattle. Pasó sus primeros años en un barrio muy humilde y tuvo una infancia marcada por el ausencia de sus padres; como consecuencia, fue otorgado en tutela a su abuela Nora Rose Moore, en ese entonces la única persona en condiciones de garantizarle un mínimo de estabilidad al niño.
Amaba el BLUES. Sus puntos de referencia, además del inconmensurable B.B. King, fueron guitarristas de la escena del blues de Chicago como Muddy Waters o Albert King. Pero su primer contacto y fascinación se produjo al escuchar las leyendas del más sobresaliente y mítico delta blues: Robert Johnson y Leadbelly.
En 1958, el año en que muere su madre, su padre le compró su primera guitarra eléctrica, una Supro Ozark blanca, aunque sin amplificador, con la que tocó en varias bandas locales. Ahí comenzó todo. Ahí comenzó, la pasión desaforada del mejor guitarrista de todos los tiempos…
(COMIENZA CUALQUIER TEMA DE ROBERT JONHSON…”)

Exhausto, poco después de bajar del escenario, con la gente pidiendo más y el presentador agradeciendo la memorable y extensa actuación, Jimi se desvaneció.
Asustando a todos y obligando a llamar a los médicos.

Y mientras estuvo inconciente soñó:

“…Soñó que caminaba por una estrecha franja de tierra entre los ríos Yazoo y Misisípi, en el sur de Menphis. Todavía vestido con la mítica chaqueta de piel blanca y la cinta en la cabeza, y todavía aferrado a su Fender Stratocaster con la que había hecho delirar a 150.000 personas.

Llegando a un cruce de caminos, encontró nada menos que a Robert Johnson. Tocando una guitarra castigada de barniz desprendido, deslizando con soltura sus dedos oscuros por el mástil y con una voz gutural que recuerda a los quejidos tristes de las casa de placer.

Johnson lo ve, e interrumpe la ceremonia. Lo saluda cordialmente, y después de intercambiar unas convencionales y escuetas palabras, le susurra al oído “…Te están buscando”.

Describe a tres hombres de aspecto lúgubre: Trajes oscuros, zapatos de cuero negro, medias rojas cuadriculadas en rombo y grandes anillos de oro en casi todos los dedos de las manos. Tienen la soberbia que dan el poder y el dinero; y ambicionan su Fender blanca.

Cuando Hendrix vuelve a mirar de nuevo a Robert Johnson, su rostro ha cambiado, es un hombre sin tiempo que le ofrece cuidar su guitarra. Tiene un estuche lleno de libros y restos de comida que vacía apresuradamente y lo ofrece como escondite, como refugio.

Hendrix no sabe que hacer, desearía soñar otra cosa, desearía soñar con esas mañanas luminosas de Seattle cuando lo cuidaba su abuela, cuando jugaba sin tiempo en el patio de una humilde casa.

(VUELVE “As time goes bye…”)

Hendrix despierta, casi no se puede mover y le cuesta hablar. Los médicos intentan tranquilizarlo y explicarle que le ha pasado.

Woodstock ha concluido, y con él también se termina la era de flower power, el sueño del amor y la paz.

Lo que viene, no esta bueno.

Hendrix logra tomar un poco de aire y suelta unas desesperadas palabras: “¿Dónde está mi guitarra…?”

Nadie, jamás… le podría contestar esa simple pregunta.



Desde Alberdi, siguen llegando cartas sin respuestas…



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