Recuerdos del Apocalipsis

En el año 2028 fue encontrada una botella con un mensaje adentro en las costas de Irlanda del Norte. El hombre que la encontró, la abrió con tanta mala suerte que fue descubierto por un agente secreto del gobierno encabezado por una computadora que emula los últimos deseos de Margaret Thatcher. Lo único que pudo leer antes de morir de un balazo, fue la fecha y el lugar en que fue escrito el mensaje: 10 de diciembre de 2021, Islas Maldivas.

El investigador privado Josef Knecht encontró el cadáver del hombre sosteniendo la botella sin contenido alguno y sospechó que eso no era una simple riña de borrachos salidos de un bar, por lo que se puso a estudiar el caso detenidamente. La botella estaba demasiado limpia y en el cuerpo no había rastros de haber ingerido ninguna bebida alcohólica. Apenas tenía cien gramos de marihuana y un pan de jabón Federal para consumo personal.

Algo olía mal y nada tenía que ver con los gases que emanaba el tomuer.


Buscando testigos, se encontró con un pescador que tenía pinta de haber estado sentado en una roca durante días; quizás, meses. Josef no estaba seguro de si las marcas en la roca eran una afortunada formación geológica o si la prolongada estadía del pescador había horadado la piedra hasta darle la forma perfecta de dos nalgas.


Josef – Buenos días, señor.

Pescador – Buenos días.

Josef – ¿Vio usted al hombre que fue asesinado allí?

Pescador – Pude haberlo visto, pero no puedo decirle nada mientras me estén vigilando.

Josef – Puedo invitarlo a un sitio seguro.

Pescador – No voy a moverme de aquí hasta que no pesque algo grande.

La condición era demasiado absurda, pero las marcas en la piedra y el olor a sepulcro del pescador demostraban con creces la constancia y la obstinación de la que era capaz. No habían ya peces en esa costa; pero quién sabe cuánto tiempo llevaba allí sentado. Era casi un monumento a la memoria del último pescador que tuvo algún tipo de éxito. Y el éxito de un verdadero pescador no es atrapar un par de botas o una botella con un mensaje.

Sin otra alternativa y sin tiempo para ir al mercado a comprar alguna mojarra, Josef se tiró al agua y empezó a bucear hasta que por fin encontró la línea.
Pescador – ¡Picó algo!… ¡We, we, we, pero ¿qué sos?! ¿Un submarino amarillo?
Josef continuó batallando para darle más emoción a la proeza del pescador.

Pescador – ¡Barrilete cósmico! ¿De qué planeta viniste?

La línea se cortó. Extenuado, el pescador despegó su trasero del pétreo asiento, dejando en él partes del pantalón que había establecido una relación simbiótica con la roca. Se arrojó sobre la arena y sintió, por fin, una textura que no se amoldaba a la forma de su cuerpo.

Lejos de ahí, Josef se cambió de ropa para borrar todo rastro de haber estado en el agua y se acercó nuevamente al pescador.

Pescador – Pibe, no te das una idea de lo que acaba de pasar.

Josef – ¿Ha encontrado algo grande?

Pescador – ¿Grande? ¡Una leyenda! ¡¡Un isleño!!

Josef – ¿Un isleño?

Pescador – Sí, ¿acaso no sabe la historia? Se cuenta que en el año 2021 se hundieron muchas islas, y que sus habitantes, de vez en cuando, nadan hacia estas costas para aparearse con nuestras mujeres y nuestros hombres.

Josef – Le voy a ser honesto, pero eso me suena a una excusa para los patas de lana.

Pescador –Puede ser, pero si ése no era un isleño, como mínimo, era un pez bastante raro. No sé si usted sabe de peces, pero éste en particular nadaba estilo perrito…


Insultado en su orgullo como nadador, Josef le ofreció al pescador dirigirse a un sitio seguro para dialogar acerca del cadáver de la botella.

Pescador – Yo me he encontrado con varias botellas, y tengo guardados otros dos de esos mensajes. Estaba esperando a que el vigilante se vaya para llevarme ese último que agarró el desafortunado fiambre; es que hay una conspiración del gobierno para que la gente olvide los errores del pasado. No quieren que el pueblo sepa que somos los culpables del hundimiento de casi todas las islas.

Josef – Y esos mensajes, ¿qué son?

Pescador – Las memorias de los isleños. Los habitantes de las islas que sacrificamos a favor de nuestro progreso. Acá están los mensajes; te los doy con la condición de que los des a conocer.

Y así fue que Josef envió un correo electrónico al pasado con los mensajes de las Islas Maldivas.

El primero data del día 1 de noviembre de 2020.

Estimado e incógnito lector:

Escribo esto y lo envío en una botella, recordando aquellos mensajes de los náufragos del pasado, porque, en cierta manera, me siento igual a ellos. Ya he perdido mi casa, lo que hace años estaba a un kilómetro de la costa. Ahora estamos todos alojados en un galpón en la punta más alta de la isla. Un navío militar de origen desconocido destruyó todos los barcos que teníamos para huir hacia las tierras que habíamos comprado en tierra firme. Prefieren que desaparezcamos antes de que diseminemos la discordia respecto de la desidia de los países del primer mundo.

El segundo mensaje data del 9 de diciembre de 2021.

Estimado lector incógnito:

Escribo desde un último metro de tierra. El cólera ha acabado con todos los pobladores de la isla. Hoy se cumplen diez años del Día de la Desidia, día en que los Estados Unidos, junto a India, China y a los países más pudientes de Europa, hicieron la vista gorda al problema del calentamiento global. Como consecuencia, hemos dejado de existir. Somos una leyenda, un mito, un vago recuerdo de la irresponsabilidad humana. Somos la prueba ignorada del fracaso de la Organización de las Naciones Unidas.

Josef cree que el tercer mensaje consistía en un último saludo a la Humanidad y un llamado a la conciencia, pero no existe forma de corroborarlo.

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