Las Puertitas del Sr. Kong IX: Jaime

Qué cosa es el amor, se pregunta Kong mientras ve películas de los años 50, mientras camina hacia la parada del colectivo y ve parejas tomadas de la mano, mientras mira el techo de su habitación y en la sala de descanso del trabajo mientras ve a Irene desde lejos.

¿Qué es el amor? Tan ajeno le resulta el asunto que no logra siquiera definirlo.
Y no es porque él fuera incapaz de sentirlo, Kong es tan capaz de amar como cualquiera y a veces -en la transición de un mundo a otro- le parece que más todavía… pero es que aun sin conocerlo le parece que el amor debe ser algo que se construye entre dos, algo que en cierto modo es imposible que exista cabalmente si proviene de un solo lugar…

y Kong duda si acaso alguien pudiera sentir algo así por él.
Las dudas lo han vuelto otra vez insomne y otra vez él sabe bien cuál es la cura.
Está decidido. Después de ver a Irene en el pasillo lo sintió con claridad.
Intentará hoy miércoles buscar la respuesta dónde viene encontrándolas: detrás de una puerta

Terrible es la visión que se despliega ante Kong al atravesar el umbral, tanto que el asombro lo deja catatónico unos momentos: detrás de la puerta última del pasillo está, increíblemente, el mismo pasillo.
Kong trata de pensar si ha cruzado o no todavía. Intenta volver y ... No, no puede.
¿Significa esto que no habrá respuestas para él hoy? ¿O simplemente se mareó y le parece erróneamente que abrió la puerta, que cruzo al otro lado?
Kong atravieza todavía confundido el pasillo de camino a su box, el call parece inusitadamente vacío. Pero casi al llegar al piso indicado se encuentra con Jaime, el conserje, aspirando la alfombra.
Al ver a otro ser Kong se desespera, pierde toda compostura y se deshace en preguntas ¿qué hora es? ¿Esto es real? ¿A dónde fueron todos? ¿Qué mundo es este? ¿Qué es el amor?
Jaime mantiene la cabeza gacha con la vista fija en la aspiradora y sólo se inmuta cuando escucha la última pregunta. Después sin levantar la vista apaga la aspiradora y dice:


Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan, son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato, llorando porque no salvan al amor.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables, los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Salen de sus cuevas temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a juntar el agua, a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.
*

*Los amorosos, Jaime Sabines

No hay comentarios.:

Publicar un comentario