Galileo - O de cómo parir un universo sin usar fórceps

El giro copernicano, la teoría de que la Tierra gira alrededor del Sol, representó una revolución por sí sola, y fue gracias a la aparición de la figura de Galileo que pudo llegar a instalarse definitivamente en la Historia del conocimiento, aunque aún hará falta su confirmación por Isaac Newton. Antes de esto, reinaba en las universidades la teoría de Aristóteles sobre cómo todo giraba alrededor de nuestro planeta.

La teoría aristotélica supone la existencia de un mundo sublunar que comprende todo lo que está entre la Tierra y la luna. En este mundo, todo es imperfecto e irregular. Y también está el mundo supralunar, que va desde la Luna hasta el infinito. En esta otra zona del universo, todo es perfecto, las formas son regulares y los movimientos son constantes y no cambian. Éste era el reino de los dioses.


Galileo: ¡Pero esto es una pelotudez!

Todavía no te toca hablar. El libro de Nietzsche de hoy nos relata cómo fue, desde la perspectiva de los Monos, el enfrentamiento que tuvo Galileo Galilei con las autoridades eclesiásticas y los apóstoles del pensamiento aristotélico.


Galileo Galilei fue un hombre que llevaba consigo todas las características del Renacimiento: revolucionario, multifacético y con un insaciable apetito por el conocimiento. Nació el 15 de febrero de 1564 en Florencia, Italia, y desde joven mostró su fuerte carácter manifestándose fuertemente en contra de los prejuicios de su época. A tal punto fue combativo contra sus contemporáneos que se ganó muchos enemigos en la Universidad de Pisa, de la cual tuvo que volver sin ningún título.

Aún así, su espíritu sediento de saber lo llevó a explorar los secretos de la matemática, la física y la astronomía, y llegó a cuestionar siglos de doctrina aristotélica.

En efecto, de tanto discutir, tuvo también adversarios en el Santo Oficio, por esto mismo fue convocado a Roma para defender su teoría ante los inquisidores.

Tocan la puerta...



Galileo: ¿Quién molesta?

Cochero: Buenos días, ¿usted pidió un coche para ir a Roma?

Galileo: Ah, sí. Ya estoy listo.

Cochero: Suba. Ahora, dígame, ¿por qué viaja a Roma?

Galileo: Porque descubrí que Aristóteles no sabúa nada y los inquisidores no quieren cambiar su forma de pensar.

Cochero: ¡Bah! ¡Esto no pasaba con Torquemada! ¿Qué tiene de malo Aristóteles? ¿Qué le hizo? No se puede creer, ni a los muertos respetan, ya... Si seguimos así, este mundo se cae a pique.

Galileo: Bueno, pero los pensadores estamos tratando de generar nuevas ideas para un mundo mejor...

Cochero: ¡Bah! ¡Pensadores! Bien les vendría agarrar un pico o una pala para aprender lo que es trabajar.

Galileo: Pero pensar es nuestro trabajo, el cual evidentemente poco tiene que ver con el trabajo de usted.

Cochero: A ver, y dígame, ¿a quién le sirve saber que Aristóteles estaba equivocado? ¿Nos va a ayudar a conseguir comida?

Galileo: Probablemente, porque con un mejor conocimiento del universo, podremos mejorar las tecnologías actuales.

Cochero: Ah, entiendo. O sea que con eso de los libros se puede hacer un arma capaz de destruir una ciodad entera y poder cultivar sus tierras para nosotros.

Galileo: Eh... yo pensaba en fines más pacíficos, pero la verdad que mis telescopios no están siendo usados precisamente para mirar la cielo...

Cochero: Bueno, ya llegamos. Son dos escudos de oro.

Galileo: Sobre que facho, garca...



Galileo llegó a la sede del Santo Oficio y el juicio comenzó. Presidía como inquisidor el Monseñor de la Brochette en representación del Cardenal Belarmino, quien no pudo asistir debido a una enfermedad inconfesable.


Como defensor de la teoría aristotélica estaba Martin Horky, quien presentó argumentos que, si bien en la actualidad nos resultarían absurdos, en su contexto histórico resultaban más o menos creíbles. Aunque no todos.

Monseñor: Se abre el caso de Galileo Galilei. Se le cede la palabra a Martin Horky.

Horky: Quisiera comentar que el supuesto descubrimiento de Galileo, el de los satélites de Júpiter, es una ilusión. Porque "los astrólogos han hecho sus horóscopos teniendo en cuenta todo aquello que se mueve en los cielos. Por lo tanto, estos astros no sirven para nada, y Dios no crea cosas inútiles. Estos astros no pueden existir".

Galileo: ¡Pero esto es una pelotudez!

Monseñor: Silencio en la sala. Si usted, galileo galilei, no se comporta, se le imputará por desacato. Espere su turno para hablar (silencio breve). Ahora es su turno.

Galileo: Bueno, volviendo al tema, por un lado, los astrólogos han visto todo con sus ojos y nunca con un telescopio, por lo que no conocen todas las estrellas. Y por otro lado, ¿cómo puede ser que el cristianismo respete el horóscopo si es de origen pagano?

Horky: ¡Objeción! El acusado está poniendo en tela de juicio el horóscopo.

Monseñor: Ha lugar. Galileo, la legitimidad del horóscopo no tiene nada que ver con este juicio. Le cedo la palabra a Martin Horky.

Horky: Galileo Galilei no ha corroborado sus ideas con las enseñanzas de La Biblia. Una prueba de esto fue señalada por Ludovico Delle Combe en el salmo que dice "tú has fijado la tierra firme e inmóvil".

Galileo: ¡Pero esto es una pelotudez!

Monseñor: ¡Silencio! Una declaración más de este tipo y se le declarará desacatado. Si no tiene algo más para decir, lo cual desaconsejo, dictaré mi sentencia de acuerdo con lo escrito por el Cardenal Beltramino: "...no se puede responder que esto no es materia de fe, porque si no es materia de fe con respecto al objeto, es materia de fe por quién lo dice", y usted tiene una cara de hereje que voltea. Además, sus teorías son tan heréticas como decir "que Abraham no tuvo dos hijos y Jacob, doce", o decir "que Cristo no nació de Virgen".



La teoría copernicana de que La Tierra gira alrededor del Sol fue condenada como "una insensatez, un absurdo en filosofía y formalmente herética", y de esta manera fue prohibida. Sin embargo, Galileo galilei no se rindió en la feroz guerra por quién dice la verdad. Por esta razón, fue nuevamente convocado a Roma.

Monseñor: Mire, Galileo. Voy a hacérsela simple. No es la primera vez que usted termina acá y ya estoy pensando que está buscando excusas para visitarnos. Lo que pasa es que... he recibido notas que dicen que usted sigue con eso de que la Tierra gira alrededor del Sol, y no tengo otra alternativa que declarar que susted es o un hereje, o un apóstata o un mentiroso. Le ofrezco la posibilidad de que confiese que ha pecado de mentiroso, y así se ahorrará el problema de ser torturado. De lo contrario, tendré que agregar a su expediente que usted es sodomita y sadomasoquista, ya que vino tantas veces que parece que le gusta la idea.

Galileo: Pero... ¿existe alguna razón por la cual me han condenado? ¿Hay algún argumento?
Monseñor: Entre amigos, le puedo decir que se dice que usted intentó introducir doctrinas heréticas, pero nadie va a comprar ese buzón. Así que formalmente, se lo acusa de violar la prihibición del sistema copernicano.

Galileo: Eh... ¿y en qué consiste la tortura?

Monseñor: Consiste en viajar durante veinte años en carro teniendo que escuchar ad aeternum los comentarios fascistas del chofer.

Galileo: ¡No, por piedad no! ¡Confesaré! ¡Confesaré!



Amenazado de ser torturado física y espiritualmente, Galileo fue obligado a confesar y fue condenado a prisión. Debido a su vejez y a su comprometido estado de salud, tuvo el beneficio de la prisión domiciliaria


En sus últimos años de vida, Galileo Galilei no pudo resistir los embates de un contexto hostil al cambio; sin embargo, la ciencia de la cual él fue precursor, logró comprobar que la verdad no es sólo una cuestión de fe.

Porque aunque el sueño de un mundo perfecto
nos entable los ojos como siervos sin rumbo
aunque la vista se nos nuble sólo
por intentar conservar el orden del mundo,
con el tiempo la Historia nos mira,
y nuestros hijos y nietos, quizás,
podrán leer que nuestros libros, nuestro pasado
no fueron ficción ni tanto delirio
como lo fue aquél sueño, el incansable designio
de explorar tanto el ser como la nada,
de buscar en la vida un rastro de la verdad.


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