El Vengador Justicialista y El Caos I

Por Guillermo Donicelli

La pampa argentina es un suelo ingrato y refleja claramente la idiosincrasia de algunos de sus habitantes. Es conocida entre todos la frase: “quien sembró yuyitos, recibirá yuyitos”. Y no son pocos los que han sufrido, gratuitamente, las consecuencias del extremismo, la extorsión y el acomodamiento de autoridades sin rendir concurso. No son pocos los que han tenido que cruzar a pie los grandes sembradíos de discordia. Pero un hombre ha decidido soltar el pájaro que tenía en mano y, siguiéndole el ritmo a su Yegua Maravillosa, echó a perseguir los cien volando.

Héctor de la Vistamplia volvía del Sur, indignado por la decisión de su maestro, Juan Sin Manos, de destruir su pueblo natal, cuando de repente…

Mujer − ¡Nooo! ¡El carro de mi marido!
Héctor − ¿Qué ocurre, señora?
Mujer − Alguien arrojó una piedra y ha roto la luneta trasera del carro.
Héctor − ¿No pudo ver quién la arrojó?
Mujer − Eh… no…
Héctor − Qué extraño; nadie es tan rápido como para escapar de la vista…
Mujer − Es que… bueno… esto me da un poco de pudor, pero… me había detenido a comprar ropa.
Héctor − Faltaba más, ¿desde cuándo da pudor vestirse?
Mujer − Es que… es ropa para que mi esposo… [en secreto] pueda ver mis tobillos.
Héctor − ¡Ja, ja, jah! Tengan cuidado de no incendiar las cortinas.
Mujer − [risa de mojigata]
Héctor − Pero no se preocupe por el carro, mujer; su marido lo comprenderá… si es necesario, yo mismo puedo ofrecerme como testigo.
Mujer − Usted no entiende, señor… mi marido es un justicialista de bien; esta tarde necesita reunirse con el alcalde, y no puede ir con un carro en estas condiciones…

Héctor se detuvo un momento para escribir y dijo:

Héctor − Puedo ofrecerle una ayuda. Vaya a este lugar y lleve esta carta.
Mujer − ¿Está usted seguro?
Héctor − Como que soy…

Héctor calló abruptamente antes de pronunciar su nombre, y recordó las enseñanzas de su maestro, Juan Sin Manos…

JSM − Jóvenes, crisálidas del populismo, de día, han de ser tan gorilas como los rostros que dibujo en el papel higiénico. Pero de noche, cuando nadie los vea, ¡serán la Revolución Justicialista!

En sólo fracciones de segundo, Héctor de la Vistamplia corrigió su discurso.

Héctor − Tan seguro como que soy hombre.
Mujer − Ésa no es una gran garantía…
Héctor − Oiga, ¿por qué lo dice?
Mujer − Por esos pantalones tan ajustados…
Héctor − Son la última moda en Ibiza.

Gracias a la ayuda de Héctor, la mujer fue a su destino con su marido… pero no fue la única persona afectada… Todos los carros de los justicialistas influyentes del pueblo han sido apedreados… y todos han ido a parar al mismo lugar: la casa de la familia De la Vistamplia.

Alejandro − ¿Cambiaron el lugar de reunión? ¿Por qué están todos aquí, incluso el alcalde?

Todos los justicialistas se reunieron en la casa de Don Alejandro de la Vistamplia con una nota escrita por su hijo que decía:



Querido padre:


todas estas personas tuvieron problemas con sus carros. No tengo interés en intervenir, ya que mis prioridades me lo impiden; pero estimo que querrás prestarles ayuda.


Te saluda:

Héctor de la Vistamplia



Alejandro − Está bien… la reunión se hará en mi hacienda. Les cuento que, mientras ustedes me sorprendían con su grata presencia, he estado leyendo lo que el periódico La Corneta ha estado publicando respecto de estos atentados en serie…

En efecto, en las calles, se escuchaba cantar al canillita la última noticia…

Canillita − ¡Extra, extra! ¡El oficialismo inventa atentados para criminalizar a la oposición!

Mientras tanto, Héctor de la Vistamplia intentaba descubrir quién estaba detrás de estos atentados…

Héctor − Es evidente que todas las víctimas son justicialistas, pero… el gorilismo es incapaz de manchar sus manos, es incapaz de tal bajeza… es incapaz… ¿quién pudo ser el mentor de todo esto? Encima, ni siquiera es un atentado en serio… ningún muerto, banco demolido, unidad básica dinamitada… o esto lo hizo alguien que no se toma el asunto en serio, o existe un plan mucho más perverso y calculado bajo la superficie…

En estas cavilaciones estaba Héctor hasta que tropezó con una piedra…

Héctor − ¡Mier…! Ah, ésa fue una caída bien peronista… ¿Qué es esto? Esto… esto no es una piedra… esto es una teja… claro, los atentados… no fueron piedras, fueron tejas… tejas de las mismas que… no, no es posible… no pueden ser las mismas tejas del Sur… Juan… ¡ya he derrotado a Juan Sin Manos! ¿Cómo puede reponerse tan rápido? [Silencio breve] ¡¿Dónde estás, Juan Sin Manos?!

Y Juan Sin Manos no pronunció ninguna palabra… sólo puso sobre el hombro de Héctor… su muñón izquierdo…

Héctor − ¡Ah, carajo, una serpiente!

Héctor se dio vuelta…

Héctor − ¡Juan Sin Manos!
JSM − El mismo portador de la serpiente…
Héctor − ¿Qué haces tú aquí…?
JSM − Bueno… pasaba por acá… y me dije… ¿por qué no visitar a mi mejor alumno y destruir su pueblo plagado de gorilas de la válvula de escape?
Héctor − Bien sabes que no te lo permitiré…
JSM − ¿Y qué harás? ¿Publicar un comunicado oficial que diga la verdad sobre los atentados? ¿Quién te va a creer? Ni tu amada María…
Héctor − [interrumpe] ¡No metas a María en esto!
JSM − Ella se ha metido sola, gorilón del Sur de la cartografía digestiva.
Héctor − Esto es entre tú y yo, ¡nada más!
JSM − No, no, no… tú no entiendes… esto no es una historia del bueno contra el malo. Esto es justicialismo, ¿me entiendes? ¡Acá, hoy, se corrigen todos los errores!

Héctor respiró profundo, intentó contener la ira… y se decía mentalmente…

Héctor − [trascendental] Piensa en paz… en un pueblo obrero al poder… en un gobierno que respeta al proletario… en los tobillos de María… [grita] ¡Escúchame bien, Juan Sin Manos! ¡Este pueblo no se rendirá jamás!
JSM − ¿Y cómo harás para curar todo este caos? ¿Acaso no te das cuenta de que mi plan es perfecto? ¿O eres incapaz de reconocer que no eres lo suficientemente justicialista como para enfrentarme? [silencio] ¿Qué? ¿Callas? [silencio]
Héctor − Ya que estás a punto de vencer… al menos, ten la honra de contar tu plan maléfico…
JSM − ¡Ja, ja, ja, ja, jah! ¿Admites tu derrota? Entonces te contaré cómo se logra destruir un pueblo… es una estrategia muy simple… sólo un par de piedras bastaron…
Héctor − No fueron piedras, fueron tejas…
JSM − ¡No me corrijas! ¡El plan es mío, no tuyo! Malditas tejas… yo pedí piedra bola, pero las usaron para construir una plaza en Río Ceballos… En fin, me dí maña para infiltrar la información en los medios más gorilas de tu pueblo para que desconfíen de este incipiente justicialismo. ¿No te parece una obra maestra?
Héctor − Ehhh… más bien mediocre…
JSM − ¿Cómo se te ocurre?
Héctor − Te has olvidado de la interpretación de la población.
JSM − ¿Acaso piensas que soy tan vulgar como para olvidar un detalle tan importante? ¡Iluso! ¡La gente no comprende los grises! Cuando algo es dudoso, cuando no se sabe la verdad pura, la gente piensa que todo es mentira. ¡Y el caos es el nuevo rey! ¡Bienvenido a la monarquía del Caos, Héctor de la Vistamplia! ¡Ja, ja, ja, jah!
Héctor − ¡Error, extraviador de relojes pulsera!
JSM − ¿Quieres señalarme un error a mí, gorila del canal de la mancha en la ropa interior?
Héctor − El pueblo es la inteligencia de todos en suma; cualquier intento por generar confusión sólo tendrá como resultado la verdad.
JSM − Suenas tan hippie que me dan ganas de prender un churro… la gente sólo entiende peronistas y gorilas, blancos y negros, Cabernet y Sauvignon, días y noches, Ríver y Boca…

Esos clubes no han sido fundados todavía

JSM − No moleste, Narrador, que le estoy explicando la realidad a este gorila de la Corte del Rey Popó.
Héctor − Me decía usted, pésimo espectador de obras de teatro…
JSM − Por más que lo intentes, no podrás huir de la mediocridad de tu gente. El pregonero Mario Pereyra tiene mucho más poder que tú.
Héctor − Yo no he venido a este pueblo buscando poder; el poder es del pueblo.
JSM − ¡Ja, ja, ja, jah! Ojalá te salve el poder del pueblo… Ahora, si me disculpas,
Tengo que barrer mi unidad básica. ¡Hasta luego!
Héctor − ¡Espera!

Pero Juan Sin Manos ya no estaba… había desaparecido. La discordia ya ha sido sembrada y el fundamentalismo de Juan Sin Manos está a punto de destruirlo todo. ¿Qué podrá hacer Héctor de la Vistamplia para solucionarlo? Lo averiguaremos en el próximo capítulo de El Vengador Justicialista.

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