Misiva Lasciva: “Olivio Duran desde el más allá”


Entre los africanos, cuando un narrador llega al final de un cuento, pone su palma en el suelo y dice: “Aquí dejo mi historia para que otro la lleve…”. Cada final es un comienzo, un nuevo libro.


Leo esto en una de las mesas del bar de Santa Rosa y Chubut, mientras pienso en cómo explicarle al mozo lo que me parece saber acerca de la muerte…acerca del más allá.
El mozo, como siempre, interrumpe mi silencio con ansiedad y torpeza.

MOZO: Usted es un milagro con patas Silvio. Los médicos habían perdido toda esperanza…¡Siete meses en coma!...Mis tías, que son muy católicas, me decían: “Hay que rezar…Diosito lo va a despertar”. Yo les seguía la corriente a las viejas para no contrariarlas, porque yo mucho no creo…Pero, mire si es verdad…Mire si el barbudo existe y se apiadó de usted a último momento…

Asiento los dichos del mozo con poco entusiasmo. Ya he contado alguna vez que soy agnóstico, sin embargo, existe un hecho poético que no puedo despreciar del libro de ficción más popular de la historia: En el caos inicial, primero fue nombrada la luz, y luego resplandeció sobre el mundo. Dios crea con el verbo. Se podría decir entonces, que la literatura está antes que el SER.
Para seguir siendo…hay que seguir escribiendo.

MOZO: Dice mi tía que usted no estuvo muerto Silvio, usted estuvo en el limbo, o el purgatorio, o algo así. Que es un lugar intermedio entre el cielo y el infierno. No es ni ascenso ni descenso directo…Sería como jugar la promoción. Por suerte esta vez le tocó ser San Lorenzo y no Instituto….Ja,ja, ja, ja, ja, ja……

Simulo comprender la burda metáfora deportiva del mozo, y me vuelvo a concentrar en lo que estoy leyendo. María Teresa me dice:



La literatura es un viaje, un camino, una migración que con suerte y a través del lenguaje nos llevará a nosotros mismos….Se escribe porque no se sabe, no se comprende.


El mozo vuelve a interrumpirnos.

MOZO: Ahora Silvio….Hay algo que usted no comprende, y como su amigo es mi deber decírselo: ¿Cómo se le ocurre andar caminando a las tres de la mañana por la zona de la costanera con el estuche de guitarra? Los instrumentos son caros y como están los tiempos…los cacos te matan por dos pesos…..Y usted encima, ofrece resistencia por unos sanguches y libros mugrientos.
Arriesgó su vida al pedo….Por eso lo cagaron de un balazo. Pero bueno…ya está, ya pasó. .. Al final, como siempre termino hablando yo…Mire Silvio, no me quiero ir del tema: Le prometí a mis tías que usted me iba a contar todo, y seamos justos….Las viejas se lo merecen, se rezaron como 15.000 avemarías y ni siquiera lo conocen….
Cuénteme Silvio: ¿Que vio del otro lado? ¿Qué hay en el más allá?

Por un momento dude…Prejuzgue que el mozo no comprendería las complejidades de la mente inconsciente, los laberintos emocionales que se ponen en juego en las situaciones límites, y el lenguaje simbólico que se genera para poder soportar el peso de los traumas, miedos y demás procesos psíquicos desencadenados por las circunstancias límites que había atravesado.
Mientras pensaba en todo esto, encontré de pronto una buena respuesta, algo limitado y provisorio, pero algo que era verdad para todos…para mí, para él, para sus tías católicas…

“Estaba mi abuelo mozo…”, le dije. “En el más allá estaba mi abuelo…”

(EMPIEZA A ZONAR DE FONDO ALGUN TANGUITO….)

La noche cae en el bar de Santa Rosa y Chubut. El mozo está feliz porque le prometí ir a comer empanadas a lo de sus tías, el próximo Sábado a la noche. De pronto, suena su celular y mantiene una conversación agitada…Se lo nota con un fastidio vanal. Se pasea cerca del mostrador, piensa, duda, menea la cabeza ofuscado. Por fin se acerca y me dice:

MOZO: Silvio, le tengo que pedir un favor… El boludon de mi hijo mas grande perdió las llaves de la casa. Aguanteme media hora aquí, con el bar cerrado, que voy de un pique y le abro la casa… Sírvase lo que quiera Silvio, que el dueño nunca viene los lunes a la noche…

El mozo se va con paso apresurado, cierra la puerta del bar y da vuelta el cartelito para ponerlo del lado que dice Cerrado.

Me quedo meditando… Pasa media hora y no se me ocurre nada que escribir. Decido volver al libro de María Teresa mientras un viento gélido y molesto espanta a la poca gente que se pasea cerca del Clínica…


La escritura se convierte entonces en un atravesar, narración de viaje para liberarnos de las cosas, no evitándolas, sino atravesándolas. Un escritor es un buscador cuyo placer más puro es encontrar entre miles de palabras LAS PALABRAS.


De pronto, de forma inesperada, un trueno rompe el silencio nocturno y una lluvia torrencial empieza a caer del cielo con una fuerza apocalíptica. Casi con verguenza, tomo la lapicera y apunto en la libreta: “EN ALBERDI SIEMPRE LLUEVE Y NO HAY CORAZÓN…”



La frase es mediocre y poco literaria. Suena a Comic. Suena a Slogan de película barata. Me encuentro en una encrucijada: Necesito escribir esa historia, pero no estaría cómodo si alguien pensara que yo la escribí.


Después de muchas dudas, se me ocurre una salida salvadora….un seudónimo sería el salvavidas perfecto en este mar de indecisiones.

La lluvia que no cesa, me salpica un nombre que parece venir del más allá…..Olivio Durán.


Sí, Olivio Durán no está nada mal…Después de todo, a mi abuelo el boxeador….le hubiera encantado ver su nombre, en los créditos de una película del cine negro.



Desde Alberdi, les escribió Silvio. El afinador de pianos ajenos.


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