Siglas

Sentado frente al Boulevard San Juan, en Córdoba, charlando con un amigo, vi pasar a un pibe que llevaba una gorra en la cabeza. Iba caminando con la máxima paz del mundo.

Silvio – Ahí lo levantan – dijo mi amigo, que vio acercarse una camioneta del Comandante Anti Pobres.

El pibe no tenía nada; ni siquiera su documento. Adentro.



Tiempo atrás, iba caminando por la Plaza de la Intendencia, buscando un buen lugar para sentarme a leer. Cuatro policías que marchaban por ahí se me ponen alrededor.

Yuta – A ver, che, documento.

Le muestro el documento. Todo estaba bien, aún siendo que no es necesario llevar el documento con uno si no es para hacer algún trámite.

¿Qué hacés acá?

Eran las doce de la noche y yo parecía ser el único colgado que quwría usar la Plaza de la Intendencia como biblioteca. Le muestro la novela de Leopoldo Marechal que iba a leer y le digo aquello que no le importaba. En mi interior, mientras tanto, le explicaba cómo llegar a su útero natal.

Yuta – ¿Fumás marihuana?

Mentí. Recién había sido noticia el caso del pibe al que declararon inocente por consumir. No tenía ganas de ser uno más en caer en la escaramuza de la Colectividad Argentina Porrofóbica.

Yuta – ¿Y qué es eso?

Estaba fumando un cigarrillo negro, un parissienne. Ya una vez, el dueño de un bar de cumbieros que no sabía nada de cigarrillos me había querido echar porque creía que era un cigarro chistoso. Le muestro la etiqueta, revisa cada pucho y me los devuelve.

Yuta – Está todo bien. Cuidate, hay mucho negro dando vueltas.

Uno de ellos me manguea un pucho. El lenguaje ya era amable. Me llamó la atención la bipolaridad de los tipos. Y sí, tenía que cuidarme, tenía razón, pero se equivocó en la paleta de colores. El daltónico no entendía que daba mucho más cagazo el azul que el negro.



El año pasado, estábamos llenando nuestros pulmones con nicotina con mi mejor amigo, adentro de un auto, charlando sobre nuestra próxima obra de teatro. Un móvil de los Cazadores Asociados de Perejiles para delante nuestro. Dos uniformados bajan del vehículo, tocan la ventana de la renoleta; abro la ventana y se escapa una humareda espesa que obliga al azul a abanicarse con la mano. Ahí me di cuenta de que estábamos fumando demasiado.

Yuta – ¡Bajen del auto! – dijo el policía, casi como si fuese un neumonólogo. Las voces de los azules me suenan todas iguales. Será un problema auditivo que tengo, pero no puedo distinguir a uno de otro a menos que estén de civil.

Silvio – ¿Hicimos algo, oficial?

Yuta – Procedimiento de rutina.

Siempre pensé que la rutina era algo negativo, pero nunca se me ocurrió que fuera tan exagerada. Desarman nuestras etiquetas de puchos y no encuentran nada. Miran un poco mi bolso y se hartan de tratar de entender qué carajo dicen mis manuscritos. Me enorgullezco de que mi letra sea difícil de leer.

Silvio – ¿Hubo alguna denuncia, oficial?

Yuta – Una señora llamó porque quería salir con el auto y vio que este auto estaba parado acá.

La señora del frente de mi casa ya conocía la renoleta, pero no la culpo por tanta paranoia. Quizás, ver tanto la televisión puede hacer que una persona llegue a desear una cámara de vigilancia en la puerta de su casa, mal que le pese a la hija que quiera chapar con su chongo clandestinamente.



Varios años atrás, en tiempos en que recién empezaban a funcionar los Criminales Alimentando al Poder, me fui al Cuervo a tomar algo. El Cuervo es un bar en el que encaja a la perfección el título “Acá sí que no se coge”. Sin embargo, esa noche, me animé a cambiarlo por Coger, Aún Podés.

Salimos de ahí y nos fuimos al edificio, donde nos encontramos con un grupo de amigos suyos que estaban tomando cerveza y vino en la escalera. Se paró al frente nuestro un grupo de Conspiradores Adversos al Porrón que nos vieron con el arremangado en la boca. Adentro.

En la celda, un pibe dormía, otro pedía permiso para orinar en condiciones un poco más higiénicas que las paredes que nos encerraban, y el otro charlaba conmigo de cosas poco importantes.

Jipi – Están justificando el sueldo.

Una sospecha que ya existía en ese momento. Detener gente porque hay que levantar las estadísticas para que el Gobierno Provincial siga invirtiendo más en la Policía que en cualquier otra cosa.

La semana pasada, una agente de policía denunció ante la Justicia que en la seccional 8 mandaban a meter en el móvil a una cantidad determinada de personas para que puedan terminar el turno de trabajo; si no lo hacían, tenían que cumplir de dos a siete horas más de trabajo. Ante la prensa, el comisario Paredes negó que haya un piso de detenciones; sin embargo, según dicen las denuncias en su contra, Paredes estaría asentado sobre ese piso. Es, en este caso, verosímil decir que los Cheques Al Portador estén sujetos al número de Cagados A Pedos por la Comisión Agua-Partuza.

Sucede que, con tanta Campaña Avivando la Paranoia, lograron que una Caterva de Apátridas Pseudoperonistas instauraran a un montón de Canas Agitando Porongas como el remedio contra la inseguridad. Así, haciéndole Cuchara A la Política y Cagando Abiertamente al Pueblo, salieron a las calles un montón de Crápulas Amenazando Personas y Culeando Al Pordiosero.

Con Algo de Paciencia, me pongo a pensar en el código de faltas, ese Código Amplificador de Penas, y me pregunto si alguna vez se pusieron a pensar en nuestro bienestar Cuando nos Abrieron las Piernas.

Cuando Alego, Personalmente, que el código de faltas tiene errores que Contradicen A la Puta Constitución Agreta de la Provincia, lo digo porque me declaro en contra de que los Cachiporreros Administren Piñas sin sentir culpa, en contra de Cualquier Abuso de Poder. Por eso fue que el Comisario Atento Paredes salió a decir que nunca hubo una Cuota de Arrestos de Piso; se quería Cubrir Ante el Periodismo, evidentemente.

Bueno… ayer se realizó la 5ta Marcha de la Gorra en Córdoba, a la cual asistió una gran cantidad de gente para cuestionar la constitucionalidad del Código de Faltas. La gente, Cansada A más no Poder de que metan adentro a Cada Anarco Paparulo que camine por la calle, salió a la vía pública pidiendo “basta”.

Por otro lado, los apólogos de Cometer Actos Punibles en nombre de una ley Cuestionable Aún Presente, salieron a decir que si derogaban el código de faltas, a la policía le estarían Cortando Ampliamente las Piernas. Resulta que, según ellos, antes de la aparición del Cuerpo Aparentemente Policial, no había seguridad, siendo que, en realidad, los delitos aumentaron gracias a que se subió el criterio con el que se miden los motivos de detención. Me pregunto, entonces, ¿Cómo Atinan a Pedir que no se derogue, con tanta Cara Albina de Piedra?

¿Cuántas Almas Partieron en su nombre? ¿Necesitan Contabilizar, Acaso, Prisioneros para ser Comprados Al Postor mejor?

No voy a dar nombres, pero su primer ideólogo, el gestor del Catálogo de Asesinatos Posibles, Craso Apólogo de la Prepotencia, ganó más de lo que hubiese querido en los últimos comicios de Córdoba, Alabarda de la Prisión.

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