Misiva Lasciva XV: “El pacto”




Si alguna vez han leído a Franz Kafka, habrán comprobado que en sus textos hay una fuerte angustia de pesadilla, nacida me parece, de un absoluto desconocimiento de las fuerzas en juego.

Kafka es astuto, diseña corredores oscuros, sin fondo, inescrutables… de los que se desprende una ley brumosa pero eficaz: Sus personajes sospechan que existe algo, pero ese ALGO nunca se revela. Su fuerza reside, precisamente, en perseverar el misterio.

Y el misterio, estimados oyentes, es la última carta que me queda por jugar en la historia de Blancanieves.



En el Almacén del viejo Joe, ubicado en la esquina de Colón y Neuquén, han sucedido muchas cosas desde que declare con sinceridad y vehemencia NO poseer la guitarra blanca de Hendrixs. Primero se suscitaron las reacciones más obvias: Gritos, reclamos, amenazas, incredulidad y efusivo pedido de explicaciones. El viejo Joe y Etelvina sobretodo, quedaron aplastados por la noticia y no supieron cómo seguir adelante. El mozo entretanto no parecía muy sorprendido, puso cara de pocker y apoyo mi versión de los hechos como si lo hubiera sabido todo el tiempo.

Por mi parte me dedique a moldear el misterio: No ejercí ningún tipo de defensa, no revelé el más mínimo dato, e hice oídos sordos a cualquier tipo de amenaza o discurso moralizante.

En cambio, propuse un pacto bastante concreto: Aceptar mi silencio sin preguntas y utilizarlo en provecho de todos. El plan era más o menos el siguiente…El próximo Jueves, en el cumpleaños de Siconarcópulus, durante el caos eufórico del festejo y antes de entregarle el regalo al capo de la mafia, simularíamos el robo de Blancanieves ante algún hombre de confianza del gran narco.

La empresa era arriesgada pero no imposible, y tenía jugosas consecuencias que nos beneficiaban a todos: El mozo y yo quedaríamos liberados y al margen de la historia, el viejo Joe y Etelvina podrían tener un arma de negociación sobre el supuesto paradero del preciado instrumento y la operación podía realizarse sin contar con la guitarra original en el estuche.

Por su parte, Etelvina y el viejo Joe pusieron una sola condición para aceptar: Ninguno de ellos debía correr riesgo en la simulación del asalto. Este punto fue aceptado por unanimidad, así como también la nominación indiscutida de Roberto como ejecutor del latrocinio. De alguna manera, él era el responsable de todo lo que nos sucedía.

El mozo se comprometió a obligarlo. Por alguna misteriosa razón, Roberto era la clave de toda esta historia…



La guitarra es el instrumento clave del Blues, pero el piano por su parte, siempre ha aportado sofisticación, urbanidad y profesionalidad al género.

Llamado 88er (por las 88 teclas del piano) en Nueva Orleans, el pianista es un músico de ciudad, estable y bien situado, mientras que el guitarrista es un campesino itinerante, iletrado y andrajoso. El piano está relacionado con el jazz, y el piano aporta al blues la marca del jazz y el respeto que esto conlleva.

Los pianistas de blues, animadores de garitos y burdeles, transformaron este instrumento “noble” y poco flexible utilizando varios procedimientos. El más conocido de ellos consiste en cubrir los martillos con trapos para conseguir una nota más difusa…. más misteriosa.

Por desgracia y por razones de comodidad espacial, el piano ha ido mutando en desabridos teclados electrónicos, que no llegan a restituir la sensibilidad o la capacidad evocadora de su glorioso predecesor.


“…Al parecer, el universo en que vivimos está formado por una única sustancia que transmuta sin cesar, asumiendo transitoriamente diferentes formas. La clave sería el tiempo, el tiempo que todo lo corrompe y lo transforma….el tiempo, que quizá ES la corrupción y la transformación…”

Leía esto en la puerta de mi edificio mientras pensaba en la mirada de odio de Etelvina, en la criminal desilusión de los ojos del viejo Joe y en la inexplicable y cegadora alegría que irradiaba el mozo. Leía esto cuando vi venir al niño del patio interior con una bolsa llena de compras recién hechas. El niño fue a mi encuentro con indisimulable entusiasmo y me dijo: “Señor Silvio…¿Cómo se llaman esas tuerquitas que me regaló el otro día para agregar a mi fortaleza de soldaditos?”.

“…Esas tuerquitas se llaman clavijas”, conteste. El niño asintió feliz y con mucha picardía me advirtió: “Ya conseguí una bandera para el mástil…y no va a ser de argentina, va a ser de Belgrano”. Antes de subir al ascensor me reclamó amistosamente “...Pase mañana a verlo, está quedando mortal con todas esas cosas que me está dando”.

El niño del patio interior se fue y me quede solo. Los griegos vigilaban el edificio desde la esquina. El tiempo, que todo lo transforma, pasaba rápido y sin memoria por los rincones más escondidos de Alberdi.

El próximo jueves todo iba a transmutar: El amor se convertiría en odio, el criminal en santo y la luz cegadora del misterio…en instrumento de infantil alegría.



Desde Alberdi, les escribió Silvio.
El desmembrador de reliquias posmodernas.




G

El poder siempre manda si para tenerte aquí

D/Fa# Em

Había que maltratarte no puedo hacerlo,



C D C

Sos mi Dios, te veo me sonrojo y tiemblo

D Em

Que idiota te hace el amor,

Bm B7 C

Y hoy quiero darle rienda a esta superstición



ohhhh ohh ohh ohhhhh

G

Un pacto para vivir

C

Ohhhh ohh ohh ohhhhh



Em-C-G




1 comentario:

  1. Lejos, el mejor tema de la Bersuit: Un Pacto... Nadie podrá olvidar todo lo que producía Cordera y su banda en la Vieja Usina cada vez que venían. Tengo la sensación de que fueron los mejores recitales de rock nacional que pude ver, post Redondos. Le cayó como "anillo al dedo" a la Misiva Lasciva. Gran banda, gran misiva, gran programa. Los felicito de corazón! Beto

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