Earl "La Cabra" Manigault




Earl Manigault (Charleston, South Carolina, 7 de septiembre de 1944 - Nueva York, 15 de mayo de 1998) fue un jugador de baloncesto callejero estadounidense, considerado por la mayoría como el mejor jugador de la historia de Rucker Park, la pista de streetball más famosa e importante del mundo. Era también conocido por su apodo, The Goat (La Cabra), aunque ese seudónimo servía también como juego de palabras para halagar al jugador (The G.O.A.T: The Greatest of All Time, El Mejor de Todos los Tiempos).



Despues de haber visto varias veces el video “La Cabra” por el Cable o la TV y de la maravillosacaracterizacion de Don Cheadle, el leer Cuando Kareem Abdul-Jabbar se retiró, había vivido dos tercios de la historia de la NBA y los barrios negros de NY, habiéndose enfrentado a más de 12.000 jugadores. Preguntado sobre quién había sido el mejor jugador contra quien había jugado, su respuesta es contundente: “Earl Manigault. Es el mejor de la historia, al menos de su estatura”. El periodista duda un poco antes de mencionar un incómodo ¿…quién? Earl Manigault, señores, ¡¡Earl Manigault!!. Y por favor, presten atención…
Miseria y grandeza embriagaron a partes iguales la vida de este desconocido negro puro de 1.85 para construir la más insólita y desgraciada vida de cuantas ha dado la historia de nuestro deporte. Discrepancias en torno a la fecha de nacimiento, la mayoría de las fuentes coincide en que su madre, abandonada a su suerte, le dio a luz en un rincón de la calle 98, corazón negro del Harlem neoyorquino, una tórrida noche del verano de 1943.
Su entera niñez se limita a una zona prohibida para el hombre blanco, y casi para el negro, ocho manzanas inhabitables entre la 98 y la 106 en las que sólo coexisten tres cosas: droga, violencia y baloncesto. Demasiado pequeño para abrazar las dos primeras, sus días transcurren observando las luchas deportivas entre bandas rivales del mismo color. Con apenas tres años asiste al nacimiento de la experiencia más auténtica jamás creada en el baloncesto -todavía hoy de mayor pureza que la propia NBA-, la Harlem Rucker League, una salvaje competición de negros que Manigault dominará años después.

El pequeño Earl aprovecha sin temor las frecuentes discusiones y peleas para entablar contacto con aquellos sufridos balones que a ratos quedaban libres. No tarda por pura necesidad en correr detrás del “puñado de pavos” y pronto pasa a ser él mismo protagonista de la guerra sucia.

El colegio le llega como un incomodísimo trámite. En el 62 ingresa en la Franklin High School donde despunta tanto por su juego como por fumar marihuana en los descansos. Expulsado de allí sin aprobar asignatura alguna, pasa dos años en el Instituto de Laurindburg, donde utiliza los libros sólo para machacarlos en el aro. Su juego es tan increíble que a pesar de su desmaña académica, representantes de 75 universidades (Duke, Indiana, North Carolina) le hacen la corte para llevárselo. Manigault, ignorante de lo que no pudieran ver sus ojos y receloso de aquellas “corbatas blancas”, se decide por la pobre Johnson C. Smith por acoger únicamente a estudiantes de color; su permanencia allí no llega siquiera a un año, del que solo quedará su sobrenombre, “the goat” (la cabra), debido a la manía de un profesor en pronunciar mal su nombre: mani-goat.

Regresa huérfano a la calle y dedica toda su existencia a sobrevivir del baloncesto, allí donde solamente su indigencia podía ser combatida. Dice la leyenda que disputaba todos los partidos posibles, llegando a palizas de casi veinte horas sin descanso. En una de ellas, anotó 52 puntos sin fallo ¡en la primera parte! Al descanso, o lo que es lo mismo, lo que tardaban los chicos en cambiar de campo, un tal Julius Erving se le acercó y le dijo: ¡Maldita sea, es cierto todo lo que he oído sobre ti! “.

La fama de Manigault alcanza su máximo esplendor en los últimos sesenta por acciones que jamás se habían visto antes y que nadie hoy día ha podido repetir. La más célebre de todas ellas puede que fuera el “Double Dunk”, muy frecuente en sus escapadas a canasta: sin haber alcanzado el apogeo de su salto, machacaba con una mano cuando, sin agarrarse del aro, dejaba caer el balón lo justo para asirlo con la otra y hacer un mate más antes de caer al suelo. Resumiendo, dos mates en uno.

Muy necesitado de dinero, sus hazañas venían precedidas por miserables apuestas que debía ganar para poder llevarse algo a la boca. A los menos allí presentes, quizá los de mayor solvencia, no les importaba perder dinero con tal de ver con sus propios ojos aquellas cosas que se contaban al otro lado del barrio. Una sucia moneda de 25 centavos era el premio más habitual. De un solo salto el propio Manigault la colocaba sobre el canto superior del tablero a 3.95 del suelo para luego volar con el balón en una mano, apresar con la otra la recompensa, y machacar balón y moneda en el aro. Aquella misma hazaña ya había sido precedida por otro “rey de la calle” pocos años atrás en Long Island, Jackie Jackson, pero en este caso hablamos de alguien de ¡quince centímetros menos! Y es que el salto de Manigault, nunca medido con precisión, probablemente alcanzara los ¡132 centímetros en vertical!, algo superior al Guinness Spud Webb y a cuantos saltos en vertical han sido registrados nunca.

Más grave que la pérdida de un Picasso, puede ser el hecho de no existir un solo video oficial de Manigault en acción, cosa bastante concebible en el hábitat donde discurrió su historia. Compañeros de batalla de Manigault fueron bestias del tipo Joe “El Manco” Lewis, a quien le faltaba un brazo y nunca una pistola en sus calzones, Joe Hammond, quien rechazó una oferta de los Lakers alegando que ganaba el triple traficando con heroína, o Herman “Helicóptero” Knowings, de quien se cuenta la onírica quimera de que en una ocasión le señalaron “tres segundos” mientras estaba en el aire.

No se que tan cierto sean todas esa proezas físicas que dicen hacia, no hay vídeos ni imagenes, pero en el año 2000 se filmo la película llamada “Rebound“, donde sacaron muchas de las jugadas de la cabra, solamente pude encontrar este vídeo donde recopilan esas escenas:


1 comentario:

  1. Qué buena historia! la verdad q nunca lo había sentido nombrar a "la cabra"

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